sábado, 26 de mayo de 2012

AZORÍN, MELANCÓLICO: UN KANTISMO SIN LA COSA EN SÍ


Al igual que en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en el ejemplar que yo poseo del tomo VIII de las Obras Completas de Azorín, figura el libro Con Cervantes. Y en ese libro, en tal ejemplar, hay uno de los más bellos artículos que yo haya leído jamás. En ese artículo se expresa toda la melancolía de nuestra vida fugaz. Tras leer ese artículo, se desmoronan los restos que nos pudieran quedar de vanidad y de hidalguía.
Hace mucho que yo quiero transcribir en este blog ese texto y, por la pereza de teclearlo, más de una vez lo he buscado en internet. Pero no solamente no está en la edición de "Con Cervantes" de la biblioteca virtual Miguel de Cervantes; tampoco está en mi propio ejemplar de ese libro de la editorial Losada. Hoy me decido a compartirlo con vosotros. Creo que no os defraudará. Esta es la copia:

LAS LAGUNAS DE RUIDERA

En una tesis doc­tor­al so­bre un filó­so­fo aus­tría­co, Ernesto Mach, en­cuen­tro la sigu­iente frase con ref­er­en­cia a Berke­ley: “ Un kan­tismo sin la cosa en sí.” La imag­inación se echa a volar; más que to­dos los li­bros de ca­ballerías sus­ci­tan en­sueños es­tas pocas palabras; más que to­dos los li­bros que leía Don Qui­jote es­tas pocas pal­abras nos ha­cen en­trar en el reino de lo ir­re­al. Imá­genes todo, pro­duc­to to­do de nue­stro sub­je­tivis­mo. Por los in­men­sos es­pa­cios cam­ina dan­do vueltas una boli­ta; nos parece grande, pero es aca­so pe­queña co­mo un gra­no de mostaza. Con un microscopio lo­graríamos di­vis­ar en su so­bre­haz man­chas azules co­mo agua; otras man­chas grises parece que son tier­ras; son, en efec­to, con­tinentes, is­las. En la in­men­si­dad in­sondable de los es­pa­cios in­fini­tos es­ta es­feri­ta va rodan­do sin rum­bo fi­jo; nosotros creemos cono­cer su ru­ta; en re­al­idad no la tiene: si la tiene es tan es­con­di­da, tan mis­te­riosa, que no pode­mos de­cir cuál sea. Ya hace mu­cho tiem­po que en lo in­fini­to rue­da la mi­croscópi­ca es­fera; so­bre su re­dondez parece que al­go se re­mueve: plan­tas y animales; seres vivientes. Des­de el fon­do del tiem­po han ido surgien­do to­dos es­tos or­gan­is­mos vivos; cubren ya la es­fera; for­man los hom­bres pueb­los y na­ciones. Co­mo una masa amor­fa que se mueve, poco a poco ha ido con­cen­trán­dose el mun­do de la vi­da. Las imá­genes se han he­cho in­tel­igi­bles; comen­zamos a com­pren­der las leyes a que obedece es­ta muchedum­bre de or­gan­is­mos. Surge la His­to­ria. En­tre los cen­tenares de pueb­los, na­ciones y razas desta­ca algo que se va en­cam­inan­do a un ob­je­ti­vo que to­davía de­scono­ce­mos. Fuerzas del es­píritu y de la ma­te­ria con­fluyen en un pun­to de­ter­mi­nado; des­de la le­janía remotísi­ma de lo fu­turo to­do se com­bi­na­rá para que un hom­bre y un para­je —so­bre la faz de esta boli­ta— conver­jan en un pun­to; por el hom­bre será cono­ci­do en la His­to­ria este lu­gar mis­te­rioso. Des­de los ar­canos del tiem­po to­davía in­crea­do, si es posi­ble hablar así, mil­lones de moléculas se han puesto en movimien­to para crear a este ser vi­vo y este para­je. En tanto, por los es­pa­cios in­men­sos va gi­rando y gi­ran­do la boli­ta mis­te­riosa.
Cervantes y las lagunas de Ruidera; las lagunas de Ruidera, que han sido creadas desde la eternidad para Cervantes. En la llana­da que lla­mamos la Man­cha, un hombre que es pro­duc­to de la fan­tasía de Cervantes y en la es­fera que rue­da por la inmen­si­dad otro hom­bre que es produc­to, a su vez, de un ser que no pode­mos ni conocer ni definir. Dos imá­genes en una ter­cera. La ter­cera es la de este mun­do en que vivi­mos. De la Man­cha, al­lá en la le­janía tam­bién del tiempo, guar­da el que es­cribe un ac­er­vo de imá­genes ya de­bil­itadas, casi desvaneci­das. Surge inquietante, an­gus­tiosa, la frase leí­da: “ Un kan­tismo sin la cosa en sí.” Imá­genes de una cue­va, de un castillo, de unas la­gu­nas.
