lunes, 21 de diciembre de 2009

LOS QUE TEJEN EL ALMA DE LA PATRIA



Carta abierta a Maykel González Vivero
Una vez agarré con fuerza el bastón cotidiano de mi abuelo muerto y cerré los ojos. "Ahora yo soy mi abuelo", pensé. Desde ese día creo en la identidad de todos los seres humanos. Más que de seres idénticos, en palabras de Borges "hablo del uno, del único, del que siempre está solo". Creo en la existencia de un único ser humano. Desprovisto de mi historia, de mi memoria, sujeto a la sola percepción del bastón en mi mano, creí ser mi abuelo, pero fui un hombre cualquiera agarrado a un bastón, fui todos los hombres.
Pasados los años, he reforzado esta inicial intuición muchas veces; otros se fijan en la diversidad, yo miro lo unitario. Cuando intenté desentrañar lo esencial del budismo, me pareció ver confirmada esta apreciación. No es que nos reencarnemos en uno, es que nos reencarnamos en todos porque somos todos o somos uno, da igual. En esa unidad esencial, que es Parménides y es Heráclito y es tal vez Platón, podemos aspirar a la verdadera inmortalidad: mientras un hombre esté vivo, estaremos vivos, Maykel. Seremos el que percibe. Ojalá, en esa breve eternidad que nos espera, nunca nos toque ser "The smyler with the knyf under the cloke" o, en la versión original, "E con gli occulti ferri i Tradimenti".
Me has enseñado tantas cosas en tan pocas palabras, Maykel, que no me resigno a esperar que las desarrolles, que las escribas. Una vez más diré que yo me creía que toda Cuba, tal como la vi, había nacido en 1959. Desconocía que era la encarnación del "imposible" construido con sangre y pensamiento derramados a lo largo de dos siglos. Tú me lo hiciste ver.
¿No existirá, Maykel, al igual que existe un solo hombre, una sola patria universal? Lo pregunto porque también me desvelaste una conciencia de filiación a un lugar que no es tal lugar, sino una construcción de la mente. Una construcción que nos permite adherirnos, siguiendo su hilo conductor, a esa patria elaborada con el esfuerzo de tantos. Tú conoces a esos forjadores del alma y te escribo hoy para pedirte que la expliques, que la desarrolles, que nos muestres caminos a recorrer. Estás trabajando, según dijiste, detrás de una maraña de cables de agencias de prensa. Tendrás que ingeniártelas para, a través de eso o más allá, aportarnos tu visión de la continuidad y de la discontinuidad. Hablemos de Zenea, de Casal o de Luz, de lo que quieras.  ¿Recuerdas el consejo de Ernesto Cardenal?: "Vuelve y da testimonio".
Ojalá dentro de unos años los que sean mis nietos pasen por esta página del blog y se digan entre ellos: ¿Quién sería este Maykel que se hizo amigo del abuelo sin llegar nunca a verle la cara? Y ojalá escuchen entonces la respuesta que hoy les adelanto: "Schhhh... mirad allí... ¿lo veis en aquél grupo? No hagáis ruido... no los distraigáis... son los que tejen el alma de la patria..."

viernes, 18 de diciembre de 2009

TEMBANDUMBA



He escuchado a mi hijo de seis años leer pacientemente la lectura que le han indicado en el colegio que haga hoy. Es la siguiente:

"Por la encendida calle antillana
va Tembandumba
de la Quimbamba
-rumba macumba,
candombe, bámbula-
entre dos filas de negras caras.
Ante ella, un congo -gongo y maraca-
ritma una conga bomba que bamba.

¡Sús, mis cocolos de negras caras!
Tronad, tambores, vibrad, maracas.
Por la encendida calle antillana
-rumba macumba, candombe, bámbula-
va Tembandumba de la Quimbamba."
Luis Palés Matos

Hasta aquí la lectura. Yo me pregunto si quedará, después de leer esto alguien que piense que no se busca la aversión de los escolares por la lectura. Mi hijo tiene seis (sic) años. Carece, por tanto, de la riqueza de lenguaje y del desarrollo intelectual de un adulto. Comprendo que lo que me daban a leer a mí a su edad pecaba tal vez en algunos casos de sentimental, pero dar a un niño a leer, en práctica de lectura comprensiva, este escrito que he citado es un intento, sin duda, de apartarlo de la poesía de por vida. De hacerle vivir una experiencia análoga a la primera borrachera, que tal vez le aparte de la bebida para siempre, de hacerle creer que le faltan dotes para comprender la poesía. ¡Cómo va a pensar él en la mala fe de quien le da estas lecturas!
Ojalá alguno de mis lectores pueda darme una explicación que me tranquilice o, mejor aún, que me muestre mi error de apreciación.
Me parece que es más fácil, para él, comprender la Fábula de Polifemo y Galatea que este poema que le han dado a leer a mi hijo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

