jueves, 29 de julio de 2010

POR QUÉ ES TAN AGRADABLE NO SER NADIE (REEDITADO)


Todos hemos sentido, en algún momento de nuestra vida, que el tiempo psicológico no es constante. Desde niño, escuché a los ancianos decir que para ellos la vida pasaba muy rápido. Me sorprendía tal aseveración, porque recuerdo que a mis tres años el mundo era tan lento que tuve que preguntar, paseando por una glorieta, a mi padre, si seria posible que alguna vez volviera a ser verano. Conforme fui creciendo pude apreciar que el horario escolar se sentía muy distinto en primaria y en la universidad. En primaria, una clase era algo casi inabarcable, donde se podían aprender infinitas cosas, todas ellas insospechadas. En la universidad, una mañana de clases parecía reducirse a unos minutos de primaria. Así que, como ahora tengo tan estupendos lectores en este blog, me atrevo a contaros la explicación que fui hilando. No es nada del otro mundo, pero me gusta. 
Necesita, eso sí, un poco de paciencia, porque es preciso conocer antes una sencilla ley de la percepción.
La primera vez que, en la Escuela de Arquitectura, me pidieron que trazara un degradado constante que fuera del blanco al negro, con tinta china de barra, ejecuté, sin saberlo, las instrucciones que Chevreul daba en su libro "Las leyes del contraste del color" para conseguir el mismo propósito. Igual que le hubiera pasado a Chevreul si hubiera seguido él también sus instrucciones, fracasé estrepitosamente, como enseguida reflejó la nota con que calificaron mi ejercicio.
Las instrucciones de Chevreul son las siguientes, tal y como las describe Joseph Albers:
"Sobre una hoja de cartulina dividida en diez bandas, cada una de aproximadamente un cuarto de pulgada de ancho, extiéndase una capa uniforme de tinta china. Una vez seca , extiéndase una segunda capa sobre todas las bandas excepto la primera.
Una vez seca la segunda, extiéndase una tercera sobre todas las bandas excepto la primera y la segunda, y así sobre todas las restantes, hasta tener diez capas planas que aumentan gradualmente en profundidad de la primera a la última."
Todo este procedimiento, que suena tan convincente, provoca una sorpresa inevitable: La sorpresa es que el aumento de profundidad gradual que se prometía no aparece en una sucesión de escalones iguales.
Está claro que hemos aumentado la cantidad de pigmento según una progresión aritmética. Es imposible que percibamos la progresión como uniforme, ya que, si las cantidades de pigmento aplicadas siguen la serie
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
fácilmente se comprende que si bien la diferencia entre el primer término y el segundo supone un incremento del 100% (de 1 a 2), la diferencia de pigmento aplicado entre los dos últimos términos supone solamente un incremento del 10%. Por tanto, veremos incrementos muy grandes de saturación al comienzo de la serie y muy pequeños al final.

La Ley de Weber-Fechner establece que para que podamos percibir un estímulo de modo que nuestra percepción aumente según una progresión aritmética, es preciso que el estímulo en sí aumente según una progresión geométrica. Si la serie anterior, que refleja el número de capas de tinta china de barra que sería preciso dar fuera
1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512
veríamos entre cada variación un incremento igual, ya que igual es la diferencia relativa entre cada uno de los tramos. El efecto sobre la percepción de las últimas 256 capas es igual al de las 2 primeras; al principio, con un breve esfuerzo conseguimos aumentar al doble la cantidad de pigmento, mientras para conseguir eso mismo al final necesitamos un estímulo inmensamente mayor.

