domingo, 30 de diciembre de 2007

POR QUÉ NO ME GUSTA LA COLECCIÓN THYSSEN Y SÍ EL REMBRANDT DE LA HABANA

"Imagínate un edificio -puede ser grande o pequeño- dividido en muchas habitaciones; cada habitación cubierta de lienzos de distintos tamaños: miles de lienzos. Algunos representan trocitos de naturaleza en color -bichos en sol o sombra, o bebiendo, o parados en un charco, o tendidos sobre la hierba- y, al lado, una crucifixión por un pintor que no cree en Cristo, y luego unas flores y unas figuras humanas sentadas o de pie o ambulando, y frecuentemente desnudas -mucha mujer desnuda en escorzo, vista de espaldas- y también habrá manzanas y bandejas de plata y un retrato de Don Fulano de Tal y una puesta de sol, y una señora vestida de rosa, y un pato que vuela, y un retrato de Madame X, y unos gansos que vuelan, y una señora de blanco, y unas vacas en sombra con motitas de sol, y un retrato del embajador de Y, y una señora de verde. Y todo esto viene cuidadosamente reproducido en un libro que además contiene los nombres de los artistas y los nombres de los cuadros. Libro en mano la gente se pasea de pared en pared volviendo páginas, leyendo nombres. Y luego se marchan, ni más ricos ni más pobres, y vuelven a sus quehaceres que no tienen nada que ver con arte. ¿A qué vinieron?"
Wassily Kandinski, "Concerning the Spiritual in Art", 1912, citado por Fernando Zóbel en su Cuaderno de Apuntes
¿Por qué no me gusta la colección Thyssen? Pues es muy sencillo: porque parece una colección de sellos; lo único que le falta es una lista a la entrada con los nombres de los autores tachados y un rótulo junto a cada nombre: "lo tengo".
La colección Thyssen me recuerda también a un harén, que es el despropósito más grande que pueda existir: cambiar el amor verdadero por la superficialidad de su remedo siempre variado. Quiero decir que a cualquiera a quien interese la pintura, los cuadros le sirven para establecer una relación con el pintor; y si hay un pintor que nos llega, con el que conectamos, lo que se desea es ver más cuadros de ese pintor. Sé que no consigo explicarme del todo, así que pondré otro ejemplo: encontramos un amigo estupendo; sintonizamos con él, conseguimos establecer intimidad en nuestra relación. En ese momento, decidir que termine la relación para salir a buscar un nuevo amigo desconocido y repetir otra vez la operación y así infinitas veces... eso es un sinsentido, no es humano, no tiene cordura. ¡Ya tengo setecientos números de teléfono en la agenda!
Como colección, pues, es una prueba de que quien la formó no tenía el menor interés por la pintura, y ese desprecio, mostrado a través de tantos buenos cuadros, ofende. Es como no comer ni dejar comer a los demás: tengo tanto dinero que voy a comprar estos cuadros, aunque no me interesen nada.
Como museo, en mi pobre opinión, es también un mal museo; si te descubre un rasgo de algún pintor a quien no conocías, te deja con las ganas de saber más, porque resulta que como ese autor ya está tachado, no hay más cuadros de él. Y luego es sorprendente el criterio de las elecciones, que responde a cuestiones de precio y oportunidad de la compra y nunca de sensibilidad, de la que sin duda el comprador carecía.
¡Qué diferencia con los cuadros del Prado que compró Velázquez! Esos cuadros si son una elección, y sería interesante verlos todos juntos alguna vez. O el museo de Arte Abstracto de Cuenca, que fue una colección particular un día, con las maravillosas letras garabateadas en el revés de los cuadros, que podían leerse en la época en que los visitantes respetuosos no eran encarcelados si tocaban con las manos los cuadros de los museos para darles la vuelta.
Pero yo creo, para terminar, que la emoción más grande que he sentido y sentiré nunca en un Museo fue la que pude vivir en el Museo de Bellas Artes de La Habana. Yo iba a visitar con cierta frecuencia un Rembrandt que hay allí, creo que no figura en los catálogos, pero se ve que es un Rembrandt y además es bellísimo. Pues un día de los que quise visitarlo, había fallado la iluminación de su sala, no había corriente, y estaba cerrada. Sin embargo, una persona caritativa, al contemplar mi desazón se compadeció y me dejó entrar; no solamente me dejó entrar, sino también encender un mechero a una distancia segura. Así que pude ver el Rembrandt iluminado por su propia luz, por la luz que salía del cuadro, por la luz de Rembrandt iluminándose a sí misma. Desapareció el marco, desapareció el museo y permanecimos, la luz de Rembrandt y yo maravillado. Et tout le reste est litterature.

