lunes, 15 de diciembre de 2008

DOS POEMAS SOBRE EL AMOR Y LA MUERTE. I


Sé que a veces la muerte colabora,
Apresurando, loca, la partida,
Con el amor, a restañar la herida
Con que a la cara el tiempo condecora.

La voz que se apagó, vuelve sonora;
Vuelve brillante la color perdida,
Y, joven otra vez, vuelve a la vida
La pasada presencia que enamora.

Estas cosas del cauce del olvido
Saca la muerte, pero tú en mi espejo
No verás deshojarse tu reflejo.

Eres ahora la que siempre has sido.
Aún te ama mi niñez, y para verte
No preciso los ojos de la muerte.

domingo, 30 de noviembre de 2008

LO QUE APRENDÍ DEL PARTENÓN

Para Yolanda y Maykel, en agradecimiento a su último comentario.

Me daba miedo visitar el Partenón, porque sabía que los arquitectos se transforman ante su presencia, y que nada puede ser igual antes y después de verlo. Y me decía a mí mismo: ¿Y si no siento nada? ¿Y si no me afecta? Parecerá un poco absurdo ese miedo, pero era así; lo sentía. Miedo inútil, como tantos miedos previos a situaciones imaginarias, porque el impacto del Partenón es tan brutal que sospecho que no dejará a casi nadie indiferente.
Y frente a él por fin, aprendí, y efectivamente nada ha sido igual después.
El Partenón es una utopía hecha realidad; es algo imposible de conseguir, realizado. Quiero decir que a menudo los hombres rebajamos la altura de nuestros propósitos porque estamos convencidos de que somos incapaces de acercarnos a ellos. Temerario es, verdaderamente, pretender alcanzar tanta perfección con un material tan grosero. Pero los griegos que construyeron el Partenón se pusieron a hacerlo. Conseguir, tallando mármol, una precisión semejante a la de un procesador de silicio, hace dos mil quinientos años, era una tarea que nos parecerá insensato acometer. Sin embargo, en el Partenón , además de una expresión espiritual inefable, está conseguida esta precisión, esta perfección formal absoluta. En nuestra tarea diaria, muchas veces -antes de ver el Partenón- renunciamos a la perfección formal en aras de una expresión espiritual más clara; en definitiva es lo que importa, nos decimos. Tomar esta actitud, después de ver el Partenón , ya no tiene sentido. Porque el que las hormigas -los hombres- se propongan llegar con una pata hasta las estrellas, se pongan manos a la obra y lo consigan, arroja una grandeza emocionante a los pobres hechos humanos. Aquellos hombres se propusieron una tarea tan alta, que elevaron las opciones emotivas de la especie; desde entonces, muchos otros han pronunciado la frase de sí se puede.
Aprendí del contenido espiritual del Partenón que la grandeza consiste en no renunciar de antemano; en ponerse manos a la obra, confiando en nuestras pobres fuerzas, impulsadas por nuestro poderoso espíritu. Desde entonces sé que, cuando nos dicen: "No vale la pena; es una utopía" tenemos la opción de responder desde nuestro interior: sí, se puede.
Y he recordado la lección que me dio Grecia, después de leer el comentario de Maykel a la entrada anterior. Hay alguien construyendo otro Partenón en nuestros días. No tengamos la mezquindad de fijarnos solamente en los errores que conlleva toda ejecución de lo perfecto.

domingo, 16 de noviembre de 2008

LA BELLEZA EN CUBA

¿Es compatible la belleza interior con el adorno exterior? ¿Si se posee tal belleza interior se busca el adorno exterior? Si el adorno exterior no pretende encubrir las carencias interiores, ¿para qué es para lo que sirve? Quien disfruta de una vida plena, con un interior equilibrado, ¿Necesita buscar aditamentos externos?
La verdadera belleza de los seres humanos surge de un estado interior donde hay amor, comprensión y bondad; y quien vive en este estado no precisa la máscara que se usa en los países desarrollados para encubrir la podredumbre. En Cuba, la cirugía plástica y estética es gratuita; conozco a quien la ha usado para quitarse algo de grasa sobrante; no conozco a nadie -salvo cirugía reparadora- que la haya usado para cambiarse la cara. La belleza y el sentimiento de la propia belleza no depende del trazo de la nariz, como pretenden hacernos creer en los países desarrollados. Todo el que es bueno sabe perfectamente que también es bello.
Pero la premisa para la bondad es la libertad interior. No se puede ser bueno sin ser libre. Y ser libre es ser capaz de comprender la realidad, que es lo mismo que ser capaz de conocer la verdad.
En los países desarrollados la mente está llena de surcos, como los surcos que deja tras sí un arado, que descomponen la realidad en unidades gestálticas ya conocidas. Así que la visión de la realidad siempre es parcial, vale decir que nunca puede conocerse la verdad, porque la verdad no puede ser reducida a los estrechos márgenes de ningún surco. La educación occidental, las condiciones familiares, sociales y de trabajo, crean esas autopistas de lo conocido, de lo convencional, donde se circula a gran velocidad en el error. La belleza de Cuba es posible porque los cubanos carecen de esos surcos; nadie los ha entrenado para admitir su formación, por lo que son capaces de conocer la realidad tal cual es; es decir, son capaces de conocer la verdad.
Y conociendo la verdad surge la bondad, la solidaridad y el amor, que son fruto de la libertad. Esa es, para mí, la belleza de Cuba, paraíso cerrado para muchos.
Los seres humanos somos también hijos de nuestra historia. Los españoles hemos sido durante siglos la carne de cañón que oprimía y esclavizaba a otros pueblos por mandato y al servicio de nuestro amo. Por eso, hablar de mentes libres en nuestro país es, tal vez, un sinsentido. ¿Mentes libres hijas de qué o de quién? ¿Mentes sin surcos? ¿De cuál de nuestros antepasados hemos aprendido a amar? En nuestro ps parlamento reina el conflicto y la descortesía y nuestra violencia familiar es acaso consecuencia de la violencia que hemos ejercido sobre otros seres a lo largo de los siglos. Estudiar en el colegio las traiciones de Pizarro como si fueran heroicidades podría revelar el sustrato sobre el que construimos nuestra personalidad.
En cambio, en Cuba, vivir en la opresión y en la esclavitud tuvo que generar el amor a la libertad que allí todavía existe. Gracias, en parte, a Maykel, he podido comprender que los cubanos libres no son solamente hijos de la Revolución, sino que su libertad de pensamiento empezó a engendrarse muchos siglos atrás. Con Zenea, con Plácido, con José Jacinto Milanés, con Martí, por supuesto. Extraordinariamente con Lezama y con los que construyeron la aventura de Orígenes. Con cada persona que circula por la calle, con cada policlínico, con cada biblioteca, con cada escuela, con cada cerebro de una de las personas que tienen la dicha de ser libres en la isla. Esa es la belleza que yo he visto en Cuba.

viernes, 4 de julio de 2008

JUAN RAMÓN EN VERBUM. ARETÉ EN CUBA. DESCANSO VERANIEGO.


Como un paréntesis entre los poemas, quisiera tomarme un descanso durante el verano. Y para terminar el curso, contaros lo apasionado que estoy con el momento cubano de Juan Ramón.
Siempre he sentido afecto por Juan Ramón, un afecto grande, lleno de agradecimiento. Consagrar una vida entera a una obra como la suya es también consagrar la vida a los demás, a la "inmensa minoría", entre la que siempre aspiré a estar incluido.
Y cuanto más leo, conforme voy investigando, más relevante me parece ese momento cubano de Juan Ramón. Es un momento parecido a cuando dos personas que largamente se han buscado se encuentran; y felizmente comprueban que todo el amor que soñaron era posible, va a existir. Juan Ramón encuentra en Cuba los discípulos que siempre mereció tener; gente leal, sincera, sin la envidia española del "quítate tú para que me ponga yo". Y Cuba encontró al mismo tiempo a quien podía proporcionar un teléfono rojo, hilo directo con Garcilaso, con Góngora, con Quevedo, con Fray Luis. Con Juan Yepes, con Teresa Cepeda, con Rosalía, con Bécquer. Así que he podido, estas últimas semanas, ir recorriendo el tejido de aquella felicidad común.
Y palabras de Juan Ramón que, recogidas en libro, pueden pasarnos desapercibidas, adquieren otro relieve si las leemos tal como se publicaron en su tiempo, junto a los artículos de otros que las preceden y las siguen, rodeadas de su ámbito natural.
Voy a elegir, para comunicaros durante esta vacación que pretendo tomar, las líneas que Juan Ramón publica en Verbum, en julio-agosto de 1937. En ellas creo que se hace una exacta descripción profética de nuestras sociedades actuales. Cuando Juan Ramón habla del Nueva York de 1936, está retratando la España kitch del año 2008. Y esas palabras pienso que vienen a cuento ahora, cuando tanta importancia se está dando a la posesión de ciertos bienes materiales. A mi vista, muchos europeos disfrutamos de demasiados de estos bienes materiales, que no hacen más que empañar nuestra consideración de lo esencial, de lo profundo, y nos convierten, desgraciadamente, en los frívolos seres humanos de juguete que a veces somos. Escuchemos a Juan Ramón. Creo que, aunque hable de profesiones, es un particular del que podemos extraer una lección algo más universal. Tal vez estamos pasados de progreso:
"LOS útiles de las profesiones no son anteriores a ellas, vienen con la necesidad sucesiva. No se debe comprar nada útil que no sea, vaya siendo necesario.
"Todos hemos visto y padecido el laboratorio "con todo" del pronto mediquillo, el estudio "con todo" del pintorcillo aficionado, el "despacho con todo" del escritorcillo fácil. Con todo y sin nada. Que es propio de vanos rodearse de graduales artefactos soberbios.
"Y es sabido de todos que Pasteur, por ejemplo, despreció los aparatos de laboratorio que el Estado le proporcionaba y trabajó siempre con los modestos útiles que él mismo se había procurado. No hay que olvidar la paleta de Velázquez perpetuada por él en Las Meninas o la de El Greco en el Retrato de su hijo. Las dos con sus escasos colores precisos. Piense el poeta en la forma de Shakespeare.
"Leve pintor el que manda a Londres por la gama completa de los carmines, los naranjas, los verdes, los colores que no son simples ni necesarios. Pobre escritor el del archivo por palabras numeradas. Pasadero histólogo el que trae de New York, en cada viaje, su propia y la ajena impedimentas.
O
"EL sol, la luna, las estrellas, no tienen en 1936, peor que en 1916, más valoría, perdidos en la confusa máquina neoyorkina del crepúsculo, que el de un anuncio cualquiera, que anuncia, aún en lo corriente, menos que cualquier anuncio."