Y aquí viene la hipótesis de nuestra teoría: Si admitimos, con los escolásticos, que el sujeto de la percepción humana es, al nacer, tamquam tabula rasa in que nihil est scriptum, a la espera de un stilo que marque la cera, podemos asociar este stilo al tiempo, considerado como aquél que graba percepciones incesantemente en nuestro espíritu. El primer año de nuestra vida extiende en el alma la primera capa de tinta china y serán precisos los dos años siguientes para percibir lo equivalente a una gradación más. Tras cuatro años más (ya tenemos siete) se extiende la tercera gradación, tras ocho años más la cuarta (ya tenemos quince); han de pasar dieciséis años para que sintamos una quinta gradación (ya tenemos treinta y uno). Me temo que después de los treinta y dos años necesarios para alcanzar la sexta (ya tenemos sesenta y tres) empezaremos a aburrirnos de ser nosotros mismos, y nunca alcanzaremos la séptima, porque para ella harían falta otros sesenta y cuatro años.
Según esto, no es de extrañar que sintamos pasar el tiempo más veloz a partir de cierta edad. En definitiva, el impacto de lo que percibimos en un año de nuestra vejez es semejante al de la primera vez que escuchamos cantar a un ruiseñor.
En términos de percepción, la mitad de la vida pasa antes de los ocho años; naturalmente, suponiendo una presión uniforme del stilo, porque si en algún momento la presión aumenta y vivimos emociones no recomendables, no haremos más que aumentar la cantidad de estímulo necesaria para que podamos percibir algo.
Pero ¿no tendrá este mundo aterrador de no percepción soluciones? Pues a mí la única que se me ocurre es reconstruir la tablilla. Borrar la tabla exige lo que parece sacrificio: no ser nunca nadie. Si somos alguien, si no eliminamos a nuestro yo, a nuestro superyó y demás familia, arrastramos en nuestra memoria un lastre inmenso de tinta china. Pero si de pronto ya no somos nadie, si perdemos la memoria personal de nuestras emociones, qué maravilla. Asombrarnos todos los días con el árbol frente a nuestra ventana exige preguntarnos, cada vez que lo vemos, lo siguiente: ¿qué será esto? ¿Será un animal, será una planta? ¿Por qué mueve sus ramas el viento?
La sociedad intenta formarnos, con buena intención, para que creemos un limitado número de unidades gestálticas en nuestro cerebro, pensando que eso nos permitirá reaccionar con una respuesta rápida cuando sea preciso. Pero saber que el misterioso animal que nos olfatea se llama gato, creer que es sencillamente un gato, un gato como el que vive pobremente simplificado en nuestro cerebro, nos hace ciegos y sordos ante el misterio. Sin esta ceguera y esta sordera no seríamos capaces de tocar a esos animales de fondo sin emocionarnos. Pero por suerte, podemos elegir: morir cada día y renacer hasta el día final; vivir el mismo día sin morir mas que una vez; a nuestro gusto. ¿Que qué elección tomé yo ayer? Yo? No sé a quién te refieres, pero de todas formas no lo recuerdo.

27 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy muy interesante teoría.


Gracias animal.

Joselu dijo...

Tu apasionante reflexión me lleva a pensar que efectivamente tiendo a ver la realidad con desapego, con impersonalidad, dejándome sorprender continuamente por lo que veo, oigo o leo como si fuera un niño. Todo me parece nuevo y a veces tengo la duda de si soy idiota o no porque tengo la sensación de descubrir mediterráneos. No sé si esto es no ser nadie. Me apliqué varios años en la práctica de la meditación, a observar sin juzgar, sintiendo la palpitación de mi ser y del universo. Esto sólo un niño puede hacerlo, sin categorías, sin juicios, sin personalidad, sin todo eso que nos hemos ido echando encima con la llamada experiencia. Un instante es eterno. Por eso vuelvo una vez y otra a esa experiencia terrible y luminosa de mi niñez. Ahí estaba todo lo que he ido desarrollando en mi vida adulta.

Animal de Fondo dijo...

Gracias a ti, Miguel, y aprecio tu comentario, porque viene desde un planeta para el que no hay naves espaciales que puedan comunicarnos. Tus quince años y mis ¿55? distan tanto como Marte y Saturno. He podido darme cuenta de ello al leer los comentarios sobre la opinión de tu madre y la poesía. Cuando alguien relacionado conmigo (digamos vulgarmente yo, aunque no lo sea) tuvo tu edad le gustaban Neruda, Apollinaire y Rubén Darío, entre otros. Hoy, solo me queda Darío de entre ese triunvirato. Sin embargo, ¿cómo no asombrarse ante los Calligrammes? Un saludo cordial con mi deseo de que sigas siendo poeta a los cuarenta.