sábado, 29 de diciembre de 2007

LA VOCACIÓN Y CHUCHO VALDÉS

"Lo que yo llamo pintura no es más que un jugueteo del pincel. Hace poco me di un paseo por un pueblo cercano. Me rodeó una turba de admiradores haciéndome encargos. Pero los cuadros los querían así o asá, y los querían para cierta fecha. Acabamos mal, con insultos y palabrotas. ¡Qué lástima!" Ni Tsan (1301-1374) Citado por Fernando Zóbel en su Cuaderno de Apuntes.
Tenía pendiente ampliar el post que escribí sobre la vocación después del comentario de Frikosal, cuando me encuentro con una nueva -para mí- entrada de el objeto a que trata del mismo asunto y que me estimula. El tema, pues, son las relaciones entre el quehacer profesional y la vocación y la pregunta, si podemos cobrar por hacer lo que amamos.
El consejo de Matisse no es ninguna tontería, pero yo creo que si analizamos el valor de la producción artística de Chucho Valdés puede iluminarse la cuestión.
Chucho Valdés es, sin duda, un artista excepcional; ¿quién sería Chucho Valdés de haber trabajado en el capitalismo? y en segundo lugar, ¿en qué parte se debe al sistema económico en que ha desarrollado su trabajo la riqueza del eclecticismo de Chucho?
Lo primero que me parece asombroso en la carrera de Chucho Valdés es la libertad con que se ha desarrollado. Irakere ha sido una universidad musical de donde han salido extraordinarios talentos; alguno de ellos aprovechó enseguida esa formación para pasarse al capitalismo y podemos considerarlos como un contraste. Paquito Rivera, por ejemplo, es un buen músico. Pero es, para mí, esclavo de ser Paquito Rivera, es decir, no es libre de interpretar la música que quiera independientemente de su éxito, lo que es inevitable que lo empobrezca. No sé si me explico, pero supongo que si una manera de interpretar se vende, se convierte en un lastre porque ya no es neutral: debe repetirse. Y así los músicos en el capitalismo llegan al extremo de Miguel Bosé (contra quien no tengo absolutamente nada; realmente no tengo nada contra nadie), al que observé el otro día en TV interpretar la misma canción (bandido o tu diablo bandido o algo así) siendo un adolescente muy joven y seguir interpretándola de la misma manera -y la misma canción, cómo no le va a aburrir desesperadamente- hasta casi el comienzo de la vejez, que es donde está ahora. Paquito Rivera no llega a tanto, pero estoy seguro de que si un día le apetece grabar un disco aporreando un tambor no podrá hacerlo porque no puede fracasar.
He citado a Irakere, porque Chucho siempre ha estado ligado al grupo, que se renueva con frecuencia, y que interpreta lo que le viene en gana, desde unos boleros de lo más lánguido y tradicional, hasta las bárbaras canciones de los clubs de Jazz de Ronnie Scott y Village Vanguard, pasando por las variaciones sobre la ópera "La Molinaria", que son una verdadera maravilla. Chucho mismo puede acompañar genialmente a Omara Portuondo cuando le apetece o tocar el piano solo, improvisar, hacer temas dedicados a su madre; es decir, lo relevante es que Chucho es incontestablemente libre de pensamiento -muchos cubanos lo son- y por eso hace fusión, fusión entre sus ideas, la tradición popular, la tradición jazzística, la música clásica, lo que le da la real gana. Viendo actuar a Chucho llama la atención intuir que ha adquirido la perfección técnica disfrutando; he conocido a otros pianistas que asumían las ocho horas diarias de trabajo sobre el teclado como un tributo a sus ambiciones; pero dudo que fuera de Cuba se vea a muchos disfrutar de ese modo. Y disfrutar, o al menos ser libre, es lo que aporta riqueza a cualquier creación, riqueza de la que Chucho Valdés desborda.