... ... ... ... ...

Y con respecto a Lezama, está naciendo en mí el inicio de afecto que sigue al primer entendimiento. Hasta ahora, en mi imagen, Lezama era tan solo un denominador común de unas palabras. Ahora estoy empezando a tentar al hombre, a comprenderlo; es inevitable amar lo que se entiende, si lo que se entiende es humano.

... ... ... ... ...

Por último, he tenido la dicha de estudiar de nuevo la Paideia griega, que es asunto que está necesitando de todo el curso de mi vida para empezar a barruntarlo. Y al leer otra vez los conceptos fundamentales de la educación del estado en Esparta, a través de los poemas de Tirteo, he encontrado concordancias con algunas de las doctrinas de Martí y, sobre todo, con el propio ejemplo de su vida; Martí, a quien no conocía apenas en mis anteriores intentos de comprensión.
Y así puedo decir que me asombra ver similitudes entre los ideales de Martí y la práctica de la educación espartana. Martí, con su victoria definitiva en Dos Ríos, encarna, dos mil quinientos años más tarde, la aspiración espartana de nobleza. ¿Será que el hombre trata siempre de conseguir el mismo ideal; lo intenta, fracasa y retoma más tarde la labor? Copiaré del libro de Werner Jaeger, "Paideia", algunas frases para dejar que libremente las juzguéis. Intentaré hacer los mínimos comentarios, para que sean sus palabras, por sí solas, las que resuenen.
Habla Tirteo, a través de Jaeger:
"Y aunque fuera más bello que Titonos y más rico que Midas y Ciniras y más regio que Pelops, el hijo de Tántalo, y tuviera una lengua más lisonjera que Adrasto, ni quisiera honrarle, aunque tuviera todas las glorias del mundo, si no poseyera el valor guerrero. No se halla bregado en la lucha si no es capaz de resistir la muerte sangrienta en la guerra y luchar cuerpo a cuerpo con su adversario. Esto es areté —exclama el poeta, conmovido—, éste es el título más alto y más glorioso que puede alcanzar un joven entre los hombres. Bueno es para la comunidad, para la ciudad y para el pueblo que el hombre se mantenga en pie ante los luchadores y ahuyente de su cabeza toda idea de fuga."
"Pero aquél que cae entre los luchadores y pierde la vida tan querida, cubre de gloria a su ciudad, a sus conciudadanos y a su padre, y atravesado el pecho, el escudo y la armadura, es llorado por todos, jóvenes y viejos; su doloroso recuerdo llena la ciudad entera y su tumba y sus hijos son honrados entre los hombres y los hijos de sus hijos y todo su linaje; jamás se extingue el honor de su nombre y, aun cuando yazga bajo la tierra, se hace inmortal."
Sigue diciendo Jaeger:
"Con la elegía de Tirteo comienza el desarrollo de la ética del estado. Así como preserva la memoria del héroe caído, realza la figura del guerrero vencedor. "Jóvenes y viejos, le honran, la vida le ofrece singularidad y distinción, nadie osa perjudicarle u ofenderle. Cuando se hace viejo, infunde profundo respeto y dondequiera que se presenta se le cede el lugar." En la estricta comunidad de la primitiva polis griega esto no son simplemente bellas palabras. Aquel estado es realmente pequeño, pero tiene en su esencia algo heroico y, al mismo tiempo, profundamente humano. Para los griegos, y aun para toda la Antigüedad, es el héroe la forma más alta de la humanidad.
"Contrapone el poeta la muerte gloriosa en el campo de batalla con la vida desventurada y errante que constituye el destino inevitable del hombre que no cumple, en la guerra, sus deberes ciudadanos y se ha visto obligado a abandonar su patria. Va errante por el mundo con su padre y su madre, su mujer y sus hijos. En su pobreza e indigencia, es un extraño dondequiera que vaya y todos lo miran con ojos hostiles. Deshonra su linaje y ultraja su noble figura y, dondequiera, le sigue la injusticia y el envilecimiento. Es una pintura incomparablemente vigorosa de la lógica inexorable con que exige el estado los bienes y la sangre de sus miembros. Con el mismo realismo describe el poeta el honor que confiere la patria a los valientes que el despiadado destino de los prófugos en el destierro. No establece diferencia alguna entre los que hayan sido desterrados por una necesidad excepcional del estado porque huyeron ante el enemigo y los que abandonaron voluntariamente el país para evitar el servicio militar y se hallan constreñidos a vivir en otra ciudad. De la unión de estas dos descripciones, de la elevación ideal y el poder brutal del estado, resulta su naturaleza, análoga a la de los dioses; y así lo sintieron siempre los griegos."
El único comentario que quiero hacer es: no olvidéis que estamos hablando aquí de griegos; lo digo porque hay quien podría encontrar similitudes con las palabras de una de las últimas reflexiones de Fidel. No obstante, ¿Hay o no hay areté en Cuba? Más aún: en su denodado esfuerzo de siglos, ¿Se ha pretendido en Cuba alguna vez otra cosa?
Y felices vacaciones, para quien las tenga. En julio tendré acceso a internet; en agosto, seguramente no.

miércoles, 18 de junio de 2008

DESPOJOS


Desea dar ya al suelo estos despojos
Fray Luis de León

Razonará el estado en que se halla
Y acudirán los pensamientos fieles;
Desarmarán tus ojos, por crueles,
Mientras el juicio sus razones falla.

Intentará salirse de la malla
En que tus ojos tienen sus cuarteles;
Pretenderá borrarte, aunque sus pieles
Anhelarán ser campo de batalla.

Todo esto el alma conseguir procura
Para alejar tus ojos de su lado,
Para seguir en soledad su estado,

Para olvidar a su enemiga dura.
Después el alma, perdidos ya tus ojos,
Desea dar ya al suelo estos despojos.

lunes, 9 de junio de 2008

SOMBRAS SUELE VESTIR


Sombras suele vestir de bulto bello
Lope

No convencen al alma las razones
Que contradicen a su falso espejo,
Y menos cuando advierte que el reflejo
Se corresponde con sus emociones.

En vez de arrugas, ve condecoraciones;
Ve juventud en vez de rostro viejo;
Y se imagina firme el entrecejo,
Peinando canas en tirabuzones.

Aunque el tiempo su cita ha convenido
Y el alma acude sin cesar, no advierte
Que quien está esperándola es la muerte.

Y como con la vida se ha prendido,
El alma, aunque la vida vaya en ello,
Sombras suele vestir de bulto bello.

sábado, 7 de junio de 2008

CANAS FINGIDAS


A una mujer que había tintado de blanco un bucle de su pelo.

Hasta morir a vuestros pies rendido

Garcilaso

Canas fingidas, que tiñendo un rizo
De su cabello, falso y figurado,
Sobre mi corazón habéis echado
De un solo golpe infierno y paraíso,

Habéis hecho conmigo lo que no hizo
Con ella el tiempo, dictador airado;
Y luego me dejáis abandonado,
Queriendo el alma lo que ayer no quiso.

Se borrarán las canas de tu frente
Y volverás a recibir sonora
A las doradas ondas de la aurora

Que el tiempo apagará incesantemente.
Después, y con las nieves verdaderas,
Me rendiré como con las primeras.

lunes, 2 de junio de 2008

TROYA DEL ALMA



Troya del alma le prestara un rayo
Lope

No te bastó cercarme y oponerte
Con tus crueles fuerzas a las mías,
Ni te fueron bastantes alegrías
Las continuas injurias de mi suerte,

Sino que ya, por arrasarme y verte
Reina desoladora de mis días,
Has entrado a traición donde querías
Y siembras fuego, destrucción y muerte.

Y pues todo lo quemas como sabes,
Aunque entre ruinas solas me has dejado,
Ahora arranco del fuego mi costado

Y te lo envío para que me acabes.
Última sombra donde mi alma apoya:
Mi corazón, como encendida Troya.

miércoles, 28 de mayo de 2008

LOS ÁNGELES DEL INSTANTE


Una breve introducción:
Escribí ocho o diez poemas entre los veinte y los treinta años de mi edad. Nunca he querido publicarlos. Son apasionados; intentan expresar emociones relacionadas con el amor y el paso del tiempo. Los amores correspondidos siempre he preferido vivirlos antes que escribir sobre ellos.
Recibo tanto afecto en vuestros comentarios, que me atrevo a mostrarlos aquí. Nada hay más penoso que encontrar por la calle a un conocido que se dirige a nosotros, arrollador, diciéndonos: "precisamente llevo aquí unos versillos..." Si fuera el caso, espero que me lo hagáis saber.
Tomo generalmente la forma de los cuartetos de la tradición castellana y la forma de los tercetos de la tradición inglesa. Así que se trata de un soneto híbrido.


I
de hierro y de crudeza y fuego armado.
Fray Luis

Llega la nave al fin a puerto oscuro
Rota la vela ya y desarbolada.
Por la herida va el alma derramada,
Y las potencias por el aire puro.

A la muerte no espera en lo seguro,
Porque a la vida el alma está agarrada;
Y se vuelve a las olas, preparada
A combatir al enemigo duro.