Animal de Fondo dijo...

Joselu, has sido tanto tiempo el comentarista fijo de este blog que volver a verte por aquí me hace sentir como se sienten los amigos viejos al encontrarse; nada más alejado de la infancia.
No sé, perdona si me equivoco, pero yo interpreto como si intentaras a veces extraer significados ocultos de tu propia infancia, o como si aspiraras a conjurarla de alguna forma; todos lo hemos hecho, claro. Pero no creo que el pasado pueda alumbrarnos ahora, por mucho que lo interpretemos. La vida nos espera para empezarla cada día desde el cero, fuéramos lo que fuésemos; en definitiva y sin teorías, me parece que la bondad es la única señal clara que tenemos en el horizonte.
Un fuerte abrazo y gracias por tu visita. ¡Que sigas pasándotelo bien!

Psic. Liliana Castro Morato dijo...

Hola Animal de Fondo, muy interesante tus apreciaciones. Me recuerda el termino de deformación aperceptiva que algun dia escuche en la u, cuando estudiaba pruebas proyectivas... en verdad, es curioso como ahora los niños a los 10 años parecen saberlo todo y se aburren con mucha facilidad, antes de terminar expresan "si ya se"... bueno en mi caso, ahora con los ojos de la consciencia mas abiertos disfruto muchas mas cosas, aun las vividas anteriormente. Como JOseLu pienso que ahora es mi momento, mira tu que mi infancia fue feliz y agradable con vinculos positivos, pero a diferencia tuya, paso como rapido y creo que con los ojos cerrados... ahora lo disfruto todo, leo y releo..como con bien agrado.. un paseo en autobus se me hace fantastico e ir a cualquier lado porque todo tiene su encanto.. tomo fotos de lo que sea, todo me parece bello... y bueno creo que so es vivir con consciencia

Animal de Fondo dijo...

Me encanta leerte de nuevo, Liliana. Mis niños creo que conservan la curiosidad; si acaso se han mantenido más infantiles de lo que suele ser corriente, supongo que para bien suyo. Creo comprenderte muy bien, porque hay ese encanto en todo lo que nos cuentas que disfrutas. Me parece que la presión social de la que hablábamos el otro día nos muestra una imagen distorsionada de la realidad, que en sí es bella en cuanto la dejamos serlo.
Un abrazo y gracias por la visita y el comentario.

Maykel dijo...

Ya conozco esta teoría tuya. De pronto me complace corroborar que somos amigos hace mucho tiempo. Cuando lo leí me pareció justo y sigue pareciéndomelo. Ojalá fuera practicable; eso ya es más difícil, porque no hay algoritmo todavía para decantarse de los lastres de la memoria.

Te abrazo siempre, amigo.

Maykel dijo...

A mí todavía me gusta Apollinaire...

Animal de Fondo dijo...

También me complace a mí, Maykel. Ya otras veces he repetido que no olvidaré tu arrolladora entrada en el blog. ¡A mí siguen gustándome los "apestosos" tabacos! Y hace poco estuve a punto de recibir los que más me gustan: los mazos de 25 de la bodega, con vitolas mate y marcas que no figuran en los libros ni en las estanterías de los "connoisseurs". Siempre me dio confianza el ver que Cuba reservaba tripa de la buena para los cubanos. Las capas vistosas, para los turistas, pero detrás de una capa manchada por gotas de lluvia, he probado la mejor mezcla de suave, volado y ligero y todo ello comprado en la esquina del barrio. Lo que me apenaría es que con este comentario algún turista dejara de adquirir las magníficas hojas de plátano que suelen traer (¡y fumar!) escondidas en bellas cajas.
Me fui por las ramas, Maykel, como entre amigos me suele pasar. Al final no recibí los tabacos porque la mensajera fue reenviada para Cuba; le denegaron la entrada en Rumanía, aún llevando visado previo. Pero bueno, eso fue hace tiempo.
También estoy sufriendo con mi mujer la infinita burocracia de la renovación de su residencia. Doce años casados, tres hijos que son españoles de origen. Nada, cada vez que se vence el permiso hay que empezar desde cero, con infinito papeleo y tiempo perdido (y curiosamente con Aznar se podía entrar a España más fácil que ahora). Ahora estamos en la parte de demostrar de nuevo que estamos casados. Te cuento esto porque cuando se resuelva, hay una pequeña posibilidad de que viajemos. Ya te diré.
Yo también te abrazo siempre, querido Maykel.
PD. ¿Te gustan las Elegías de Duino? Hace tiempo que no las leo, aunque no tanto como los Calligrammes, que tal vez me siguieran gustando, quién lo sabe.