NEUTRALIDAD EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA: CULTURA LIBRE Y CULTURA "PROTEGIDA"





No conozco ningún trabajo intelectual de valía cuya génesis haya venido motivada por el deseo de ganar dinero. Cuando los escritores, los pintores o los músicos consiguen una obra digna de perdurar, esta obra siempre ha nacido de la necesidad de expresión de su autor y, generalmente, también de su amor a la humanidad. Si esta obra ha producido dinero, ha sido siempre después y por añadidura. Así que el primer concepto que quisiera dejar meridianamente claro es que no puede ser de otra forma que las obras que son cumbres de la comunicación entre los seres humanos -y no otra cosa son las obras de arte, ni pueden ser otra cosa- se hacen para ser vehículos de esa comunicación, para expresar las inquietudes, las ansias, las pasiones, los anhelos espirituales de sus autores.
Pensemos en Cervantes soldado y recaudador, en Quevedo diplomático, en Garcilaso soldado también, en Bécquer, en Juan Ramón. Pensemos en Velázquez, pintor de cámara, en Rembrandt, en Murillo; pensemos en Beethoven dando clases de piano; pensemos en Mozart, servidor del arzobispo; pensemos en Cezanne, modelo de artista fracasado para Zola, en Picasso, en Matisse. Tan en contradicción está generalmente la posibilidad de ganar dinero mediante una obra artística, que ya en este blog comentamos un día el sensato consejo de Matisse: para quien quiera ser un buen pintor lo más aconsejable es que viva de otra cosa. Así será libre. No sólo es un problema social. Es un problema interno del artista.
Ahora sintonicemos una emisora de radio musical española. Nos sorprenderá la ínfima calidad de lo que escuchamos. Las letras de las canciones se limitarán a expresar conceptos banales, sin la más mínima elaboración intelectual. En la parte musical, aparecerá generalmente un solo tema simple, repetido y repetido hasta la saciedad. Estructura, contraposición de temas, desarrollo, estarán ausentes. Es que no se programa lo vanguardista o lo de esmerada elaboración. Se programa la música de quien invierte dinero para conseguir que se escuche. Cuando una empresa dedicada al "negocio de la música" captura a un "artista" imposibilita, por definición, que esta persona capturada sea artista de veras. Este autor ha de ser programado para producir dinero, no para producir arte. Por tanto, se le exigirá una docilidad suma para trabajar a destajo en producir este dinero que se le pide como finalidad última de su trabajo. Así, sin libertad, es imposible crear nada que tenga un poco de valor.
Vayamos a una librería española. Ni siquiera encontraremos ya ediciones de los clásicos; la mayoría de los libros que se ofrecen al público se renovarán cada tres meses. Es literatura de consumo, deleznable, escrita por encargo con la intención de dar rentabilidad. No hay que esperar tres años para que sea olvidada. Simplemente a los tres meses de su publicación estará olvidada para toda la eternidad.
Quiere esto decir que la concentración de dinero en manos de unos pocos rompe la "neutralidad" de la creación artística. Estos pocos, que aparecen como garantes o beneficiarios de los "derechos de autor", distorsionan la creación, poniendo en el primer plano de la atención -mediante la inversión de dinero en publicidad y en mordaza- a los autores dóciles y dejando por tanto sin posibilidades de difusión a los verdaderos creadores, a los verdaderos artistas, que tienen, como siempre que conformarse con la frase: "si no es este mi siglo, todos los otros lo serán".
Todo lo dicho hasta ahora puede aplicarse, como es natural, a las diferentes disciplinas. Por citar dos de ellas, se produce una televisión que muchos renunciamos a ver, porque no es baja calidad, ínfima calidad ya, es que es imposible encontrar nada digno de invertir el tiempo que precisa su contemplación. En el cine español ocurre lo mismo: se califica de grandes artistas a directores francamente ridículos, que son la expresión filmada de lo convencional y de lo burdo. Todo como resultado de lo mismo: la falta de neutralidad.
En el reciente Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Robert Kraft ha reconocido a la música cubana como la mejor del mundo: "He escuchado mejor música en tres días aquí que en todo un mes en Los Ángeles". Ya lo sabíamos. La música cubana se elabora como un fin en sí mismo, sale directamente del espíritu de los artistas, y si alguna vez estos artistas ganan dinero con ella, eso es por añadidura. Es el único modo de hacer buena música. Sin embargo, hace más de un año me empeñé en comprar en España dos discos compactos: "Doce boleros míos", de Marta Valdés y "Por la Habana", de Miriam Ramos. No lo he podido conseguir.
Celima Bernal escribe una sección en el periódico Juventud Rebelde que nunca dejo de leer. Se llama "Palabras que van y vienen". Su autora, me consta, no cobra nada por sus artículos; sin embargo, están hechos con tanto amor a sus semejantes, que cada nuevo escrito es un aire fresco que llega hasta el alma desde su lejana ciudad. Como Celima, Gabriel García Márquez podría vivir de su trabajo de escritor aunque se suprimiera el papel, las editoriales o los periódicos. Escribe con tanta calidad, que es imposible que lo haga por dinero. El dinero llega por añadidura.
Nos amenazan repetidamente con que "en cinco años desaparecerá la cultura". Yo me atrevo a pedir desde aquí que se acorte, si fuera posible, este plazo. Porque es necesario que desaparezca cuanto antes esta cultura "protegida" para que podamos de una vez disfrutar con tantísimos creadores gozosos, que trabajan y tienen vocación, formados, diligentes, creativos, que están ahora ocultos, que necesitan el espacio que ocupan los representantes oficiales de esa "cultura" que siempre ha sido y será un producto cheli, macarra, más digno de lástima que de protección.
PD. Queda por analizar si nuestra "democracia occidental" difiere en algo del panorama artístico aquí descrito.