Soy atrevido, porque me atrevo a suponer que a Chucho se le remunera como a todo el mundo en Cuba; más que a otros, porque se reconocerá el valor excepcional de su trabajo, pero seguramente ese más será cuatro o cinco veces más que el sueldo mínimo de un limpiador, 128 pesos cubanos en el tiempo en que yo sabía a cuánto ascendían los salarios en Cuba. Así que supongo que Chucho ganará seiscientos u ochocientos pesos tal vez (treinta o cuarenta dólares, aunque no es equivalente), será músico de 1ª categoría -no como el Charro Negro, que daba conciertos por las casas en los cumpleaños porque no lograba pasar de músico de 2ª.
Como decía Frikosal, el consejo de Matisse permite tener unas cuantas horas de libertad y añado yo: en el sistema económico capitalista. El comunismo tiene muchos fallos, sobre todo desde "el fin de la historia", pero a ver cómo hacemos en nuestro sistema, para trabajar en lo que amamos. El post de objeto a sobre el amateur y el misterio es muy revelador cuando explica que la práctica de ciertas artes, en China, no era compatible con una carrera remunerada. ¡Pues claro, como que no hubieran sido posibles de otra forma! Tenemos mucho miedo a perder, con el comunismo, nuestro cepillo eléctrico, pero yo me encuentro cada semana con multitud de personas amables que me saludan diciendo: ¡Por fin es viernes! Yo creo que, sinceramente, no hemos nacido para eso.
Hace años, un amigo íntimo mío desarrolló una metástasis en el cerebro. Con ella, salía a diario a la calle, apoyándose ligeramente en un bastón, conversaba admirablemente y se tomaba alguna copa con otros compañeros. Un cirujano que ejercía la medicina privadamente le aconsejó: "ese bastón te lo quito yo en un abrir y cerrar de ojos; si hoy es martes, el jueves estarás cantando y bailando." A partir de ese jueves, mi amigo no pudo mover más la mitad de su cuerpo y, unos meses después, murió, habiendo sufrido más de lo necesario. Tengo un aceptable seguro médico, que me permite elegir medicina estrictamente privada cuando lo deseo. He acompañado a mi mujer en nuestros partos, y me he horrorizado -porque previamente estudié las recomendaciones de la organización mundial de la salud- ante las prácticas humillantes, que degradan la condición humana, peligrosas, temerarias, que son "protocolo" en España a la hora de parir. Yo comprendo que las mujeres olvidan, tal vez porque la naturaleza lo quiera así; pero los varones estamos presentes y la naturaleza no nos ha permitido olvidar; tengo parientes en Cuba que han parido allí y nada de eso ocurre; usar un fórceps o una ventosa es motivo suficiente en ese país para estar impedido de volver a ejercer la medicina. Por supuesto, apenas hay cesáreas y es sabido que la mortalidad infantil arroja unas cifras ridículas comparadas con las nuestras, si ponemos en la balanza los medios materiales relativos y aún sin ponerlos. Hay montones de cosas que es irracional asociar con el dinero.
Recurriendo una vez más al Cuaderno de Apuntes de Fernando Zóbel, dice Einstein: "La perfección de los medios y la confusión de los fines son las características de nuestra época." De eso hace casi un siglo. Parece que la tal época no ha pasado.