Maykel dijo...

Ah, tabacos... Un amigo que iba para Europa me hizo acompañarlo a comprar algunos, para regalar. No le serví de mucho, porque no se sabe comprar lo que no se ha fumado. Sólo te digo que eran muy caros. Le sugerí los de Romeo y Julieta porque me han asegurado con no son tan fuertes. Al final, también probamos con algunos de la calle. Espero que "tiren", como nos dijo un fumador experto. Si no, peor para los alemanes.

A mí me gustaron las elegías y los caligramas, que parecen pueriles y están hechos para "epatar".

Y dame un día tu especializado criterio sobre tabacos, que me molesta ser tan cubano y desconocedor...

Frenzo dijo...

Hola. Una acotación que no invalida el tema de la percepción geométrica.

En realidad, el degradé formado por capas debería dar una progresión geométrica (exponencial). En general, para calcular la absorción A de una película de espesor x, se usa la ecuación de Beer:

A = -log (I/Io) = k d

Io es la intensidad de luz inicial, I es la intensidad de luz después de atravesar la película.

Es decir que:

I = Io exp(-k d)

Pero cada capa tiene espesor d = n do (n = nro de capas, do = espesor de una capa).

Luego se puede llegar a algo del tipo:

I (es proporcional a) exp(-n)

Es decir que la luz percibida decrece realmente de forma exponencial aunque el espesor se incremente de modo lineal.

pseudópodo dijo...

Frenzo, lo que dices es cierto en transmisión pero no está tan claro en reflexión, que es como se verían las franjas. Parece más probable que la luminosidad decrezca linealmente, en proporción a la cantidad de pigmento depositado, pero tampoco es evidente del todo...

(por cierto, estás en todas partes y siempre diciendo cosas interesantes ;-)

Animal de Fondo dijo...

Maykel, a ver si consigo hilar una entrada sencilla hablando de mis relaciones con el tabaco cubano, que son, sobre todo, emotivas. Conocí el tabaco de antes de la plaga devastadora de principios de los sesenta, aunque entonces fuera un niño fumador, así que puedo aportar por lo menos el testimonio subjetivo de mi memoria.
¡Un abrazo!

Animal de Fondo dijo...

Frenzo y Pseudópodo, es un honor veros comentando en este modesto blog, así que bienvenidos y gracias por vuestras aportaciones.
Por cierto, Pseudópodo, ¿por qué no redactas tú el refundido y lo publicamos los dos?

pseudópodo dijo...

Eso es devolverme la pelota :-) Mañana mismo me voy de vacaciones, pero a la vuelta me lo voy a pensar porque es una idea bonita e importante, no sólo aquí sino en mas situaciones...

Animal de Fondo dijo...

Jajaja, Pseudópodo, no te lo pienses y cuando vuelvas intenta hacerlo. Es que realmente me encanta cómo sueles explicar las cosas. Yo lo hago poniendo más el acento en subjetividades y cuestiones personales y tú me parece que objetivas y apoyas más las tesis. En este caso, desde mi punto de vista, no me cabe duda de que harías soberbiamente la parte que se refiere al tiempo. En cuanto a la otra, a mí me parece también importante el darse cuenta de las ventajas de no ser nadie o de ser nadie, como queramos decirlo (¿es lo más opuesto a esos retratos en la consulta de los médicos caros?). Y tal vez en esa parte yo pudiera colaborar algo más, creo que poco porque lo que pensaba ya lo dije aquí; si te convence, creo que le sacarías más punta.
Yo me tomo vacaciones la semana próxima, así que aquí queda la propuesta. ¡Piensa en la fama! No será poca cosa llegar a la teorís de Weber-Fechner-AdeFondo-Pseudópodo!
¡Un abrazo!

