domingo, 30 de noviembre de 2008

LO QUE APRENDÍ DEL PARTENÓN

Para Yolanda y Maykel, en agradecimiento a su último comentario.

Me daba miedo visitar el Partenón, porque sabía que los arquitectos se transforman ante su presencia, y que nada puede ser igual antes y después de verlo. Y me decía a mí mismo: ¿Y si no siento nada? ¿Y si no me afecta? Parecerá un poco absurdo ese miedo, pero era así; lo sentía. Miedo inútil, como tantos miedos previos a situaciones imaginarias, porque el impacto del Partenón es tan brutal que sospecho que no dejará a casi nadie indiferente.
Y frente a él por fin, aprendí, y efectivamente nada ha sido igual después.
El Partenón es una utopía hecha realidad; es algo imposible de conseguir, realizado. Quiero decir que a menudo los hombres rebajamos la altura de nuestros propósitos porque estamos convencidos de que somos incapaces de acercarnos a ellos. Temerario es, verdaderamente, pretender alcanzar tanta perfección con un material tan grosero. Pero los griegos que construyeron el Partenón se pusieron a hacerlo. Conseguir, tallando mármol, una precisión semejante a la de un procesador de silicio, hace dos mil quinientos años, era una tarea que nos parecerá insensato acometer. Sin embargo, en el Partenón , además de una expresión espiritual inefable, está conseguida esta precisión, esta perfección formal absoluta. En nuestra tarea diaria, muchas veces -antes de ver el Partenón- renunciamos a la perfección formal en aras de una expresión espiritual más clara; en definitiva es lo que importa, nos decimos. Tomar esta actitud, después de ver el Partenón , ya no tiene sentido. Porque el que las hormigas -los hombres- se propongan llegar con una pata hasta las estrellas, se pongan manos a la obra y lo consigan, arroja una grandeza emocionante a los pobres hechos humanos. Aquellos hombres se propusieron una tarea tan alta, que elevaron las opciones emotivas de la especie; desde entonces, muchos otros han pronunciado la frase de sí se puede.
Aprendí del contenido espiritual del Partenón que la grandeza consiste en no renunciar de antemano; en ponerse manos a la obra, confiando en nuestras pobres fuerzas, impulsadas por nuestro poderoso espíritu. Desde entonces sé que, cuando nos dicen: "No vale la pena; es una utopía" tenemos la opción de responder desde nuestro interior: sí, se puede.
Y he recordado la lección que me dio Grecia, después de leer el comentario de Maykel a la entrada anterior. Hay alguien construyendo otro Partenón en nuestros días. No tengamos la mezquindad de fijarnos solamente en los errores que conlleva toda ejecución de lo perfecto.

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA BELLEZA EN CUBA

¿Es compatible la belleza interior con el adorno exterior? ¿Si se posee tal belleza interior se busca el adorno exterior? Si el adorno exterior no pretende encubrir las carencias interiores, ¿para qué es para lo que sirve? Quien disfruta de una vida plena, con un interior equilibrado, ¿Necesita buscar aditamentos externos?
La verdadera belleza de los seres humanos surge de un estado interior donde hay amor, comprensión y bondad; y quien vive en este estado no precisa la máscara que se usa en los países desarrollados para encubrir la podredumbre. En Cuba, la cirugía plástica y estética es gratuita; conozco a quien la ha usado para quitarse algo de grasa sobrante; no conozco a nadie -salvo cirugía reparadora- que la haya usado para cambiarse la cara. La belleza y el sentimiento de la propia belleza no depende del trazo de la nariz, como pretenden hacernos creer en los países desarrollados. Todo el que es bueno sabe perfectamente que también es bello.
Pero la premisa para la bondad es la libertad interior. No se puede ser bueno sin ser libre. Y ser libre es ser capaz de comprender la realidad, que es lo mismo que ser capaz de conocer la verdad.
En los países desarrollados la mente está llena de surcos, como los surcos que deja tras sí un arado, que descomponen la realidad en unidades gestálticas ya conocidas. Así que la visión de la realidad siempre es parcial, vale decir que nunca puede conocerse la verdad, porque la verdad no puede ser reducida a los estrechos márgenes de ningún surco. La educación occidental, las condiciones familiares, sociales y de trabajo, crean esas autopistas de lo conocido, de lo convencional, donde se circula a gran velocidad en el error. La belleza de Cuba es posible porque los cubanos carecen de esos surcos; nadie los ha entrenado para admitir su formación, por lo que son capaces de conocer la realidad tal cual es; es decir, son capaces de conocer la verdad.
Y conociendo la verdad surge la bondad, la solidaridad y el amor, que son fruto de la libertad. Esa es, para mí, la belleza de Cuba, paraíso cerrado para muchos.
Los seres humanos somos también hijos de nuestra historia. Los españoles hemos sido durante siglos la carne de cañón que oprimía y esclavizaba a otros pueblos por mandato y al servicio de nuestro amo. Por eso, hablar de mentes libres en nuestro país es, tal vez, un sinsentido. ¿Mentes libres hijas de qué o de quién? ¿Mentes sin surcos? ¿De cuál de nuestros antepasados hemos aprendido a amar? En nuestro ps parlamento reina el conflicto y la descortesía y nuestra violencia familiar es acaso consecuencia de la violencia que hemos ejercido sobre otros seres a lo largo de los siglos. Estudiar en el colegio las traiciones de Pizarro como si fueran heroicidades podría revelar el sustrato sobre el que construimos nuestra personalidad.
En cambio, en Cuba, vivir en la opresión y en la esclavitud tuvo que generar el amor a la libertad que allí todavía existe. Gracias, en parte, a Maykel, he podido comprender que los cubanos libres no son solamente hijos de la Revolución, sino que su libertad de pensamiento empezó a engendrarse muchos siglos atrás. Con Zenea, con Plácido, con José Jacinto Milanés, con Martí, por supuesto. Extraordinariamente con Lezama y con los que construyeron la aventura de Orígenes. Con cada persona que circula por la calle, con cada policlínico, con cada biblioteca, con cada escuela, con cada cerebro de una de las personas que tienen la dicha de ser libres en la isla. Esa es la belleza que yo he visto en Cuba.