viernes, 28 de diciembre de 2007

ARQUITECTURA, POR QUÉ NO

Agradecido a el objeto A por haberme sacado de un embrollo terrible en que yo solito me metí con una blogger, voy a intentar colaborar, con un comentario, a la discusión que Frikosal derivó hacia ciertas formas de entender la arquitectura en el post de la Maison Möbius. Lo escribo aquí para poder subir fotos y demás, cosa que no puedo hacer en el blog donde se originó la discusión.
Primero diré que creo que no podemos cargarnos el Estilo Internacional a las primeras de cambio. Esas edificaciones de vidrio por doquier se sustentan en una teoría que desarrollaron Philip Johnson y Henry Rusell-Hitchcock y cuyo ejemplo paradigmático es la propia Glass House donde Johnson vivió gran parte de su vida.


La casa es bellísima y, si uno es Philip Johnson, está dispuesto a pagar la factura del aire acondicionado, seguramente. Derivaciones más eclécticas pueden ser tan bellas como el original y para demostrarlo, aquí os coloco la Douglas House, de Richard Meier, que es la repera; pienso que ante una cosa así, y en ese lugar (frente al lago Michigan) uno está dispuesto a aceptar una central nuclear enterita si es necesario, ¿No, Frikosal?

En lo que sí creo que lleva razón Frikosal es en que cientos de años de arquitectura popular tienen que tener algún sentido:
En definitiva, que además del aislamiento térmico tiene sentido pensar en la inercia térmica de las construcciones; edificios como los de Santorini -y no digamos las construcciones de adobe- tienen una gran inercia térmica; se calientan y enfrían muy lentamente y por tanto son apropiados para la vivienda familiar. Con un diseño acertado se consigue que estén calientes todo el invierno, y ese calor que ceden las paredes macizas de cincuenta o setenta y cinco centímetros entona directamente con los genes de nuestra especie.
Edificios como la Glass House se calientan y enfrían con rapidez, y por tanto, son apropiados para las ocasiones en que pasan de vacíos a ocupados en un breve espacio de tiempo y, poco después, se desocupan de nuevo. Mientras en las casas de Santorini tendríamos el frío metido en los huesos hasta dos días después de volver de las vacaciones, en la Glass House, a la media hora de encender la bomba de calor estaríamos estupendamente.
¿Tiene esto algo que ver con lo que se construye en nuestras ciudades? Pues creo que francamente, no, que hablamos de otro país, o de otro planeta mejor. En nuestras ciudades, la cuestión es si se construye bienes de uso o bienes de consumo y por tanto, todo lo anterior huelga. Tiene razón Zbelnu al advertir que la calidad del paisaje urbano cambia con la latitud. Cómo se construya o no, en el capitalismo, es un problema de estructura social; no es técnico ni mucho menos artístico.
Frikosal posee sentido común, o al menos así me lo parece porque comparto la mayoría de sus apreciaciones; claro es que cada clima demanda una arquitectura; pero esto no se deja de lado por cuestiones esotéricamente artísticas, sino todo lo contrario. Los maestros de la Arquitectura moderna cuentan con todo, y es por eso que son maestros; lo que ocurre es que en el oficio de la arquitectura ocurre como con los demás oficios; igual que hay médicos que justifican la escabechina con un concepto abstracto, los arquitectos no van a ser menos. Y los abogados, no digamos. Y así podríamos seguir: los cirujanos plásticos, los profesores, los fotógrafos... aunque en cualquier caso es más fácil justificar con la sección áurea un encuadre equivocado que una gotera que nos inunda la casa cada vez que llueve.
Para terminar, que el sentido de la arquitectura sea organizar el vacío es discutible; la arquitectura no puede existir sin la luz, y hay quien piensa que realmente la luz es el único material con el que se construye la arquitectura. En todo caso, eso me da pie para colocar unos versitos, que supongo conoceréis porque los cuatro primeros son muy populares y muestran -al menos para mí- que en este asunto de los vacíos y los llenos la escultura tiene mucho que decir. El autor es Buonarroti, más conocido por picar piedra:
"Non ha l'ottimo artista alcun concetto
c'un marmo solo in sé no circonscriva
col suo superchio, e solo a quello arriva
la man che ubbidisce all'intelletto.
Il mal ch'io fuggo, e 'l ben ch'io mi prometto,
in te, donna leggiadra, altera e diva,
tal si nasconde; e perch'io più non viva,
contraria ho l'arte al disïato effetto.
Amor dunque non ha, né tua beltate
o durezza o fortuna o gran disdegno
del mio mal colpa, o mio destino o sorte;
se dentro del tuo cor morte e pietate
porti in un tempo, e che 'l mio basso ingegno
non sappia, ardendo, trarme altro che morte."