Frenzo dijo...

Es que venía de tu blog, Pseudópodo, por el comentario de Animal de Fondo (un gusto pasar aquí, AdF). Mi idea era tomar el caso de absorción porque es mucho más simple y de paso da origen directamente a esa relación exponencial con el espesor, que es algo no evidente. Seguro que no se aplica para el caso de tinta china sobre papel, que es un caso mucho más complicado (porque un papel no es un espejo y la tinta china no es un barniz). Así que pasé directamente (y obvié aclararlo para no extenderme) al caso más simple de capas delgadas de un barniz coloreado (en vez de pinturas, que tienen el molesto pigmento) aplicadas sobre un vidrio (absorción) o un espejo (abs-reflexión-abs, donde también se aplica Beer).

Anónimo dijo...

A mi me parece una buena teoría. Me ha gustado.

Un saludo.

Animal de Fondo dijo...

Gracias, Frenzo, por la aclaración, y gracias, Toro Sentado, por la visita y el comentario.
¡Saludos cordiales!

JAKKOBO dijo...

Hola, muy buenas, es la primera vez que te leo y la verdad, me ha encantado...sólo me surge una pregunta...relacionada con tu teoría y mucho más cercana a mi realidad ¿No crees que buscamos esta progresión geométrica o tabula rasa siempre que pasamos del sexto martini?

Un saludo y enhorabuena por el blog

Animal de Fondo dijo...

Bienvenido, Jakkobo, gracias por tu visita.
Con respecto a tu apreciación, no me cabe duda de que llevas razón, jajajaj; no sé el martini, pero te aseguro que el ron cubano está estupendo. Te recomiendo uno que está importando hace poco El Corte Inglés, que se llama Cuaba o algo así. No llega a lo sublime del ron Palma, pero no está mal. Hay que tomar del blanco, no del entintado que se vende con un tono más oscuro; sin hielo ni nada, en un vaso corriente. Si lo pruebas, ya me dirás.
¡Saludos!

Mertxe dijo...

Me ha parecido muy ingeniosa tu teoría, te aseguro que he disfrutado leyéndola. Después he sonreído maliciosamente, lo confieso, porque la 'tabula rasa' tras haber vivido no permite preguntas tan avanzadas como las que expones. Sólo estaríamos en condiciones de preguntar qué será esto. Y entonces alguien nos lo explicaría, con lo cual, automáticamente, dejaríamos de ser nadie, y se pondría en marcha la rueda de la sociedad. Aprenderíamos lenguaje y que 'esto' se llama árbol. Y viviríamos como está mandado: muriéndonos todos los días. No hay escapatoria. Es tan perverso el hardware humano...

Vendré a menudo por aquí. Entretanto, mi saludo cordial.

Animal de Fondo dijo...

Bienvenida, Mertxe, me parece que si conseguimos mirarnos el uno al otro desde nuestro "nadie" nos entenderemos. Pero también podemos ser un buen ejemplo práctico de dos "alguienes" muy entintadamente viejecitos si recordamos nuestros pequeños o grandes dolores.
Podríamos olvidar, pero no nos conviene hacerlo, el lenguaje, las matemáticas, la historia universal, la literatura. No nos conviene hacerlo, porque estas disciplinas no son grabaciones en la tablilla sino que sencillamente amplían y disminuyen la extensión de ésta, sus capacidades. Cualquier ser humano ("hablo del uno, del único, del que siempre está solo", son palabras de Borges) puede aprender francés sin convertirse por ello en "un francés", sino simplemente es uno cualquiera que habla francés. El problema está en las emociones, no en sentirlas sino en recordarlas, en mirar el presente vivo a través de lo muerto. A través de lo muerto no puede contemplarse ninguna realidad, tan solo la que, como un fantasma -es una palabra tuya-, vive sola en nuestro cerebro.
Ayer estuve mirando fotografías de Cartier-Bresson, que me encanta hasta apasionarme. Y en sus retratos se ve tal vez quién ha sido nadie y quien no. Quien se ha sentido importante, por ejemplo los esposos Curie, es alguien. Giacometti, por otro lado, se ve claramente que se siente nadie. Está tan vivo ahora en estas fotografías como realmente debió estarlo. La imagen de los esposos Curie es, para mí, la de dos viejecitos en un cuerpo todavía joven.
Yo creo, sinceramente, que sí hay escapatoria.
Un abrazo, Mertxe.