Aunque dispuesto el corazón se halla
A defender sus lazos con la tierra,
Y los llorosos ojos, a la guerra,

Y la sangrienta mano a la batalla,
Esto todo lo arrasa el tiempo airado,
De hierro y de crudeza y fuego armado.

jueves, 22 de mayo de 2008

EL MANIERISMO


Como ya mostré al hablar de mi predilección por Correggio en el Prado, me encanta el manierismo. El siglo XX rehabilitó este momento de la pintura, que durante algunos siglos fue despreciado y asimilado casi a la idea de amaneramiento. Sin embargo, nada más lejos de sus intenciones y de sus recursos estilísticos. Para mí, el manierismo es el primer intento de hacer lo que se ha dado en llamar pintura-pintura, casi como una primera cara oculta de la abstracción. Abstracción en el sentido de apartamiento de la naturaleza como modelo, de modo que si el renacimiento trata de copiar poniendo en equilibrio a la naturaleza, el manierismo intenta sustituirla y comportarse como naturaleza él mismo; es decir, pasa de la imitación a la creación, y sus contenidos no tienen otro modelo que el de la propia pintura.
Frente al idealismo del arte clásico del último renacimiento, frente a su equilibrio artificial, el manierismo pretende reflejar la verdadera realidad, la contradictoria, la que se convulsiona, la inconforme consigo misma, la crítica. Y todo esto lo hace, no como lo haría el siglo XX, por oposición radical a lo figurativo, sino tomando las bases formales de lo figurativo y conmocionándolas con la inserción de un espíritu rebelde en ellas. De un espíritu desgarrado, agitado, que casi no cabe dentro de su expresión formal y por eso estira los cuellos y abre las manos como en una coreografía de Lizt Alfonso.
¿Es posible vivir con la paz que reflejan las obras de Rafael Sanzio? ¿Se puede compatibilizar vida y fe? ¿Hay felicidad con el hombre inserto en una estructura social despiadada? El manierismo refleja la tragedia interior de no saber cómo; no es un estilo progresista, en el sentido de saber cuál es el camino correcto, sino un estilo atormentado, como el del que desconoce la solución, pero piensa que las cosas no pueden ser como nos las dictan quienes ostentan en ese momento el poder y la fe.
Siempre me ha gustado lo que la literatura expresa veladamente sobre otras literaturas, lo que la pintura y la música nos muestran de las relaciones de su autor con otras músicas y con otras pinturas. Es decir, muchas veces he preferido lo pintado a lo vivo, por mucho que esto pueda ser una aberración. Claro, para el ser inocente que logra vivir en la naturaleza, todo arte es superfluo. Pero para quien se ve rodeado de construcciones humanas, de estructuras artificiales, de contradicciones que se ve forzado a resolver para vivir, la naturaleza tiene que quedar muy lejos, y lo que importa son las consideraciones que otros hombres hagan de los problemas que nos atormentan, de los enigmas, no naturales, que desbordan nuestro pensamiento. Y el manierismo es tal vez el más vivo retrato de esa contraposición, de ese desgarramiento. A los pintores manieristas no les interesa lo que existe sino lo que se ha pintado ya. Ese es el libro en que saben leer. Y sus espectadores tienen que ser, por tanto, quienes se encuentran en el mismo brete: no saber cómo compaginar instinto y fe, libertad y estructura social. Entre reforma y contrarreforma, el manierismo es una especie de limbo, fuera de la creencia en la verdad, fuera también del propósito de convicción y de conmoción del barroco. ¿A quién iban a convencer los manieristas, si no sabían verdaderamente cómo vivir? Frente a la reforma, los manieristas no son capaces de creer que todo sea tan simple; frente a la contrarreforma, los manieristas se niegan a la manipulación que exige, y a la popularidad que busca. Si algo fue el manierismo, fue un arte oscuro, cuidadoso de que apenas nadie más que los propios pintores entendiera toda la carga crítica y rebelde que aquel modo de entender (o expresión del no entender) comportaba.
A menudo no nos damos cuenta de que nuestras rebeldías están previstas y son un eslabón más en la cadena que nos ata. Quien tiene la posibilidad de decidir, decide si nos corresponde ser clásicos o románticos. ¿Estamos seguros de que cuando nos oponemos a la moda no hacemos moda? Lo crucial, lo que siempre perdemos esta humanidad desdichada, es la libertad interior. Podemos creer que siendo barrocos nos oponemos a esas cadenas, sin ver que ser barroco en un momento histórico es lo único que se puede ser. Admiro a los manieristas porque creo que fueron los únicos -o casi los únicos- que, sin que se diera cuenta quien lo hubiera impedido, arrojaron por la borda la convención y el dictado, para hacer, de alguna manera, lo que les venía en gana; fingiendo asumir las reglas, las rompen completamente; expresan que no admiten la alienación y que harán lo que sea por evitarla.
Lamentablemente tal vez, el manierismo es un momento fugaz, sin continuación y sin precedentes que yo conozca. No sé si ha habido en toda la historia del arte pintores que se hayan enfrentado más radicalmente que ellos a lo convencional. Lo convencional, que de alguna forma lo intuyó, trató de confundir su grito con amaneramiento. Pero cuando veamos al resucitado de Correggio apartarse y abrir las manos frente a la Magdalena postrada, no pensemos, por favor: Qué cuadro más amanerado. Pensemos más bien: Qué pintor tan rebelde.

viernes, 16 de mayo de 2008

POR QUÉ ME GUSTA LA ROPA TENDIDA


Para mi colega Odette Farrell, que hace tiempo
tiene curiosidad sobre mi arquitectura, sospecho.

Para variar, hablemos, si os parece, de arquitectura. Y pongo arquitectura con minúscula, porque en esta ocasión será la mía. Pienso que soy lo suficientemente anónimo como para hablar libremente. Nada me gusta menos que esas páginas web de arquitectos "soy tal, hago cual, vendo lo de más allá". Ya se supone. Aquí hacemos, con más o menos fortuna, otra cosa.
Os hablaré de la única obra de tesis que he proyectado, y fue hace ya bastantes años; se trataba de construir un grupo de viviendas para personas con ingresos bajos. Como lo que no es tradición es plagio, os diré las fuentes que me inspiraron. En cuanto a la idea, los "Inmuebles-villas" de Le Corbusier. Fue una propuesta ideal de construir "chalets" en altura. Le Corbusier la propuso en un dibujo, pero yo no sé que se haya construido. Formalmente, ya que la propuesta había que materializarla, me fijé en las Viviendas en Trafalgar Square de James Gowan, que son una interpretación sobria y austera de la vivienda colectiva en ladrillo visto y que desarrolla el tema de la galería de acceso como "calle interior".
En definitiva, se trata de lo siguiente: combinar la calidad de vida de la vivienda unifamiliar, con la sensación de intimidad y espacio propio que supone, con las dificultades de obtenerla por el alto precio de suelo. Los edificios de vivienda colectiva resuelven este último problema, pero soslayan el primero. Los conjuntos de viviendas unifamiliares no se pueden pagar por una persona que viva de un trabajo normal.
Como algunos habréis pensado: ¿por qué no probar a superponer viviendas unifamiliares unas encima de las otras? Si conseguimos construir una vivienda unifamiliar, con su jardín, y trasladarla, como con una gran grúa, al espacio, el problema estará resuelto.
En las viviendas que yo proyecté, el esquema fue el siguiente:
Se traza un núcleo de comunicaciones, vale decir una escalera; esa escalera con lo que comunica es con calles: en la planta baja, en el piso tercero, en el piso quinto, etc. Esas calles peatonales está abiertas al exterior, se pueden ajardinar, etc.
Desde esas calles se accede a los, en este caso, dúplex. Viviendas en dos alturas con un jardín que ocupa, naturalmente, las dos alturas también; lógicamente, la vivienda se vuelca a su jardín, de donde le llega la luz: es el espejo en que se mira. Y así, hacia arriba, hasta el infinito; espero haberme explicado. Si alguno piensa que el único problema está en cómo aislar el tránsito de las calles elevadas con las viviendas, para obtener intimidad, yo también pensé en lo mismo. Así que, junto a las calles, puse el lavadero y un aseo auxiliar, con ventanas altas; esas piezas no requieren visión, aunque sí ventilación y luz. Esa fue la mejor forma que encontré de resolver el problema.
La estructura se hizo en hormigón armado, con vigas colgadas; quiero decir, vigas que se descuelgan por debajo de los pisos; son las que mejor funcionan; a mí me encantan. Si se piensan al proyectar, no estorban en las habitaciones sino todo lo contrario: marcan la verdad de los espacios. La fachada es de ladrillo visto. El ladrillo es un material hermoso y duradero. Hay conventos españoles en ladrillo visto que ya tienen quinientos años, y siguen funcionando. La escalera interior de cada vivienda está completamente compensada, para que ocupara poco espacio y se aprovechara el precio del suelo. Sin embargo, por ese motivo, disminuyó un poco la economía de la construcción. El núcleo de comunicaciones se construyó en hormigón visto completamente. Pensé que tendría que resistir muchos años el trasiego de las viviendas. Efectivamente, el tiempo ha mostrado que fue una buena solución.
Un error que yo detecto -tendrá muchísimos más- fue que me empeñé en que los morteros se usaran con mezcla de cal y cemento, por no sé qué virtudes de plasticidad que había estudiado en la escuela. Después aprendí que es mejor usar el material que los operarios sepan manejar con más familiaridad.
Las viviendas me han dado solamente alegrías. Una de las más grandes fue en otra ocasión en que me encargaron una vivienda unifamiliar. Como ocurre algunas veces, si alguien no te conoce bien, duda de si las cosas que proyectarás serán acertadas. Pero salieron estas viviendas en la conversación y al saber la persona que dudaba que yo fui el proyectista, me dijo: ¡pero si una de mis tías vive allí! ¡Tiene una casa fantástica!
Como alguna lectora me había preguntado por mi arquitectura, he tratado de mostraros esta obra.
Y me gusta la ropa tendida por varias razones. La primera, porque ropa tendida significa vida; y también significa la naturalidad de la gente que no disimula su carácter y sus necesidades corporales. Tampoco me atrae que los arquitectos consideremos nuestra obra "intocable", que parece que con un estornudo se puede estropear. Si la arquitectura vale algo es por las ideas que representa y expresa, no por el traje que la viste (para mí). Esa arquitectura tan formal me recuerda a las estructuras deshabitadas. Y tampoco comprendo que los habitantes de una arquitectura estén para servir a la edificación. Parece imposible, pero sucede: no se puede pintar las puertas, no se puede tocar las ventanas, no se puede alterar la fachada. Yo no pienso así. La arquitectura está para servir a sus usuarios, no para que los usuarios la sirvan a ella. Y si sirviendo se descompone, se arruga o se mancha, esa es la dignidad de su oficio.
En unas viviendas como las que he descrito, con los ideales que encierran, cada vez que paso y veo ropa tendida sonrío y pienso que, modestamente, conseguí lo que me proponía: Que cada uno de sus habitantes sintiera su casa como suya; en altura, sí, pero unifamiliar.
Ah, me olvidaba. Veréis en las fotos que algunos de los usuarios hicieron modificaciones, tal vez os parezca que pobremente ejecutadas. Eso me gusta tanto como la ropa tendida, lo confieso.

jueves, 8 de mayo de 2008

AVENTURAS EN UN MOCKBHY. COSAS QUE PASAN EN LOS RESTAURANTES.