jueves, 27 de diciembre de 2007

ROSA KRÜGER

A Rafael Sánchez Mazas se le caía la literatura como a los fumadores la ceniza. Cada vez que recuerdo a un escritor que me gusta mucho pienso de él que lo admiro más que a nadie; pero no es así; es una admiración compartida. Es verdad que, en el caso de Rafael Sánchez Mazas, fui el comprador de veintisiete ejemplares de la edición de Ocnos del 71 de Sonetos de un Verano Antiguo (© Liliana Ferlosio), en previsión de que a lo largo de mi vida quisiera regalar algún buen libro; también es cierto que cuando se publicó la primera edición de Rosa Krüger me pareció caro y esperé años hasta adquirirlo y leerlo.
Rosa Krüger es el ejemplo viviente de lo que soñó Azorín en El Artista y el Estilo; algo que parece que no es nada; algo que parece que está al alcance de todo el mundo. Pero quien se pone a escribirlo comprende que eso que parece que no es nada, es todo; que eso que parece tan fácil es lo más difícil, lo más alto, lo más delicado, lo imposible de conseguir. Y sin embargo, para Rafael Sánchez Mazas fue seguramente sencillo hacerlo como un entretenimiento, como una diversión tal vez. Y que alguien nazca con esos dones para componer literatura, y que sólo conservemos unos pocos frutos de lo que pudo escribir, de lo que pensó, lo coloca a una altura inaccesible para los demás.
El nombre de Rafael Sánchez Mazas es un problema para la sociedad española. Porque el escritor ocupa un lugar tan fuera de nuestro alcance y de nuestro entendimiento, que todos intentan ceñirse a la persona, y buscan y rebuscan circunstancias que lo hagan humano, perfectible, defectuoso. Habrá testimonios notariales que lo juzguen, pero yo digo como con todos los autores a los que he tratado íntimamente a través de su literatura: que no me sirven de nada los testimonios acerca de alguien a quien conozco y a quien amo. A mí me dió palabras hermosas, bondad, inteligencia, camaradería, lealtad, honor. No sería cabal descartar lo que yo vi por la opinión de quien dice que lo conocía. Yo he visto la herida; yo metí las manos en la llaga.
Ignoro si quien ha tenido más interés en hacer olvidar a Rafael Sánchez Mazas ha sido su familia; intenté leer El Jarama en mi pubertad y no lo conseguí y sin duda será una buena novela, pero más allá del anecdotario de ministro de Franco y de número no sé qué de carnet de la falange, las palabras de Rafael Sánchez Mazas perdurarán, de modo que podremos repetir algún día la idea de alguien cuyo nombre no recuerdo, pero que seguramente será algún escritor de la época del manierismo, que tanto admiro: "Si no es este su siglo, todos los otros lo serán".
Me gustan todos los escritos de Rafael Sánchez Mazas; durante mi juventud, creo recordar que los miércoles soñaba con la puerta secreta del jardín de La Vida Nueva de Pedrito de Andía (curiosamente el único libro que poseo de la editorial Planeta); siempre quise tener una tía Clara, un preceptor jesuita que me enseñara latín y una novia Isabel que me dijera: "Si eres tú, si eres yo, abriré". En mi memoria se mezclan los versos de "Paseo de junio" con los elefantes que traen los navegantes/de las islas Hawai o del Brasil. He respirado la sombra de los invisibles abrazos familiares que hay en el umbral de las casas viejas, he querido tener por hermanas (ay!) a aquellas dos hermanas encajeras de Flandes, y he sido feliz con eso y por todo ello, gracias, Rafael Sánchez Mazas y gracias a tu madre por guardar el cuaderno de hule negro que soñé.


"Dadme -pues me dejáis- un día claro:
dadme un sol en que os pueda ver mañana;
dadme una sombra de árboles temprana
al amparo de un sitio dulce y raro.
Dadme -pues me dejáis, y lo más caro
es volveros a ver- una hora hermana
del tiempo en que sentiros tan cercana
me tornaba del tiempo tan avaro.
Pero no me digáis "adiós", ahora;
decidme "hasta mañana", y al decirme
"hasta mañana" empezaré a esperaros.
Y aunque nunca volvierais ya, señora,
todavía podría yo morirme
con la promesa de unos días claros."
1917