Animal de Fondo dijo...

Jakkobo, el ron que te recomendé se llama Cubay, no Cuaba.

Mertxe dijo...

Perdóname si me reitero, pero es que soy algo pesadita cuando un tema me gusta y el tuyo, ya te lo he dicho, ha llegado a gustarme mucho. Estamos en el despoblado agosto y me aburría y, de pronto, me topo contigo. Compréndeme...

Respondo por el final, ya que lo que dices anteriormente parece que casa muy bien con lo que te decía yo. Excepción hecha de que las ciencias también las vamos aprendiendo y, por tanto, grabándolas para su uso y mejora. Todo se adquiere, todo se usa, todo estaba ahí, esperándonos para ir ocupando la 'tabula rasa'.

La escapatoria que dices no sería más que ilusión, porque somos tiempo y en el tiempo nos definimos: la vuelta atrás es imposible. Si no fuera así, estaríamos hablando de eternos retornos, el de Nietzsche o el de Borges, o directamente el de los griegos, es decir, de otra ilusión. Una más de las infinitas ilusiones que se permite nuestro yo contestario. Ser nadie, en sentido social, puede ser hasta reconfortante si nos asusta la marcha que lleva el mundo, pero ser nadie en el sentido que tú apuntabas en tu artículo, ser tabula rasa otra vez, pues ya te digo que no. Aunque, claro, nos queda el Alzheimer y el lavado de cerebro orweliano...

Y aquí te dejo, prometo no insistir... jis... jis...

(Por cierto, ¿te ha llegado mi primera respuesta, la que no tragó y rectifiqué? Huich...)

Animal de Fondo dijo...

Mertxe, es un placer conversar contigo, así que de pesadita nada. Por cierto, ¿has escrito ya algún comentario anterior? Es que no lo recuerdo bien... jajajja ;)
La teoría del eterno retorno es muy divertida. Lo que no explican ni Borges ni Nietzsche es que si el número de los átomos del universo es finito, en un tiempo infinito las combinaciones habrán de repetirse, por supuesto, pero también admitirán ligeras o drásticas variaciones. En una de las combinaciones tú escribirás lo que yo escribo; en otra, los dos escribiremos lo mismo. En definitiva, es la idea de la biblioteca de Babel pero extrapolada a todo el universo, no solamente a los libros.
No creo que sea una ilusión. Realmente uno puede sentir que es un ser indeterminado. Vista la vida desde ese punto, las anécdotas personales verdaderamente se siente que son fruslerías que está bien que mueran. Pero nuesta sustancia no es el tiempo. Precisamente como especie duraremos lo que dure la vida. Y si conseguimos sentir que lo esencial en cada uno de nosotros es únicamente lo común, mientras el que percibe viva, viviremos nosotros. No con nuestro minúsculo destino personal, sino con el bello destino del ruiseñor de Yeats. Podemos ser, realmente somos ese ruiseñor.
Así que ya ves que nos parecemos: creemos los dos en lo que creemos, me parece. Y si esto de referirme a los dos te parece una contradicción, a mi me lo parece también, así que lo daremos por suprimido. Lo que ocurre es que yo llevo ya muchos años ejercitándome en ver como válido solamente lo que nos es común.
¡Un abrazo!
PD. No me llegó ese primer comentario.

JAKKOBO dijo...

Vale, gracias. Tomo nota para cuando quiera una suavesita ronda de sabrosa...tabula rasa...jeje