Desde hace mucho tiempo pienso que el retrato de nuestra época lo trazó el escultor de «El Galo Moribundo» y el de «El Hermafrodita Tumbado». En una civilización que muere, la belleza del equilibrio y la armonía cansa a casi todos. En nuestra etapa helenística, nos aburre aprender a distinguir unas miradas de otras; en cambio, consideramos importante conocer los sutiles matices que diferencian el aroma de los vinos.
Y con esos matices me peleo yo desde la juventud asimismo, nunca en busca de una moral, sino de una libertad. Leí en Séneca lo que citaré de memoria; no voy a buscar la frase original, porque lo que recuerdo es lo que he llevado conmigo: “La naturaleza puso el placer unido a las cosas que nos son necesarias para que no dejáramos de hacerlas. Cuando el placer impone su propio derecho, es lujuria.”
Soy como todos, así que confesaré que bebo vino, que tomo ron, que sucumbo a menudo ante este derecho que tantas veces me ha impuesto el placer. Pero al mismo tiempo, convertirme en “gourmet” o en “connoisseur” me habría avergonzado. Me parece que una cosa es el placer en sí mismo, donde no encuentro maldad; otra, ese derecho ajeno a veces terrible, que siempre he sentido como la verdadera esclavitud, la servidumbre de ser material. Placer y dolor son dos caras del mismo personaje. Pero objetivamente, si hay veces en que no sabemos evitar que el dolor se imponga, tal vez podamos intentar resarcirnos frente al placer. Quién sabe. Y toda esta introducción, para intentar que comprendáis mis sentimientos ante ciertas situaciones que se producen en los restaurantes. Hay que comer, sí; pero seremos más libres, creo yo, si no permitimos a las masitas de puerco o al picadillo imponerse sobre nosotros.
Comer en La Habana, en una paladar o en un restaurante, no tiene mayor problema. Me gustaba el ranchón de 5ª y 16 que desapareció, porque siempre había frituras y nunca sabían "de qué saldrán". En aquella época prefería con mucho los restaurantes a las paladares, aunque tal vez más arreglarme con cualquier cosa. Desayunaba muy bien en casa; lo demás, no tenía tanta importancia.
Pero en el interior, las cosas cambiaban. En Cienfuegos, las paladares pagaban la patente de moneda nacional, pero tenían dos cartas, una para los turistas, en divisa, y otra para los cubanos, en pesos. Me irritaba interiormente que los dueños de las paladares me consideraran incapaz de quedarme sin comer, en pos de una idea. A ver si me explico: si en la mesa de al lado unas masas de cerdo cuestan 5 pesos y a ti te piden 5 dólares, quien lo hace supone que el hambre o alguna otra cosa te doblegará. Te está considerando incapaz de resistir, está poniendo un precio realmente bajo a tu dignidad para contigo mismo. Como todos los paladares estaban de acuerdo en seguir esa política, férreamente, era muy difícil saltársela. Una vez conseguí burlarla, pero fue abusando de la palanca de un amigo. Me parecía una cuestión de principios resolver el problema.
Tampoco tenía sentido comer habitualmente en La Casa Verde, en el Jagua, en el Rápido o en alguno de los ranchones que vendían bocaditos. Realmente yo deseaba luchar contra las paladares, no quedarme sentado y perder la batalla. Como quien sigue el consejo de Matisse de vivir de otra cosa se encuentra con una libertad terrible, decidí que la solución sería poner mi propio restaurante.
¿Te parece difícil, Jueves? Pues nada más sencillo. Si no pensaba cobrar, no existía el problema de la patente, la licencia, ni ninguna autorización adicional; así que expuse mi propuesta: yo pondría los materiales y la otra parte el trabajo. En la casa, la comida y la bebida correrían de mi cuenta. Alguien pondría el lugar y la maravillosa sazón. Yo comería habitualmente allí. Entre las condiciones pactadas, estaba el derecho que tendríamos las dos partes a invitar a comer o a beber a quien quisiéramos, dentro de lo que nos pareciese razonable.
Y enseguida me salieron candidatos. Dos señoras que vivían solas estuvieron completamente de acuerdo en todo; no solamente eso; les pareció divertido y un disolvente para la rutina diaria. A mí siempre me gustó ir al mercado, así que todo resuelto. Pasamos muy buenos ratos; las dueñas de la casa siempre me ofrecían una cama para descansar. Yo nunca lo acepté; eso jamás. ¿Dormir en un perfecto restaurante? Hubo almuerzos, comidas, cumpleaños. Tertulias diversas a la luz esclarecedora del ron Palma. Todo tiene que terminar, pero aún añoro aquéllas caminatas hasta el mercado. Eso sí, jamás se cocinó allí un pollito de Vietnam, que tanto le gustaba a mis amigos. El animalito, como un buen restaurante que fue -aunque los comensales no lo supieran- siempre fue criollo. ¡Ay, mi guiso de Quimbombó, que resbala!
Si Cienfuegos acabó siendo fascinantemente -para mí- divertido, en Camagüey me resultó mucho más fácil. Yo adoraba el Ovejito, que en los primeros viajes siempre se portó bien conmigo, con un servicio amable, cordial y maravilloso. Pero el Ovejito se metió en reformas y hubo que buscar alternativas. Sin mucha esperanza entré en un paladar, espléndido de aspecto y de situación. Antes de sentarme, pude oír repetirse cien veces la llamada: "Tizón, aquí." "Tizón, trae pan". "Tizón, una cerveza". Tizón, naturalmente, era negro [sic. Tomo ese vocablo de Lydia Cabrera] como su apodo. Estaba puesto en bandeja. Me senté, y allí se acercó aquél a quien llamaban Tizón. Lo primero que le dije fue: ¿Sería usted tan amable de indicarme su nombre? "Raudel", me contestó, no lo olvido. "Raudel, ¿sería posible almorzar aquí pagando en dinero cubano?" "Cómo no, señor, será un placer atenderlo". Y así, sencillamente, mi desde entonces amigo Raudel me permitió comer allí, con el dinero cubano que no me ofendía; como los demás, tantas veces como aparecí. No fue una impostura. Es que nunca, jamás, he nombrado a nadie, ni a una sola persona, por su apodo.
Y sí, alguna vez, tal vez una sola, porque no sería necesario más, Raudel y yo supimos, porque el fondo de nuestros ojos lo expresó así, que cuando dos "tizones" se encuentran, se hacen silenciosos amigos, en la distancia, tal como conté que nos ocurre a los amigos de José.
Ya lo dijo Juan Ramón el otro día, en la segunda: "¿Los tizos que apagó el sol/cayeron en tu jardín?"

lunes, 5 de mayo de 2008

AVENTURAS EN UN MOCKBHY. TRES REGALOS FALLIDOS


En la casa de Playa donde solía quedarme en la Habana vivía una familia encantadora, compuesta por un matrimonio, dos hijas y una abuela. La abuela me sorprendía con su comprensión, su ternura, su discreción y su perfecto pronóstico del tiempo. Cada día, por la mañana temprano, me decía: cuidado, a tal hora lloverá. Y matemáticamente llovía a la hora prescrita.
Un día la mamá, a la que yo me había ofrecido mil veces para traerle de España lo que necesitara, me abordó con una petición. Me explicó las dificultades para obtener ropa interior. Además, me dijo, con el lavado constante estas prendas, que son muy frágiles, se deterioran rápidamente, y ya me puedes imaginar buscando por toda la Habana un nuevo juego de ajustador y blúmer que me convenga, y que sé que se romperá enseguida. ¿Tú podrías traerme de allá uno de la talla 105?
Cuando tengo las ideas claras soy concienzudo, así que en España examiné a fondo la corsetería. En cuanto a la talla, no había problema, pero mi premisa de encontrar algo realmente resistente no era tan fácil de cumplir. Yo había asimilado la imagen de esa rotura casi inmediata que los lavados producen en las prendas, y me había propuesto burlar al tiempo, que nos deteriora a nosotros también. A todos los sujetadores que me sacaban les encontré un defecto u otro: los corchetes se oxidan, las flores cosidas en el cruce de las dos copas se descoserán; los rasos y las muselinas pueden rasgarse, nada hay más triste que ver un elástico que ya no ciñe. La corsetera no comprendía que yo necesitaba algo totalmente irrompible. Hasta que por fin, una dependienta más anciana se acercó a nosotros dispuesta a terciar y al escuchar mis necesidades, guiñándome un ojo, me dijo que ella sí que había comprendido lo que yo necesitaba y que lo sacaría de la parte arquelógica del inmenso almacén. Efectivamente, a los pocos minutos apareció con una sonrisa de complicidad, con un juego de ropa interior color carne que verdaderamente colmó todas mis aspiraciones. La tela era de fuerte algodón, en triple capa; sus hojas estaban cosidas en infinitas puntadas minúsculas, perfectamente paralelas. Para que mi goce fuera mayor, se amarraba con unas gruesas cintas que se entrelazaban en quíntuple nudo, de las que la vendedora y yo razonamos que en todo caso siempre podrían reponerse, mientras siguieran existiendo en el mundo cordones de zapatillas de deporte. Con ojales de latón, que no se oxida, apenas tuve que examinar el blúmer; estaba a juego, y se anudaba también, lo que eliminaba la posibilidad de rotura del siempre dudoso y contingente elástico. Ni un gramo de lycra en la composición, ni poliéster ni nylon. Sólo algodón egipcio, de la mejor calidad. Me costó caro, pero valía la pena, ya que pude imaginar cómo mi querida patrona usaría, agradecida, mi regalo al menos durante los próximos cincuenta años.
Ay, al regresar a Cuba, lo primero que hice fue buscar, triunfante, mi regalo, esperando ver los ojos de admiración que mi perfecto trabajo merecía. Sin embargo, me asombró encontrar solamente una frase cortés de agradecimiento y unos ojos cuyo inicial brillo se apagó de inmediato. ¿Qué habría pasado? Una frase, escuchada más tarde por casualidad, me aclaró mi error. Ella me había hecho el encargo pensando secretamente en las lujuriosas artes del capitalismo; soñaba con un ajustador frágil, de encaje, como los que aparecían en las revistas extranjeras, no un "Matapasiones" como el que yo había comprado. Esa palabra, "matapasiones", fue la que por fin me sacó de mi error. Y comprendí que su razonamiento acerca de la fragilidad había sido la excusa que se le ocurrió para justificar su petición. Nunca termina uno de aprender.
Su marido celebraba el cumpleaños durante el mes de Agosto, que yo pasaba siempre en su casa. Así que otra vez también creí haber descubierto la pólvora cuando aparecí con un flamante faro para su bicicleta, acompañado de la dinamo correspondiente. Enseguida me explicaron que todas las bicicletas vienen con faro, pero que hay que quitarlo si se quieren recorrer distancias con un esfuerzo razonable. Ese fue mi segundo regalo fallido.
Un año más, me levanté ese mismo día del cumpleaños, para encontrar la casa desierta. Todos se fueron a celebrar, temprano, al parque Lenin. Pero escucho unos ruidos. Desierta, no. Estaban dos trabajadores picando los azulejos del cuarto de baño. Era, casualmente, el primer día de trabajo. Frente a la casa había un agromercado, así que me acerqué para recolectar el desayuno; una frutabomba y unos cuantos coquitos, dulce que estaba riquísimo. Ofrecí mis manjares a Fico y a su compañero. Fico era el trabajador mayor de los dos, un hombre delgado y risueño, con un gran sentido del humor. Ambos aceptaron la invitación, pero se extrañaron también de que yo desayunara esas cosas tan raras. "Con lo buena que está esa pierna de puerco asada del agromercado, es extraño verte desayunando los coquitos". Entendí la indirecta, y al poco rato aparecí con una libra de carne. Allí fue el gozo, la alegría, solamente empañada por la falta del líquido elemento con que pasar las viandas. Ahí si que estamos embarcados, dije, lo único que tengo a mano son dos botellas de ron, y por la mañana temprano... ¡No importa, tú sácalas, nosotros nos arreglamos con cualquier cosa!, me indicó Fico enseguida. Ya podéis imaginar cómo pasamos el día; la mujer del otro compañero se quedó con la comida puesta; entre cuentos y anécdotas se nos fueron las horas y como a las seis de la tarde, habíamos dado fin a las botellas de ron. En ese momento, Fico vuelve en sí, como de un sueño y, golpeándose la frente, dice: "¡Dios mío, están a punto de volver del parque Lenin, y no hemos trabajado nada en todo el día!" "¡Dale, vamos a recuperar en un momento el trabajo, antes de que se den cuenta de lo que hemos estado haciendo!" Entonces comenzó un frenético ritmo de maza y martillo; los azulejos caían hechos pedazos, sin orden ni concierto y por todas partes a la vez. Y lo peor, en medio del ruido infernal, una tubería se colocó en el lugar inadecuado y sucumbió a los temibles golpes. En eso llegan los dueños de la casa; era el momento álgido de la inundación; un brazo de mar salía del cuarto de baño, mezclado con restos de barro y cal, entre intentos, ya infructuosos, de taponar la brecha, cosa que, después de algunos esfuerzos, y de cerrar la llave general, más tarde se logró hacer. Al final, Fico no perdió el trabajo, pero todos sufrimos una reprimenda justa.
Y este fue mi tercer regalo equivocado y el que más desastres produjo, sin lugar a dudas.