sábado, 22 de diciembre de 2007

FERNANDO CHUECA GOITIA

Al hilo del post anterior, he recordado a Fernando Chueca. Tuve la suerte de tenerlo como profesor de Historia de La Arquitectura en su último año académico. El curso fue, por elección suya, sobre El Barroco, y en cada una de sus clases se sentía estar en contacto con la tradición. Fernando Chueca tenía aquél año una dicción maravillosa, un lenguaje completo, definido, enraizado en nuestro siglo XVII. Nos enseñaba la razón de las cosas, los motivos ocultos de las apariencias, lo único que se puede enseñar cuando se enseña arte. ¡Qué diferencia con otro profesor de quien no recuerdo el nombre, que nos hacía comprar su pésimo y siempre reeditado libro de Historia del Arte, que ante una diapositiva de un templo nos describía siempre lo que ya estábamos viendo en la foto: "que si tantas columnas por el frente, que si tantas otras por el lateral". A los únicos a quienes les servía de algo aquellas clases de Historia del Arte era a los ciegos, que podían escuchar, como digo, la descripción narrada de la diapositiva.
Pero Fernando Chueca no era así; se distinguía de los demás profesores en todo; una de las cosas que recuerdo con más agradecimiento era el respeto con que nos trataba. Ese respeto hacía imposible cualquier ligereza nuestra. Tal vez de él aprendí esa manera que me gusta tanto y que consiste en tratar a un tarambana como a un caballero con la intención de elevarlo hasta ese nivel y, una vez que prueba el sabor de ser considerado como alguien decente, conseguir que desee mantener su posición. "Es la posición la que decide la victoria, trátese de guerreros o de frases".
Lo que será siempre inolvidable para mí es la última lección de D. Fernando Chueca, en el aula magna de la Escuela de Arquitectura de Madrid, porque estuvo llena de una emoción grande. Se despidió alguien con verdadera vocación de enseñar; además, se despidió con una cita del padre Sigüenza, que era uno de mis autores favoritos entonces. Cita que, como digo, no podré olvidar. Con breves rasgos vino a contarnos una visita de admiración que él había realizado muchos años atrás a D. Miguel de Unamuno. Unamuno quiso entregarle a Chueca unas palabras como regalo y se levantó, sacó de su estante el libro de la Historia de la Orden Jerónima y leyó las palabras de Sigüenza. Después de contar la anécdota, Fernando Chueca nos explicó que él deseaba, en su última lección, entregarnos a nosotros las mismas palabras que a él le transmitió Unamuno, y volvió a abrir el libro de la Historia de la Orden Jerónima, y volvió a leer para nosotros. Este es el párrafo:
"Durmió en el Señor el gran Felipe II, hijo del Emperador Carlos V, en la misma casa y templo que había edificado y casi encima de su misma sepultura, a las cinco de la mañana, cuando el alba rompía por el Oriente, trayendo el Sol la luz del domingo, día de luz y del Señor de la luz; y estando cantando la misa del alba los niños del Seminario la postrera que se dijo por su vida y la primera de su muerte, a 13 de septiembre, en las octavas de la Natividad de Nuestra Señora, Vigilia de la Exaltación de la Cruz, el año 1598."

LOS TRABAJOS DE PERSILES Y SEGISMUNDA

Desde que Azorín me hizo ver su valor, he sido apasionado publicista de Los Trabajos de Persiles y Segismunda. Esta obra es, tal vez, piedra de toque de la cultura española: La mayoría la ignora, algunos han escrito sobre ella, aún sin haberla leído, casi nadie la valora o la comprende. Es un sinsentido el prejuicio que la persigue a lo largo de los siglos: que Cervantes escribió una obra maestra, El Quijote, y una obra inservible, El Persiles. Pobre Cervantes, obligado a ser leído a edades en las que no es posible comprenderlo, lo que impide a tantos acercarse a él después, cuando la inteligencia ya está en sazón para abordar su lectura.
Cervantes creía que el Persiles era su mejor escrito. ¿No es una petulancia inaguantable pensar que tenemos un juicio crítico sobre su obra de mejor calidad que el suyo propio? La realidad es que El Persiles es el complemento indispensable del Quijote y que las dos obras forman una suerte de unidad: la lectura de una de ellas aclara el sentido de la otra.
Pero si no se entiende El Quijote, ¿cómo se va a entender El Persiles?. Si el Quijote es una visión del alma humana a través del microscopio, El Persiles es la misma visión del alma humana, pero a través del telescopio. En el Quijote, lo que importa es conocer nuestros pensamientos más íntimos, nuestras razones más secretas. Todo en El Quijote tiene origen en nuestro interior. En El Persiles somos vistos a una gran distancia y, gracias a él, podemos comprender los efectos de nuestro destino. Una tormenta nos aparta de nuestro rumbo; nos arroja a las playas de una isla desconocida, a la que jamás pensamos arribar.
Azorín nos muestra, con razón, que la prosa más limpia, más clara, más maravillosa de Cervantes está en el Persiles. Copiaré aquí las palabras de su cita, con la esperanza de atraer hacia el Persiles el corazón de algún amigo nuevo:
"En esto iban las naves con un mismo viento por diferentes caminos, que este es uno de los que parecen misterios en el arte de la navegación; iban rompiendo, como digo, no claros cristales, sino azules; mostrábase el mar colchado, porque el viento, tratándole con respeto, no se atrevía a tocarle a más de la superficie, y la nave suavemente le besaba los labios, y se dejaba resbalar por él con tanta ligereza, que apenas parecía que le tocaba."
Capítulo primero del libro tercero.

