sábado, 16 de octubre de 2010

EL SONETO DEL PORTUGUÉS


Unas entradas atrás cité un soneto de Elisabeth Barrett Browning.  No sé nada de ella. Lo que sabía lo he olvidado. Pero si alguna vez existe un mundo en el que yo desee vivir -y existirá si alguien lo incorpora a su vida- en ese mundo ha de estar Elisabeth Barrett Browning. Ha de estar, como estará Vallejo, como estará Séneca y Quevedo -tal vez la misma persona- como estará San Julio Cortázar, mi amigo querido Azorín; hasta quedará un lugar para San Silvio Rodríguez, junto a Fernando Pessoa y Juan Ramón; lástima que una de las premisas para estar sea estar aparentemente muerto. O no, porque Silvio no lo está. Ah, las excepciones.
Vayamos al soneto sin más preámbulos. Lo escribió ella, pero pude escribirlo yo, quiere decir pudo escribirlo nadie, pudimos escribirlo todos:

I thought once how Theocritus had sung

I thought once how Theocritus had sung
Of the sweet years, the dear and wished for years,
Who each one in a gracious hand appears
To bear a gift for mortals, old or young:
And, as I mused it in his antique tongue,
I saw, in gradual vision through my tears,
The sweet, sad years, the melancholy years,
Those of my own life, who by turns had flung
A shadow across me. Straightway I was 'ware,
So weeping, how a mystic Shape did move
Behind me, and drew me backward by the hair;
And a voice said in mastery, while I strove,
“Guess now who holds thee ?” – “Death,” I said. But, there,
The silver answer rang,--“Not Death, but Love.”


Yo pensaba una vez cómo había cantado
Teócrito los dulces y los ansiados años,
que parecen traer en las manos un don,
para cada mortal, sea joven o viejo;
y mientras cavilaba esto en su idioma antiguo,
a través de mis lágrimas, veía la visión
de los dulces, los tristes, los años melancólicos,
los de mi propia vida que por turno dejaron
una sombra en mi alma. Me di cuenta al instante,
así entre sollozos, de que una forma mística
se movía a mi espalda y agarrada a mi pelo
me arrastraba hacia atrás, mientras su voz mandaba:
“Acierta quién te coge”. – “La Muerte”, dije, pero
sonó su voz de plata: ”Fue el amor, no es la muerte".



La bellísima traducción es de Ester de Andrés.
He publicado la entrada, que estaba olvidada entre los infinitos borradores de este blog, gracias a un comentario de Alterius, a quien dedico, pues, el soneto. Espero que le guste!