
Para Maykel, a propósito de su partida y su vuelta de la ciénaga; no puedo decir mas que lo que me dije a mí mismo.
Deslumbradores gozos de un instante
Que parecéis abrir a un mundo claro,
Cuántas veces creí que a vuestro amparo
Descansaría el corazón constante.
Fugaz, iluminada y anhelante,
Rendía el alma yo a vuestro disparo.
Qué luminoso vuestro falso faro,
Qué embriagadora vuestra faz fragante.
Corazón, si me escuchas, no te pares
A contemplar de nuevo sus fulgores
Ni por su dulce luz me desampares.
Mira: descansa ya de tus clamores;
Cambia de rumbo. Ve por nuevos mares
Y busca en el silencio tus amores.