viernes, 21 de diciembre de 2007

OTRA VISIÓN DEL CANON

Me parece que aquí hay un problema de fondo al que no se está haciendo caso: ¿Cómo afecta a la calidad de la cultura el canon?
Empezando por el final, yo observo desde hace mucho tiempo que la cultura española es de baja calidad. Creo que es objetivo reconocer que la mayoría de músicos populares [Pop] en España son bastante malos. Las letras expresan conceptos superficiales, la música es repetitiva, una canción apenas si cuenta con un solo tema musical, que se repite y se repite. Los arreglos son simples, que no sencillos, los ritmos carecen de cualquier complejidad. Hay excepciones, claro, pero todo ello viene acompañado por una exaltación del producto musical en los "mass media" tan grande que nos hace ver que se trata de propaganda encubierta bajo el aspecto de entretenimiento o información. Esto con respecto a la música, pero es que el cine es ya desesperante. Se califica de grandes artistas a directores francamente ridículos, que son la expresión filmada de lo convencional, de lo burdo. La televisión produce, salvo excepciones también, programas que en una sociedad desarrollada culturalmente serían de desecho, prácticas fallidas de estudiantes de primer curso, sin profundidad, sin elaboración, sin los más elementales conocimientos de un oficio.
Pero esto es solamente lo que aparece en el primer plano de la difusión. Hay buenos músicos en España, hay buenos directores, hay buenos intérpretes. Simplemente no son conocidos, trabajan en espacios marginales de comunicación.
Suponiendo que alguien compartiera estas apreciaciones, yo me pregunto: ¿tiene algo que ver el canon? En las controversias sobre este canon suele argumentarse solamente la justicia o no de su aplicación, pero ¿qué efectos produce en la sociedad?
Yo sospecho que si se pone una cantidad considerable de dinero en manos de unos pocos, y éstos lo reparten entre los que ellos consideran son merecedores de tal compensación por ser "productores de cultura" se está generando una alteración sustancial en el rango de productos culturales que llegan a las masas. Con ese dinero es posible propagar determinados bienes culturales desplazando a otros del lugar que por derecho de calidad deberían ocupar.
¿Necesita Gabriel García Márquez una compensación por las fotocopias que se hayan hecho de "Cien años de soledad"? Yo no lo creo, más aún, creo que Gabriel García Márquez podría vivir de su trabajo de escritor aunque se suprimiera el papel, las editoriales, los periódicos. Su trabajo es tan bueno, tiene tanta calidad que estoy seguro que la humanidad entera le está agradecida y estaría dispuesta a compensarlo. Es un caso extremo, ya lo comprendo. Ayer escuchaba yo un fragmento de un programa de radio. En él, hablando sobre el canon, Julia Otero pedía a los oyentes que se descargaran gratuitamente su programa de radio por internet si es que no podían escucharlo en directo o simplemente querían conservarlo. ¿No son propiedad intelectual las palabras de Julia? Simplemente Julia sabe que su salario depende de la calidad con que desarrolla su trabajo, que la emisora que lo emite paga. Y su calidad es suficientemente buena como para que ella pueda vivir de ese trabajo, indiscutiblemente.
Siento mucho citar a Ramoncín, porque no deseo molestarlo. Pero no encuentro un ejemplo más claro de un personaje que es todo lo contrario; alguien que teme que se descarguen sus canciones por internet, cuando parece ser que a nadie le interesa descargarselas. Es, en mi opinión, un trabajo de tan baja calidad que si no es protegido desaparecería, porque apenas si aporta a la sociedad más que ramplonería. No digo yo que Ramoncín tenga la culpa de todo esto: será las dificultades de su infancia, la marginalidad de su barrio, la falta de oportunidades de sus padres; tampoco digo que no sea como persona tan digno de respeto como cualquiera. ¿Está el canon propiciando que se difundan obras de esta calaña?
¿Necesita el blog de Enrique Dans, que es una obra intelectual, una compensación por las ideas que le copiemos? ¿Necesita protección o compensación la obra de Picasso, de Fernando Zóbel, de Gustavo Torner, de Antonio Saura?
Más allá de canon sí o canon no, yo me pregunto, ¿Canon para quién? ¿Canon para qué? ¿Canon con qué efectos en la cultura?
No vaya a ser que lo deseable para la sociedad sea que esa cultura que nos repiten tan a menudo que se muere, muera ya de una vez por todas y, tras su certificado de defunción, podamos dedicarnos de una vez a descubrir, a disfrutar, de tantos, de tantísimos creadores gozosos, que trabajan y tienen vocación, formados, diligentes, creativos, que están ahora velados por los representantes oficiales de esa cultura "protegida" que siempre ha sido y será un producto cheli, macarra, más digno de lástima que de protección.