domingo, 6 de diciembre de 2009

JOACHIM DU BELLAY Y RAFAEL SÁNCHEZ MAZAS


Como curiosidad, muestro aquí dos versiones del soneto famoso de Joachim du Bellay. Siempre me gustaron las traducciones comparadas. Y callo:



Texto de Joachim du Bellay:



Heureux qui, comme Ulysse, a fait un beau voyage,
Ou comme celuy-là qui conquit la toison,
Et puis est retourné, plein d'usage et raison,
Vivre entre ses parents le reste de son âge !

Quand reverrai-je, hélas, de mon petit village
Fumer la cheminée, et en quelle saison
Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m'est une province, et beaucoup davantage ?

Plus me plaît le séjour qu'ont bâti mes aïeux,
Que des palais Romains le front audacieux,
Plus que le marbre dur me plaît l'ardoise fine :

Plus mon Loir gaulois, que le Tibre latin,
Plus mon petit Liré, que le mont Palatin,
Et plus que l'air marin la doulceur angevine.


Versión de Rafael Sánchez Mazas:

Feliz quien como Ulises viaja con buena suerte
o conquista los aúreos vellones de Jasón
y después, a la vuelta, con madura razón,
dichoso en casa espera que le llegue la muerte.

Aldea de mis padres: ¿cuándo volveré a verte,
con tus humos azules? ¿en qué clara estación
volveré a ver el huerto de mi pobre mansión
que vale para mí como el reino más fuerte?

Más me placen los muros alzados por los míos
que los templos de Roma soberanos y fríos;
más que mármoles duros quiero pizarra fina.

Más mi Loira francés que el gran Tíber latino,
más mi monte Lyré que el monte palatino
y más que olas del mar mi canción angevina.



Versión de Luis Antonio de Villena:



¡Feliz quien, como Ulises, ha hecho un largo viaje
o como aquél argivo que conquistó el toisón,
y ha vuelto, después, lleno de experiencia y razón,
a vivir con sus padres el resto de su vida!

¿Cuándo volveré a ver, ay, humear la chimenea
de mi pueblo pequeño, y en qué estación tornaré a ver
el cercado de mi pobre casa, que para mí
es como una provincia, y más y más todavía?