La serenidad de es­tos claros cristales de qui­etas lin­fas. En torno a los es­pe­jos lu­cientes, aca­so unos esbel­tos álamos: no fal­tan los grá­ciles álam­os ni en la Man­cha ni en Tier­ra de Cam­pos, la otra Man­cha de León. Pro­fun­do si­len­cio que avi­va la med­itación, paz no ro­ta en ningún in­stante.
El cielo en los días limpios re­fle­ja su azul en las la­gu­nas; si pasan nubes por la bóve­da ce­leste, las nubes cor­ren por la ter­sura de las aguas. ¿ Habrá es­ta­do en es­tas rib­eras Miguel de Cer­vantes? La nubecita blan­ca que dis­curre por el cielo es co­mo la im­agen de su vi­da y del mun­do. En la histo­ria de un pueblo, Es­paña, es­tas bel­las la­gu­nas ex­is­ten por Cer­vantes; el gran es­critor ha puesto en sus cristales un poco de mis­te­rio y de poesía. To­da la poesía an­te­ri­or se hu­biera desvaneci­do sin Cer­vantes.
Con las la­gu­nas de Ruidera  em­parejamos  en  este  min­uto  de  med­itación to­da una vi­da de ensueños y de tra­ba­jos. En el correr de los sig­los, en­tre el tráfa­go ver­tigi­noso de las cosas, un momen­to de qui­etud; la vi­da del gran es­critor se inmov­iliza en las rib­eras de es­tas la­gu­nas. Un se­gun­do que va a pare­cer un cen­te­nar de años. En si­len­cio Cer­vantes tiende la vista por la superfi­cie de las la­gu­nas. Con­cen­tración del tiem­po y del es­pa­cio en este min­uto. Con­centración de nue­stro es­píritu —pasa­dos sig­los— para sen­tir co­mo ac­tu­al este mo­men­to en que el es­critor medi­ta. To­do des­de la eternidad he­cho para este in­stante único. Por los es­pa­cios in­men­sos va corrien­do la es­feri­ta que lla­mamos Tierra.
Ha pasa­do un siglo, han tran­scur­ri­do seis sig­los; ya nosotros, que aho­ra nos imag­inamos a Cervantes, no ex­is­ti­mos; otras gen­era­ciones han suce­di­do a la nues­tra; las la­gu­nas de Ruidera con­tinúan lo mis­mo que antes, en los días nue­stros y en los días del gran es­critor. Más sig­los y sig­los,  más  sig­los  de sig­los,  más  mil­lones y mil­lones de sig­los. Ya las la­gu­nas no son las mis­mas; ya la faz de esa boli­ta que rue­da por el éter ha cam­bi­ado. ¿Quién sabe ya lo que er­an las la­gu­nas famosas? Un es­fuer­zo para imag­inar una eternidad que cae co­mo una ater­rado­ra losa de plo­mo so­bre  la  es­feri­ta Tier­ra;  un es­fuer­zo  para  lo­grar  imag­inarnos  a este plan­eta gas­ta­do, viejo, inservi­ble. To­do ha pasa­do ya co­mo en un sueño; por los es­pa­cios in­fini­tos, mil­lones de mun­dos que gi­ran ince­santes. Del nue­stro ya no hay noti­cias. Co­mo surgió de lo pro­fun­do del tiem­po, ha vuel­to a lo pro­fun­do de la na­da. No  ex­istía  la  cosa en sí;  er­an imá­genes que se han desvanecido.
Im­agen, Cer­vantes; im­agen, las la­gu­nas de Ruidera; imá­genes, nosotros mis­mos que ve­mos las imá­genes. Y es­ta es la supre­ma lec­ción que nos ofrece el ter­so y límpi­do cristal de las bel­las lagunas; lec­ción que es un en­sueño, al igual que lo era to­do lo que imag­in­aba Don Qui­jote. Imágenes del amor, del heroís­mo, de la amis­tad,  de la dicha,  de la es­per­an­za.  Imá­genes  a  que  nos  afer­ramos con to­da nues­tra al­ma. Tal es el consue­lo y la razón de vivir de los mor­tales. En tan­to que el gran­ito de mostaza corre por la que nos parece in­men­si­dad —in­mensidad que tal vez no sea may­or que la pal­ma de la mano— y que nues­tra vi­da du­ra un tiem­po que aca­so no ex­ce­da de una milési­ma de segundo.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Bello, realmente. Gracias.

Anónimo dijo...

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1930/04/27/009.html

Animal de Fondo dijo...

Breve, pero efectivo, jajajajajaja.
Saludos

reptilio dijo...

Hola camarada :D

Animal de Fondo dijo...

Hola reptilio, este blog está duro, así que camarada sea como sea :)))