domingo, 4 de mayo de 2008

AVENTURAS EN UN MOCKBHY. LAS CIUDADES SUPERPUESTAS

El venado y la jicotea no pueden caminar juntos.
Lydia Cabrera

Cuando yo vivía en Madrid, la ciudad era para mí otra ciudad superpuesta a la real. Madrid era un museo, una brisa húmeda y fresca que se siente en la cara al entrar en motocicleta al Parque del Oeste en las noches de verano, quince o veinte habitaciones, doscientas calles, ochenta o cien personas. En una ciudad inmensa, habitábamos una pequeña aldea superpuesta. Todo lo demás era invisible para mí, y tengo la seguridad de haber sido invisible yo también para millones. Nadie se inmutaba frente a esa ausencia. Nuestra sociedad nos instaba a desarrollar los corolarios de la frase "no es mi problema", "no me incumbe a mí".
En La Habana, la primera sorpresa es ver su irreductibilidad. La Habana es una aldea inmensa y no es posible reducirla a otra menor. Lo desconocido no es invisible, no se puede eludir. No hay ese barrio al que no apetece entrar, esa calle que no duele no recorrer, ese animal de fondo que ignorar. ¿Cómo, acostumbrados a nuestra pequeña aldea, vivir de pronto en una conurbación?
La opción típica del turista es, en La Habana, aborrecible desde el primer día. El turista en La Habana vive una opción irreal, inventada por uno mismo. La primera sorpresa del turista se produce al comprobar que no es invisible ya para quien él quiera serlo. Todos lo ven, todos le hablan, todos lo señalan. Y el turista, que no sabe ver, tiene la sensación de que se ha acercado a una colmena y las abejas lo atacan. De modo que el pánico lo bloquea y sólo sabe esconder la cabeza bajo los brazos y correr con la imaginación.
Hay que comprender también que, por circunstancias, al turista le resulta muy difícil relacionarse, de primeras, con la inmensa mayoría de cubanos, porque muchas veces, los pocos que están siempre en la calle lo acaparan. He escuchado muchos relatos de turistas contando lo que vieron en Cuba; a mi modo de ver, casi todo lo que vieron no es real. No consiguieron acercarse a la Cuba secreta. Los bien intencionados creen que dejaron allá amistades duraderas, pero no se han dado cuenta de lo difícil que es establecer una verdadera amistad desde una distancia mental tan grande.
Para qué contar tantas anécdotas de turistas que vi en La Habana. Lo menos que se puede decir es que intenté alejarme de la interpretación de ese papel, y no siempre con éxito. Lo cierto es que tal posición al menos ni me atrae ni me divierte.
Naturalmente, mis amigos en Cuba sabían quién soy en realidad. ¡Pero cuántas mentiras habré contado por la calle, para intentar saltar del lado de allá! Lo que a primera vista parece "lumpen" en Cuba muchas veces es gente inocente, divertida y leal, si uno acierta a situarse en el lugar adecuado. Intentando eso, muchas veces quise dejar de hacer el papel de la miel y convertirme en un terrible y peligroso libador.
Ese era en realidad el motivo por el que, para mis compadres callejeros, yo casi siempre volvía, no de España, sino del tanque. El mismo motivo por el que me quejaba otras veces de que el gobierno solamente me ofrecía pasar tres días gratis en una casa de protocolo (en vez del dinero que yo pedía) a cambio de mi maravillosa propuesta de entretener a toda la Habana pasando sobre un cable que se tendería entre las cubiertas del Habana Libre y del Focsa, cosa que yo sabía perfectamente hacer por mi profesión verdadera de trabajador del alambre, equilibrista de circo. Ya Maykel comprenderá con esto mis alusiones a Mazorra; y por si tiene dudas todavía de mi capacidad de interpretación, contaré la anécdota del mayor de mis éxitos.
Estaba yo paseando con uno de esos "elementos" que se encuentran por la calle, propietario de una maldad de juguete, visitante del verdadero "tanque" algunas veces, compañero de divertidas conversaciones donde inventábamos nuevas formas de defensa y ataque frente a los turistas. Yo presumía de mi capacidad de entrar libremente a los hoteles para recoger al descuido, discretamente, centenares de cabos de cigarrillos de la inmensa mina de los ceniceros de la yuma, con los que alimentar de materia prima mi industriosa producción de tupamaros. Tupamaros que en verdad conocía porque una vez me los vendieron, un 31 de diciembre en que los populares se pusieron por las nubes y yo me empeñé en encontrarlos al precio del día anterior. Me inventaba medios de vida surrealistas para intentar colarme en ese ambiente. Se nos acerca otro "elemento", tal vez diabético que se cuidaría mal, con cuarenta pesos en la mano y una herida terrorífica en la pierna. Me dice que sabe que soy de fiar y que le traiga, en mi siguiente viaje a Cuba, no sé qué medicamento milagroso que se vende allá; fuera o no una ilusión el nombre o el efecto del medicamento, en ese momento me conmoví, y a riesgo de perder todo mi prestigio, tan arduamente ganado, instintivamente le alargué veinte dólares diciéndole: toma y búscalo por ahí. Y aquí viene el motivo de mi alegría: cuando el enfermo se marchó, sin comprender demasiado, mi amigo, el compañero "antisocial", me da con el codo en mi costilla, mientras me dice, con una sonrisa cómplice: "Compadre, le diste el falso". Se refería a uno de esos billetes "falsos", indistinguibles del original, que yo tan fácilmente conseguía, claro, en el banco que está en la esquina de mi casa. Os aseguro que en ese momento me imaginé cómo debió sentirse Napoleón en Jena.
No te voy a recomendar yo, Jueves, que te metas en ciertas calles nocturnas, ni que asumas ningún riesgo, del poquísimo que verdaderamente pueda haber en Cuba. Yo nunca me he sentido en peligro, y mira que me he metido en lugares extraños, siempre buscando la perfecta zona donde el único extranjero fuese yo. Pero lo que a veces parece lo peor, en Cuba, es tal vez mejor que nosotros. De lo que se trata es de no huir, sino de saltar "del lado de allá" al "lado de acá", como decía Cortázar. Y de divertirse practicando el superrealismo.
Una cosa que aprendí en Cuba fue a aceptarme como verdaderamente soy, porque hasta que llegué allá tenía una imagen idealizada de mí mismo. Cuba es, para los extranjeros como yo, una piedra de toque, porque precisamente encontrarse un pueblo bondadoso e inocente, que en otras partes no existe, pone de relieve las propias maldades, como un contraste. Los turistas hemos hecho daño a Cuba, ya lo advirtió Fidel en su día. Tenemos una malicia muy diferente de la de los cubanos y, muchas veces, me hubiera gustado advertir a quien se cree que está engañando a un turista que es al revés, que lo que verdaderamente pasa es que el turista se está dejando engañar con mucho gusto. Lo intenté alguna vez, pero nunca me creyeron.
Nota sobre la fotografía: la tiré en Camagüey, a una desconocida, que se percató de mis intenciones y se acercó a mirar a la cámara. Nos intercambiamos una sonrisa, pero jamás cruzamos una palabra, jamás nos volvimos a ver. Desde aquí le envío mi saludo junto con mis mejores deseos.

