Unas entradas atrás cité un soneto de Elisabeth Barrett Browning. No sé nada de ella. Lo que sabía lo he olvidado. Pero si alguna vez existe un mundo en el que yo desee vivir -y existirá si alguien lo incorpora a su vida- en ese mundo ha de estar Elisabeth Barrett Browning. Ha de estar, como estará Vallejo, como estará Séneca y Quevedo -tal vez la misma persona- como estará San Julio Cortázar, mi amigo querido Azorín; hasta quedará un lugar para San Silvio Rodríguez, junto a Fernando Pessoa y Juan Ramón; lástima que una de las premisas para estar sea estar aparentemente muerto. O no, porque Silvio no lo está. Ah, las excepciones.
Vayamos al soneto sin más preámbulos. Lo escribió ella, pero pude escribirlo yo, quiere decir pudo escribirlo nadie, pudimos escribirlo todos:
I thought once how Theocritus had sung
Of the sweet years, the dear and wished for years,
Who each one in a gracious hand appears
To bear a gift for mortals, old or young:
And, as I mused it in his antique tongue,
I saw, in gradual vision through my tears,
The sweet, sad years, the melancholy years,
Those of my own life, who by turns had flung
A shadow across me. Straightway I was 'ware,
So weeping, how a mystic Shape did move
Behind me, and drew me backward by the hair;
And a voice said in mastery, while I strove,
“Guess now who holds thee ?” – “Death,” I said. But, there,
The silver answer rang,--“Not Death, but Love.”
Yo pensaba una vez cómo había cantado
Teócrito los dulces y los ansiados años,
que parecen traer en las manos un don,
para cada mortal, sea joven o viejo;
y mientras cavilaba esto en su idioma antiguo,
a través de mis lágrimas, veía la visión
de los dulces, los tristes, los años melancólicos,
los de mi propia vida que por turno dejaron
una sombra en mi alma. Me di cuenta al instante,
así entre sollozos, de que una forma mística
se movía a mi espalda y agarrada a mi pelo
me arrastraba hacia atrás, mientras su voz mandaba:
“Acierta quién te coge”. – “La Muerte”, dije, pero
sonó su voz de plata: ”Fue el amor, no es la muerte".
La bellísima traducción es de Ester de Andrés.
He publicado la entrada, que estaba olvidada entre los infinitos borradores de este blog, gracias a un comentario de Alterius, a quien dedico, pues, el soneto. Espero que le guste!
7 comentarios:
Me gusta tu altar aunque no todos son mis santos. Hermoso soneto, a fin de cuentas siempre es el amor, aún cuando llega la muerte, abrazos.
Conozco un poco a Robert Browning, pero tampoco sé mucho de su esposa.
Me ha encantado el soneto, tanto, que lamento no leer fluidamente el inglés.
¡Gracias por compartirlo!
Yolanda y Maykel, qué ganas tan grandes tengo de que nos demos un abrazo los tres al mismo tiempo. ¡Espero que no sea en ese mundo de Elisabeth Barrett Browning!
Ese altarcito, Yolanda, es mucho más numeroso y tengo santos por doquier. Sin ir más lejos, hace un par de semanas llevé a mis hijos a conocer a San Bartolomé E. Murillo al Prado, a Madrid, porque una cosa que creo les hará bien será conocer a mis Orishas tanto como podamos. Claro, también fuimos al zoo a ver a los gorilas y sentí que cada vez me lastima más ver esas prisiones fundadas solamente en nuestra diversión y en su negocio.
Y el soneto, Maykel, es uno de los que deben disfrutarse traduciéndolo. Me gustaría tener la calma para intentarlo; no creo que lo consiga, pero te animo a hacerlo. Cuando he dicho traducción quería decir versión.
Un abrazo a los dos, en espera de poder daros alguna vez el de carne y hueso que nos merecemos ya.
La muerte y la enfermedad planearon toda la vida sobre Elisabeth, pero es sorprendente como en este hermoso soneto, es el amor quien le roza con sus dedos. Me imaginaba más a una poetisa del estilo de Rosalía de Castro, tan triste y desoladora. Algún día cabría hacer una recopilación de mujeres poetas del siglo XIX porque todo lo que sé es sumamente incitador e invita a su revisión. Quizás algún día lo haga. Gracias por traernos a tu espacio a Elisabeth Barret-Browning. Un abrazo.
Es que el amor es un poco ave fénix, ouróboros...
gracias amigo por esa sensibilidad. nos vemos.
Hola Animal de fondo, soy nuevo lector de tu blog y observo que compartimos gran cantidad de lecturas. Muy bueno el soneto de Elisabeth. No he tenido la oportunidad de leer nada de Elisabeth pero sé que era una de las escritoras favoritas de Óscar Wilde. Conocí de Robert Browning por medio de las clases de literatura inglesa transcritas que impartía Borges en la Universidad de Buenos Aires y que ha editado Arias y Hadis. Allí el genial Borges cuenta que la poetisa era una mujer muy enferma que estaba siempre encerrada bajo la dura tutela de su padre. Browning la sacó de ese asfixiante mundo y se la llevó a Italia, donde pasado un tiempo la enfermedad que padecía la escritora se la llevó. Desde luego el soneto que has colgado es un gran soneto, gracias y saludos, estoy deseando hacerme con un libro de sus poesías.
Bienvenido, amigo Ruiz; parece que sí, nos gustan a los dos los libros un poquito.
Creo haber leído la obra completa de Borges; o más bien lo que era su obra hacia 1976 o en la fecha en que Emecé publicó por primera vez esta Obra, en un solo tomo entonces. Así que tengo lagunas posteriores, una de ellas estas clases de literatura inglesa que citas y que seguramente me gustaría leer. Acerca de Borges, que veo te gusta, tengo entre los borradores del blog un escrito contando la ocasión en que conseguí que María Kodama me presentara y estrechar su mano durante unos segundos interminables, que aún disfruto en el recuerdo. Para mí, que era muy joven entonces, fue un placer inigualable. Voy a intentar releerlo y publicarlo.
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