Me place más la morada que elevaron mis abuelos,
que el frontón atrevido de un palacio romano,
más que el duro mármol me place la arcilla fina.

más mi Loira francés que el Tiber latino,
más mi pequeño Liré que el monte Palatino,
y más que el aire del mar la dulzura angevina.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA LIBERTAD, PENSAMIENTO COMPARTIDO



Se preguntaba hace unos días Elaine Díaz, en La Polémica Digital, qué será de internet cuando se universalice; ¿cómo se distinguirá lo valioso de lo fútil? Tal vez una de las formas en que algunos blogs se separarán del resto será mediante la cooperación. La cooperación humana es una maravilla; algunos sistemas operativos ofrecen la posibilidad de usar varios ordenadores para compartir el mismo proceso. Cuando las mentes humanas hacen lo mismo, además de complementarnos unos a otros, además de obtener un resultado mejor del que obtendríamos individualmente, podemos sentir amor. Y el amor nos hace felices. Hace unos días le pedí a Miguel Santa Olalla Tovar, de Boulé, un perfecto desconocido en el mundo real para mí, que le prestara a mi mente su formación para hablar a los demás de la libertad. Unos días después,  encuentro en su blog una entrada respondiendo a mi demanda. Él lo cuenta estupendamente en el texto que sigue.
Hablar de la libertad es importante, fundamental; hablar de cooperación y trabajo en grupo también lo es. Pero lo que no podemos dejar de construir es la fraternidad universal. Sobre esa fraternidad universal, en cuyo cimiento Miguel ha puesto una piedra, trata esta entrada. Y paso a copiar el texto de Boulé:

La libertad, engaño e ilusión

Sobre la apariencia de libertad de nuestro tiempo · Filosofía

Hace ya varias semanas que me comprometí con Animal de fondo a publicar un pequeño texto sobre la libertad. No sé si estará a la altura, pero allá va. Empecemos por la política: las sociedades liberales en las que vivimos recelan del estado como uno de los enemigos de la libertad. En tanto que no se entrometa en la vida de los ciudadanos podrán tomar sus propias decisiones. ¡Dejadme decidir por mí mismo!, parece decir el individuo liberal, sin darse cuenta de que para poder ejercer esa capacidad hace falta algo más que la mayoría de edad biológica o jurídica. Abrir espacios para la libertad no significa, ni mucho menos, que seamos libres o que vivamos en sociedades libres. Si la libertad es la ilusión de la decisión autónoma probablemente sea nuestro tiempo una de sus mayores expresiones. Por el contrario: si esperamos más de esta palabra, seguimos manteniendo diferentes formas de esclavitud y servidumbre: no externas y visibles, sino mucho más sutiles, prácticamente imperceptibles.
El individuo liberal que exige la libertad negativa es similar al polluelo que quiere volar solo cuando aún no ha desarrollado suficientemente sus alas. Desde hace décadas creemos volar solos, sin que se hayan dado condiciones para que podamos hacerlo de un modo real y efectivo. La libertad es cierta clase de espejismo. Pensamos decidir por nosotros mismos cuando son otros los que deciden algo mucho más importante: cuáles van a ser las opciones que vamos a tener a nuestro alcance. El análisis de Foucault al respecto es revelador: la libertad tiene mucho que ver con el poder y vivimos sujetos, agarrados por diferentes procesos unificadores, normalizadores del ser humano. Poder elegir entre veinte tribus urbanas distintas nos parece un gran logro, sin que apreciemos que de una forma indirecta pasamos a fundirnos con el grupo, con la corriente que se encargará de decirnos cómo pensar, cómo vestir, cómo divertirnos y cómo vivir. En nuestros días no se dan las condiciones políticas, sociales, económicas ni educativas como para decir que la libertad sea un valor en alza.
Queremos libertad para no saber utilizarla. La tradición filosófica nos ha legado grandes textos al respecto: desde el mito de la caverna a ¿Qué es Ilustración?, la filosofía ha pretendido ser siempre un ejercicio de liberación. Algo que no es, por otro lado, exclusivo de la filosofía. Si algo aprendemos de los textos que acabo de citar es que la cultura nos libera. Acceder al arte, la ciencia o la filosofía es tener al alcance de la mano una pluralidad irreductible de ideas, de métodos, de visiones de la vida que lamentablemente no aparecen entre los catálogos de la gran superficie que buzonean en el barrio. La formación nos enseña a mirar más allá, sin que esta expresión pretenda revestirse de trascendencia: aprender a ver por encima de los mecanismos de poder, de las pautas marcadas de consumo, de las formas dominantes de pensamiento. La libertad se convierte en algo paradójico: mientras las maquinarias uniformadoras producen sujetos clónicos, tenemos a nuestro alcance la posibilidad de hacernos libres en gestos sencillos. Abrir un libro, acudir a una filmoteca, charlas informales, recursos gratuitos en Internet… Teniéndola tan cerca, renunciamos a ella por el esfuerzo que implica, creyéndonos libres bailando al son que nos marcan. Todos nos creemos libres, porque se le puede aplicar a la libertad el viejo refrán: “el que no se consuela, es porque no quiere”.