lunes, 28 de abril de 2008

AVENTURAS EN UN MOCKBHY


Un Mockbhy es un coche sencillo, relativamente frecuente en Cuba. Es un cuatro cilindros, fabricado en la Unión Soviética, con cuatro velocidades, refrigerado por agua. Los neumáticos son diagonales, no radiales. Es un coche espartano, sencillo y fiable una vez que se reparan los errores más graves de su construcción, como por ejemplo la calidad del termostato que abre y cierra el paso del refrigerante hasta el radiador.
La propiedad de los Mockbhy no puede intercambiarse libremente, porque se trata de un bien propiedad del estado, cuyo uso se encuentra cedido a un ciudadano como estímulo y premio al trabajo que realizó. No puede usarse por ciudadanos extranjeros, por tanto; si la policía detecta este uso fraudulento, el propietario se arriesga a perder el vehículo. Mucho se fiaba de mí la persona que me cedió el suyo durante miles de kilómetros, años atrás. Desde aquí le agradezco la confianza, a la que, afortunadamente, pude corresponder devolviendo siempre el vehículo en un estado algo mejor del que tenía al recibirlo yo (el dichoso termostato).
No me hicieron falta muchos viajes a Cuba para darme cuenta de que el uso de los vehículos que se alquilan a los turistas no era viable para mis fines. ¿Te imaginas, Jueves, recibir la visita de un amigo querido que aparcó su jet en la puerta de tu casa? Los coches de Turismo llaman la atención al igual que la llamaría caminar con taparrabos y plumas de guerra. Atraen justamente a lo que tú no deseas atraer. Dificultan a las familias normales su relación contigo. Andar sin transporte tampoco es muy práctico si pretendes conocer desde Punta Maisí al Cabo de San Antonio. Alquilar con conductor conlleva una servidumbre aceptable en algunos casos, pero no para aquél que considera la vida un curso acelerado de cubanidad. Yo fingía vivir en la Habana, en un denodado esfuerzo porque los cubanos me consideraran uno de los suyos. Un Mockbhy beige, de los más pequeños, es perfecto, dentro de lo que cabe.
Como hay que camuflarse con los colores del ambiente, conducir un Mockbhy es lo más fácil del mundo, Jueves: cuarta velocidad y de siete a diez kilómetros a la hora, con un punto de gas para que no tironee. Si reduces a tercera o das un acelerón, tu acompañante pensará: "Dios mío, cómo tú gastas gasolina". Eso hay que evitarlo a toda costa. Piensas el trayecto; buscas el camino más corto; arrancas; metes la cuarta velocidad.
Hoy contaré el día que sudé una tinta más fría con mi Mockbhy. Debajo de la bahía de La Habana hay un túnel, a trece o catorce metros de profundidad y de unos 750 m. de longitud. Empezaba a cruzar el túnel. El motor empieza a dar falsas explosiones, petardazos. Justo en la mitad se para. Se acerca un guardia con el arma reglamentaria (parecía una ametralladora, no sé qué sería). "No se puede parar aquí" (y tanto, dos carriles en cada sentido, que no siempre funcionan). Me mira. Me remira: "¿Usted es extranjero? ¿De quién es el carro?". "De mi suegro" (era la respuesta convenida), contesto yo con una voz que no me sale del cuerpo. "Su suegro va a perder el carro". Denodadamente, intento arrancar. Arranco. Ya arrancó, le digo, me voy. Le digo adiós. Me dice adiós. Siento agradecimiento y le alargo, antes de marchar, dos dólares al policía. Me pone mala cara. El motor se para de nuevo. "Intento de soborno", me dice. "Eso ya no se lo puedo resolver yo, habrá que ir para la estación de policía". Le razono que no fue intento de soborno sino intento de agradecimiento. El motor había arrancado, yo me disponía a partir, nos habíamos despedido, yo ya no necesitaba su ayuda. Me acepta el razonamiento. "De todas formas, no tengo otra que avisar a la grúa", me dice. "Dispone usted del tiempo que tarde en llegar".
Le pido permiso para reclamar ayuda de otros coches que pasen. Me repite que dispongo del tiempo que tarde en llegar la grúa. No puede hacerse otra cosa.
Hago alto al primer coche que pasa, con cinco cubanos dentro. Les cuento el problema. Tardan unos cinco segundos, después de abrir la cubierta de chapa, en mirarse y decir: "Se tupió la bomba de la gasolina". Me miran. Se miran. Me dan el diagnóstico: "La única solución es que baje la gasolina por gravedad hasta el carburador". Arrancan el depósito del líquido limpiaparabrisas. Lo llenan de gasolina. Lo apoyan encima de la cubierta del filtro del aire. Lo empalman con el carburador. El motor arranca. Salgo de allí. Total, cinco o seis minutos.
A un kilómetro más allá del túnel, paramos de nuevo. Me limpian la bomba y reparan la avería. Todo como nuevo. Nos despedimos. Yo, con el corazón a doscientos veinte v., decido irme para la playa a despejar.
A la vuelta, al ver el túnel, tomo carrerilla por lo que pueda pasar y lanzo el coche. Un policía me da el alto, gritando: "Exceso de velocidad". Cuando estoy casi parado, me mira: es el mismo policía de por la mañana. Sonriendo, me indica con la mano que siga mientras me dice: "Ya te salvé dos veces, ¡aprende!". Y sí, procuré aprender.
Otro día, más de mi Mockbhy.

domingo, 20 de abril de 2008

PUNTO FINAL. MISCELÁNEA


Cuando me propuse narrar la ruptura de Orígenes, pensé que tendría interés dar a la luz la relación de los escritores que supuestamente quedaron fieles a Lezama y los que se pasaron a Rodríguez Feo. Ahora no pienso así. Es natural que a la hormiga le parezcan demasiado expresivas las huellas del elefante, pero verla clasificar tales huellas, distinguiendo elefantes buenos y elefantes malos sería ridículo. ¡Qué sabrá ella de bondad y maldad entre los que no son de su especie!
Me ha hecho comprender todo esto el haber tenido la prudencia de repasar las fechas de las cartas entre María Zambrano y Lezama. Dije en uno de los comentarios que Zambrano fue de los primeros en colaborar con Rodríguez Feo. He podido comprobar que ello no alteró en absoluto su amistad con Lezama, que le siguió escribiendo expresando un afecto cada vez mayor. Esta comprobación me ha hecho sentirme la hormiguita del cuento del párrafo anterior. No obstante, como tengo Orígenes, estaré encantado de facilitar, particularmente, la información que desee conocer cualquiera de mis lectores.
Y leyendo otras cartas entre Julio Cortázar y Lezama he visto la preparación escrupulosa, por parte de Cortázar, de un extenso artículo sobre Paradiso. Muy fácil, pensé: bastará con sacar de su estante los tomos de la Obra Crítica de Cortázar para encontrar el artículo. Con asombro vi que el artículo no existía, en la edición de Alfaguara que poseo. Después de mucho buscar por librerías y tomos de Obras Completas, al fin, encontré el artículo. He podido leerlo en la vieja edición que conservo de "La vuelta al día en ochenta mundos". Allí el artículo se llama "Para leer a Lezama Lima". Si el artículo no es Obra Crítica, y de la buena, que venga mi querido Martín Alonso y lo vea.
Esta ausencia en la edición de la Obra Crítica de Julio Cortázar, unida a la mutilación, en las ediciones de la Obra de Juan Ramón de su "crítica paralela" ha hecho temblar uno de los postulados que yo he tenido siempre más firmes en mi conciencia. ¿Cuando leemos a los escritores, leemos realmente lo que ellos han escrito? Siempre he dado por supuesto que se censuran libros completos, que se impide su publicación o su difusión. Pero ese problema siempre pensé que se resolvía en las trastiendas de las librerías, tal vez porque en mi juventud bastaba con guiñarle un ojo al librero para que te aceptara en su secreta secta y te vendiera el libro prohibido que te interesara. ¿Se censurará, desde siempre, desde dentro de los textos? ¿Se cortan párrafos, se cambian vocablos, se interpreta el sentido de las puntuaciones? Resulta que "Para leer a Lezama Lima" no es Obra Crítica. Qué asombro, qué miedo da solamente pensarlo.
He terminado de leer el libro de John Lawrence Tone "Guerra y genocidio en Cuba 1895-1898". Del libro, destaco la impresión que me ha producido la figura de Arsenio Martínez Campos. Es el primer Capitán General de la guerra, y es recibido en España entre abucheos al ser sustituído por Weyler. Martínez Campos se debate entre la necesidad de corresponder al juramento prestado y sus convicciones personales. No se considera capaz de dirigir el curso de la guerra. No está dispuesto a hacer lo que hay que hacer para ganar, lo que luego hará Weyler. "Podría reconcentrarse las familias de los campos en las poblaciones", escribe, pero entonces "la miseria y el hambre serían horribles". "Creo que no tengo las condiciones para el caso". "No puedo yo, representante de una nación culta, ser el primero que dé el ejemplo de crueldad e intransigencia". Pide repetidamente a Cánovas que lo sustituya. En algunos lances, parece que busca el empate más que la victoria, siempre eludiendo la forma de combatir que no considera honorable, aunque sea efectiva. Weyler, su sustituto, hace la reconcentración y Martínez Campos regresa a España, donde se le recibe como a un fracasado. Me ha llamado la atención el difícil trance de Martínez Campos. ¿Cómo responderíamos nosotros?
En cualquier caso, como no he leído mucho sobre guerras, el libro me ha hecho tomar contacto con la atrocidad, con lo inhumano, con lo increíble. Las guerras en televisión tal vez se cubren de banalidad, el medio las contamina. El libro tiene dos o tres fotos atroces, de seres humanos vivos, en el esqueleto más puro, resultado del hambre. Son fotografías que será difícil olvidar.
La imagen que se muestra es el adoquinado de madera de la Plaza de Armas de La Habana, en su estado de hace catorce o quince años, frente al Palacio de los Capitanes Generales; adoquinado que amortigua el ruido del paso de carruajes, lo que pudiera interrumpir el descanso del Capitán General.
Sobre la poesia española, después de Juan Ramón, hablamos otro día.

domingo, 13 de abril de 2008

MÁS DE JUAN RAMÓN



A Julio Roberto, esperando que sea voz de Guatemala y que me conteste, por lo menos, a la segunda. A Eduardo García, muerto en Cuba en 1961, sabiendo que no podrá contestarme.

De "Estética y ética estética":

CON PABLO DE LA TORRIENTE BRAU

Cada hombre, amigos cubanos y españoles, puede pensar, sentir y hacer de sí mismo, con relación a una paz acostumbrada, y sobre todo, a una mala guerra, lo que quiera o lo que pueda. Y todos merecerán, con la sola condición de que sean sinceros y honrados, o ¡ay! de que lo parezcan, nuestra consideración absoluta... o relativa.
Sí, sí. Pero ningún hombre, ni uno solo, sea del lado y de la cara que fuese, y sea el que fuere su acuse del destino, se atreverá a dudar ni a sonreír pública ni íntimamente de la fe, la esperanza, la caridad, el noble heroísmo de otro hombre palpitantemente joven y poeta, que deja una hirviente paz y su patria viva para morir con el corazón en la mano, por el mundo que sueña, en otra.
Esta vez, la otra patria ha sido España; el héroe, un cubano: Pablo de la Torriente. Yo, como español del mundo que él soñaba, me inclino ante el ejemplo jeneroso de su muerte.

¿TORRE DE MARFIL, ETC.?

Mi "apartamiento", mi "soledad sonora", mi "silencio de oro" (que tanto se me han echado en cara, y siempre del revés malévolo, y tanto me han metido conmigo en una supuesta "torre de marfil", que siempre vi en un rincón de mi casa y nunca usé) no los aprendí de ninguna falsa aristocracia, sino de la única aristocracia verdadera y posible.
Los aprendí desde niño, en mi Moguer, del hombre del campo, del carpintero, del albañil, del talabartero, del encalador, del alfarero, del herrero, que trabajaban solos casi siempre en lo suyo, con el cuerpo en el alma, y los domingos muchas veces como yo, los desiertos domingos interiores, por la verdad, la fe, la alegría de su lento y gustoso trabajo diario.
Yo era torrero de marfil, para ciertos algunos, porque no iba a los corros del café, de la revista, del casino, del teatro, de la casa de prostitución. No, no iba; no iba porque iba al campo y me paraba con el pastor, o la lavandera; al taller y hablaba con el impresor, el encuadernador, el grabador, el papelero; al hospital a ver al enfermo y la enfermera; a la plaza (mis queridas plazas de Moguer, de Sevilla, de Madrid, de donde fuera), en cuyos bancos conocí a tanta jente mejor, viejos, muchachas, niños, ociosos de tantos trabajos, y con tantas historias y tantos sueños.

De "El trabajo gustoso":

EL CARBONERILLO PALERMO

Era tosco y feote el chiquillo de Palos, con unos claros ojos de fija redondez. Guardaba el carbón en el monte, y lo traía al pueblo en una burra vieja, digo, entre una burra y él. No se montaba nunca en la burra cargada con los sacos, la ayudaba con cuidado de niño.
La burra era para él la compañera de lo más largo de su vida, burra madre, burra hermana, burra amiga. En el campo solo, la burra era su espejo y su eco, lo era todo para él. Le llenaba el monte de vida tibia. Y con ella no se sentía vacío de cuerpo ni de alma por los arenales perdidos.
Aquel invierno la burra cayó mala. El carbonerillo, concentrado su amor, hacía todo lo posible por comprenderla, por adivinar qué tenía, para sanarla. Horas largas, inmensas horas de angustia inesplicable en el monte. Viento en las copas de los pinos, pajarillos ajenos, horizontes más lejanos.
Cuando ya la burra se echó y él no podía moverla, ideó cuidarla, entretenerla a su manera. La rodeó de paja, le traía yerba fresca, le ofrecía su pan y aceite, su sardinilla, su naranja. Se pintaba la cara con almagra y cisco y le bailaba así unos raros simulacros, unas mojigangas estravagantes; le contaba, echado contra ella, unos largos cuentos, le cantaba sevillanas, peteneras, malagueñas con letra propia y alusiva.
Sintió frío y le encendió a la burra una buena candela y se la mantuvo, hora tras hora, hasta que la burra se murió.
"¡Pero la burra se murió contenta!", decía, con su lagrimón sucio temblándole. Contenta la burra comprendida y amada del niño contento; el triste, el humilde trabajadorcillo.

[...]
Se oye mucho que la poesía sensitiva, que es la poesía esencial, debilita, y que es propia de soñador; que no es un empleo poderoso de la vida. [...] El que, como yo, ha vivido mucho tiempo en el campo, sabe que el hombre del campo, rudo en apariencia, suele estar lleno de finura para todo lo sutil que le rodea: nubes, flores, pájaros, aires, luces, agua. Tales hombres ciudadanos, comerciantes, escritores, oficinistas, casineros son quienes creen que es menos varonil espresar estos sentimientos. [...]
No, la poesía delicada no debilita. No se es débil por ser fino, sino por ser esterior; no por sentimiento profundo, sino por postizo injenio. Hombre y mujer son igualmente fuertes, y si por "afeminado", esa palabra tan pobre, tan despectiva para la mujer, se quiere decir débil, "afeminados" pueden ser el hombre y la mujer.
Lo "afeminado", que debe querer decir lo lijero de la mujer y del hombre, es lo redicho, lo refitolero, lo superficial, y esto, por desgracia, es común a mujer y hombre también. Ni la mujer es más débil, ni el hombre es más fuerte, tampoco, en su relación mutua; pero si se trata de exaltar lo que cada uno sintiese como opuesto deseado, el hombre debía exaltar lo delicado y la mujer lo fuerte. Se es débil por constitución orgánica, por enfermedad, por pereza; no por sutileza, por espiritualidad, por sentimiento. Todos seremos débiles si nos falta el sentimiento poético. Y no es tampoco poesía fuerte, como opinan ciertos tambores y clarines, esa que grita la espresión altisonante y retórica: "¡Hurra, cosacos del desierto!, etc." Cualquier coplilla popular es más fuerte que eso.[...] Escribir de propósito "poesía fuerte" es como cojer una estaca. Cuando el hombre o la mujer cojen una estaca, ya no son hombre ni mujer, son estacas. No dudemos nunca de nuestro poder natural, nuestro sentimiento desnudo.


De Sonetos Espirituales (1914-1915)

OCTUBRE

Estaba sentado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

De Romances de Coral Gables (circa 1940) :

MÁS ALLÁ QUE YO

ESE ocaso que se apaga
¿qué es lo que tiene detrás?
¿lo que yo perdí en el cielo,
lo que yo perdí en el mar,
lo que yo perdí en la tierra?

¿Más allá, más, más allá,
allá que toda la tierra,
todo el cielo y todo el mar?

¿Más allá que lo pasado
y más que lo que vendrá,
más que el principio y el fin
y más que la eternidad?

¿Más allá que yo, que acabo
todo con mi imajinar,
que estoy antes y después
de todo, más allá, más?

¿Más allá que yo en la nada,
más que yo en mi nada, más
que la nada y más que el todo
ya sin mí, más, más allá?


CALLE DE SOLISOMBRA

CUANDO la calle termina
en las dos esquinas otras,
sigue una calle de luz,
dos paredones de sombra.

Esta calle tiene todo
el arroyo de la otra;
lo que las casas tenían
lo tienen dentro sus sombras.

Y hay un hombre que prefiere
la calle de solisombra
y pierde por ella todo
lo que no encuentra en la otra.

6
PREGUNTAS AL RESIDENTE

Primera:

¿TÚ que pasas por las piedras,
tienes también raíz dentro?

¿Tu suelo y tú estáis fundidos
como yo con otro suelo?

¿Tienes también raíz fuera,
tú que pasas con el viento?

¿El sueño que vas rumiando,
vuelve a ti como a su centro?


Segunda:

¿NUBE parda que me aplasta,
te aplasta también a ti?

¿Los tizos que apagó el sol
cayeron en tu jardín?

¿El vano de este más alto
te es igual que me es a mí?


Tercera
(a los pinos hombres):

¿ESTÁIS aquí como allí,
decís al hombre lo mismo?

¿De igual manera os imanta
vuestra copa el infinito?

¿Vuestro rumor en el viento
es tranquilo y es tranquilo?

¿No hay más que un pinar, y es uno,
y es aquél y es éste, pinos?

Cuarta:

CONTRA el cielo sordo y plomo
¿tú te quedas en tu casa?
¿Esperas a gusto aquí
la muerte de tu mañana?

¿Desde aquí se va también
a la eternidad sin patria?

y Quinta:

ESOS cirros de carmín
¿qué paraísos reponen?

Tú que los ves desde aquí,
¿con qué fin te corresponden?

¿Qué mares llevan tu pie,
tus ojos, qué montes rompen?

¡Trastorno de aires y fe,
descomposición de soles!

sábado, 12 de abril de 2008

¿FUE INÚTIL LA RUPTURA?. MISCELÁNEA


No dispongo en estos días de "Estética y Ética Estética", de Juan Ramón, porque lo tengo prestado. Por eso, me he puesto a repasar "Ideolojía", que pasa por ser una edición "mejorada" al estar hecha a la vista de los manuscritos, originales, etc, del archivo de Juan Ramón en Puerto Rico. Y cuál no es mi sorpresa cuando veo que figura allí "Crítica Paralela", referenciada en una nota a la edición de Orígenes. Pues bien, en esa "Crítica paralela" no figura la menor alusión a V.A. ni a J.G. El artículo está gravemente mutilado, faltando absolutamente todo lo polémico. Así que, ¿Fue inútil la ruptura de Orígenes? ¿Ha prevalecido al final la opinión de Rodriguez Feo? Pobre Lezama, si esto fuera así. Para colmo, también se ha eliminado el agradecimiento a Alfonso Reyes. Quiere esto decir muchas cosas. ¿Son las nuevas ediciones de Juan Ramón ediciones "aumentadas" como quiere hacernos ver la propaganda editorial? ¿Son las nuevas ediciones de Juan Ramón ediciones censuradas? Ya era raro que no sea fácil conseguir la suma de lo publicado por Juan Ramón en vida. Y más raro aún que, en una obra tan fecunda, realizada en la labor de tantísimos años, se nos quiera mostrar siempre como "algo en marcha", como si todo lo publicado por Juan Ramón no fuera mas que una mera preparación para su obra definitiva, como si esta obra definitiva fuera un simple esbozo que quedó a su muerte y que corresponde a los eruditos definir y fijar. ¿En manos de quién está la obra de Juan Ramón? Yo asistí a una tertulia, en mi adolescencia, con uno de sus parientes y recuerdo con dolor que la conversación se limitó a provocar en nosotros, muchachos, una risa fácil, hecha a fuerza de anécdotas de excentricidades y rarezas.
Así que sin ir a la fuente de Orígenes no es posible conocer en su integridad "Crítica paralela". Y digo esto con motivo de lo que he observado en Ideolojía; puedo estar equivocado y que se haya publicado en otras ediciones, por lo que estaré encantado de cambiar de opinión si alguien me indica que no estoy en lo cierto.
En cualquier caso, copio la relación de lo que en mi ejemplar de Ideolojía (no sea que este caso coincida con el de Uqbar, Orbis Tertius, etc, de la Enciclopaedia Britannica) figura como "Crítica paralela" (la numeración es la de Ideolojía, ya que en Orígenes no hay numeración ninguna):
1. Él no puede
2. Estas cicatrices
3. A una violeta
4. Cuanto menos
5. Todos los sueños
6. El añadido tonto
7. Conciencia en marcha
8. A lo mejor de los dos
9 Le [sic] he comprobado
10. El exotismo
11. ¿Poesía de colores?
12. Pero no
13. Correjir y descorrejir
14. Es indeclinable
15. El orijen
y 16. Mis respuestas críticas
No sé a qué puede venir ni el y delante del 16 ni el "Mis respuestas críticas" sin estar acompañado de esas respuestas. Claro, así es fácil demostrar que Juan Ramón no estaba bien de la cabeza.
Tengo que confesar que toda esta polémica me está apesadumbrando. No soy yo quién para meterme en estas honduras, que no me gustan; pero voy de sorpresa en sorpresa. Empecé a leer Orígenes por Lezama. Empecé con Lezama por María Zambrano. Aquellos polvos trajeron estos lodos, pero no me gustan los lodos. Y como necesito descongestionarme (iba a escribir ya desconjes...) voy a pasar a otras cosas más alegres; por eso lo de Miscelánea.
Buscando algo reconfortante, he ido a parar a "El cristal amarillo" en la edición de Francisco Garfias. Allí está recogida la página de "El jardinero sevillano", que es una de las tantísimas que me gustan de Juan Ramón:

EL JARDINERO SEVILLANO

En Sevilla, Triana, y en un bello huerto sobre el Guadalquivir, calle del Ruiseñor, además (y parece demasiado, pero estas coincidencias son el pueblo auténtico). Desde el patio se veía ponerse el sol contra la Catedral y la Giralda, términos rosafuego entre el verde oscuro. El hortelano jardinero, hombrote fino, vendía plantas y flores que cuidaba en su mirador con esmero esquisito. Quería a cada planta y cada flor como si fuesen mujeres o niños delicados, y aquello era una familia de hojas y flores. ¡Y le costaba tanto venderlas, dejarlas ir, deshacerse de ellas! Este conficto espiritual (los tenía a diario) fué por una maceta de hortensias.
Vinieron a comprársela, y él, después de pensarlo y dudarlo mucho, quedó comprometido en el trato. La vendía, pero a condición, impuesta por él, de vijilarla. Y se llevaron la hortensia. Durante unos días el jardinero estuvo yendo a verla, a la casa de sus nuevos dueños. Le quitaba lo seco, la regaba, le ponía o le sacaba un poquito de tierra, le arreglaba las cañas. Y antes de irse se estaba un rato dando instrucciones para su cuido: "Que debe regarse así y no así, que el sol no tiene que darle sino de este modo, que mucho cuidado, señora, con el relente; que lo de más acá, más allá".
Los dueños se iban cansando ya de sus visitas. ("Bueno, bueno, hombre, no sea usted pesado. Hasta el mes que viene", etc) Y ya el jardinero iba menos; es decir, iba lo mismo, pero no entraba. Pasaba por la calle y veía la hortensia desde la cancela. O entraba rápidamente, pasando su vergüenza, con un pretexto. "Aquí traigo esta jeringuilla que me he encontrado, para que la rieguen ustedes mejor", o "que se me había olvidado este alambrito", o lo otro. Y con estas disculpas se acercaba a su hortensia.
En fin, un día llegó nuevo y decidido. "Si ustedes no quieren que yo venga a cuidarla, me dicen ustedes lo que les doy por ella, porque yo me la llevo a mi casa ahora mismo". Y cojió entre sus brazos al macetón añil con la hortensia rosa, y como si hubiera sido una muchacha se la llevó."

Quería también hecerme eco de las preguntas que Yolanda Molina hace en su blog sobre la amistad. He pensado contestarle desde aquí, con objeto de que podamos compartir nuestros lectores por si tuvieran la amabilidad de participar.
Con respecto a la amistad, lo que me la definió hace muchos años, y no he sabido cambiarlo, lo escribió Séneca en su carta IX:
"¿Me pides cómo nos podemos hacer un amigo rápidamente? Te lo diré si te avienes a que te pague en el acto lo que te debo [Séneca sostenía que, para tener un fiel de riqueza, entregaría un tesoro ajeno en cada una de las cartas] y quedemos en paz por lo que a esta carta se refiere. Dice Hecatón: "Te enseñaré una receta para hacerte amar sin drogas, ni hierbas, ni versos mágicos de bruja; si quieres ser amado, ama."
Sigue diciendo más tarde: "Quien comience a ser amigo por conveniencia, acabará de serlo también por conveniencia. Llevará la ventaja a la amistad cualquier recompensa si en la amistad preferimos cualquier cosa distinta de ella misma. "¿Por qué contraer una amistad?" A fin de tener por quien poder morir, de tener alguien a quien seguir en el exilio, a quien salvar la vida a expensas de la nuestra. [...] el amor puede definirse como una amistad enloquecida."
Y en la carta VI: "¿Me preguntas qué progresos he realizado? He comenzado a ser amigo de mí mismo". Grande fue el progreso que hizo: nunca más se encontraría solo. Puedes estar cierto que este hombre es amigo de todos. Consérvate bueno."
Termino. También Séneca tiene detractores por doquier, pero no quiero entrar hoy en esa polémica. Solamente diré, en su favor: ¿Acaso puede el escorpión dar leche de vaca?

Adenda: Tengo ya en mi poder "Estética y ética estética", en la edición de Garfias. También está suprimida la parte de la polémica. Se conserva el agradecimiento a Alfonso Reyes. En la introducción, Garfias se justifica: "Hemos procurado, tanto él [Francisco Hernández-Pinzón Jiménez. sobrino del poeta] como yo, que las páginas aquí reunidas tengan un alto nivel de calidad, desechando críticas primerizas o notas de menor interés; procurando, dentro de lo posible, que toda la labor reunida tuviese ese sello de exigencia antológica que el poeta deseaba para sus libros."
Tal vez la clave esté en el "dentro de lo posible".

viernes, 11 de abril de 2008

LA RUPTURA DE ORÍGENES: LA VERSIÓN DE CINTIO VITIER. DOS DÉCIMAS DE GUILLÉN


No me ha interesado nunca hurgar entre rencillas, así que desconozco por completo las raíces de la desavenencia entre JRJ otros "poetas". Algo grave debió suceder en 1933 entre J. Guillén y JRJ, porque en la edición del 62 de Francisco Garfias de cartas escogidas de Juan Ramón, ya figuran tres "Telefonemas" de éste a Guillén, que paso a copiar:

Madrid, 24 junio 1933
Joge Guillén
Valladolid

Ruégole retire orijinal mío revista.
Juan Ramón Jiménez.


Madrid, 27 junio 1933
Jorge Guillén
Valladolid

Quedan hoy retirados trabajo y amistad.
Juan Ramón Jiménez.


Madrid, 27 junio 1933
Jorge Guillén
Valladolid

Las innecesarias explicaciones las tiene ya X.
Juan Ramón Jiménez.

Aunque muchos digan que era difícil tratarse con Juan Ramón, a mí me parece todo lo contrario, a la vista de sus cartas. Es increíble leer cómo le dice a Valle, a propósito de un libro que éste le había dedicado, Tirano Banderas, que consideraba esa obra menor y de la parte preciosista y amanerada de Valle, la que a él no le gustaba, al contrario que "Divinas Palabras", que le parecía una maravilla. Quiero decir que Juan Ramón siempre llamó a las cosas por su nombre, siempre las expresó directamente al interesado, sin esconderse y a las claras, y nunca quiso que esa actitud tan poco "política" fuera motivo de disgustos. A mí ese modo de proceder me parece sencillo, tal vez porque muchas veces también lo he hecho así; por eso mismo sé que eso que se pretende hacer por verdadera lealtad no siempre sienta bien. A menudo he repetido que seguir la corriente a alguien es un modo poco digno de despreciarlo. Y aunque lo he repetido tantas veces, nunca me ha servido de nada.
Siguiendo el hilo de la narración de Marcelo Uribe en la introducción a la edición facsímil de Orígenes, Juan Ramón escribió a Lezama:
Querido Lezama:
Jorge Guillén me atacó con sus décimas y nonas de Orígenes y en Orígenes le respondo. Es necesario desenmascarar a los traidores.
Suyo siempre,
J.R.J.
Relata después Marcelo Uribe:
Según Efraín Barradas, Juan Ramón Jiménez tomó la décima de Guillén "Desnuda Perfecta" como una crítica o parodia de "vino, primero, pura", famoso poema suyo.
Y transcribe la versión de los hechos que refiere Cintio Vitier:

"En cuanto a la ruptura entre Lezama y José Rodríguez Feo, es una enredada historia de la cual tengo la siguiente versión. Un día que celebrábamos una fiesta familiar -creo que era el cumpleaños de nuestro hijo Sergio-, Lezama nos dijo que estaba muy preocupado por la colaboración que Juan Ramón Jiménez había enviado para el número que proyectaba dedicar al centenario de Martí, ya que contenía duros ataques contra Vicente Aleixandre y Jorge Guillén, quienes eran también amigos nuestros. Recuerdo que comentó que este tipo de ataque no era propio del estilo de Orígenes y mucho menos en un número dedicado a Martí. Según nos dijo había escrito a Juan Ramón tratando de convencerlo de que enviara otra colaboración, y desde luego no publicaría aquellos ataques en el número dedicado a Martí, como así fue. Juan Ramón, sin embargo, se mostró intransigente y alegó que había sido ofendido desde las páginas de la revista y tenía derecho a responder. Resultó que, efectivamente, en un número anterior se había publicado una décima de Jorge Guillén en que ripostaba el juicio de Juan Ramón sobre los "poetas profesores". Como aquello estaba escrito, diríamos, en clave, no nos dimos cuenta. Lo que la décima venía a decir era que si algunos poetas se ganaban la vida trabajando como profesores, el que los criticaba, en cambio, vivía de su esposa, cuya voz se oía al final de la décima diciendo: "No te canses, amor". (Por otra parte, aunque no en Orígenes, Aleixandre había declarado que toda poesía "esquisita" era una poesía "mutilada"...)
"[...] Nos expresó [Lezama] además que antes de salir Rodríguez Feo de viaje al extranjero, había revisado deprisa los materiales del número siguiente y nada objetó. Sin embargo, al regresar Rodríguez Feo de España, donde supongo que estrechó su amistad con Aleixandre y Guillén, y encontrarse con el número 34 de Orígenes, en el que se incluían los referidos ataques, le exigió a Lezama una retractación pública que él desde luego no aceptó. Entraron así en conflicto y se separaron.
"[...] Aunque ciertamente no nos pareció "correctísima" la andanada de Juan Ramón contra Aleixandre (como tampoco lo fueron las de Quevedo, Lope y Góngora entre sí), cerramos filas junto a Lezama, a quien lo que le pareció "correctísima", según dice en la "advertencia" del número 35, fue la "publicación de dicho texto. Nuestra participación desde ese momento se hizo más importante, directa y sustancial."

Bien, para terminar, copio las dos décimas citadas de Jorge Guillén, publicadas en el número 31 de Orígenes, bajo el título común de "Epigramas", junto con otras nueve:

DESNUDA PERFECTA
¿Toda luz no espera elegancia,
No exige forma a tanta vida?
Que los alfileres de Francia
Preparen la Venus vestida.
Cheques firme, por tanto, Creso
Para que el régimen de exceso
Transforme en pulcritud el mal
A que un demonio le condujo.
¿Conformar a Venus es lujo
-O la creación capital?

"LOS POETAS PROFESORES"
¿Y qué? ¿Usted me querría
Genial ignaro? ¡Por Dios!
Sostengo mi día al borde
Mismo de la vocación
Sin negocio que me anule,
Sin ocio en que impere yo
Como altanero parásito
De... No te canses, amor.
Trabajar también ahonda
La vida: mi inspiración.