domingo, 16 de diciembre de 2007

JOBS EN STANFORD

Gracias a Clogers he encontrado los videos de Youtube del discurso de Jobs en Stanford, que me encanta. Lo bueno es que están subtitulados en castellano. Por lo que sé, son dos, y estos son los enlaces:


martes, 11 de diciembre de 2007

VALLEJO

Seguramente César Vallejo es un poeta para la madurez que nunca nos llega; me hubiera encantado poder titular este post "César" y no el lastimoso "Vallejo" que he tenido que escribir. Me costó entenderlo a los catorce años, cuando me lo recomendó con fervor -si esto era posible en él- Isidoro Valverde. Tanto me costó, que no lo entendía y no fue hasta que pude hacerme con un precioso ejemplar de Casa de las Américas en la librería Albacora de Madrid que empecé a barruntar lo que los versos de Vallejo escondían.
Poeta para las nostalgias, para demostrarnos que esas razones que nos hemos repetido veinte años para conseguir olvidar, para conseguir ser razonables, para conseguir amordazar al corazón, no valen nada. Uno teje un infinito laberinto de objetividades, de conclusiones serenas, de convincentes silogismos; construimos nuestra vida sobre estas razones; basta con leer a Vallejo para que todo se desmorone y otra vez volvamos a ser el niño tembloroso que se acurruca en las enaguas de quien nos quiere y nos protege. El problema es que César Vallejo era dueño de un corazón abierto que mostraba a la luz todo lo que arduamente oculta nuestro propio corazón.
"Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel, cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es el más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe de ser;
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo."

ALBERTO CAEIRO

Creo que Fernando Pessoa decía que Alberto Caeiro era el maestro de todos los heterónimos y de él mismo; hoy me apetecía hablar de un poeta y, puestos a elegir, cómo no elegir a Alberto Caeiro. Le dediqué hace muchos años un edificio que proyecté. Pero lo dejo hablar:

"Olá, guardador de rebanhos,
Aí à beira da estrada,
Que te diz o vento que passa?"
"Que é vento, e que passa,
E que já passou antes,
E que passará depois,
E a ti o que te diz?"
"Muita coisa mais do que isso,
Fala-me de muitas outras coisas.
De memórias e de saudades
E de cosas que nunca foram".
"Nunca ouviste passar o vento.
O vento só fala do vento,
O que lhe ouviste foi mentira,
E a mentira está em ti".



domingo, 9 de diciembre de 2007

LA VOCACIÓN


Muchos escritos me han ayudado en la vida. En cuanto a la vocación, creo que el consejo que más me ha impactado fueron unas palabras de Matisse que descubrí a través del "Cuaderno de apuntes" de Fernándo Zóbel. Las transcribo:
"Si fuera un pintor jóven, me buscaría un trabajo con sueldo fijo, y sería independiente y podría pintar lo que me diese la gana.
"Eso no perjudicaría mi arte. Lo que me haría daño sería verme obligado a pintar postales, cursilerías. Trabajar en un banco o cargar ladrillos me parece bien."
A veces pensamos en la vocación desligándola de su ejercicio real, y eso arrastra por el suelo a los oficios más espirituales. Ser libre es la primera vocación de los seres humanos y, sin que pueda cumplirse, no sirve de nada acceder a los estudios necesarios para realizar nuestros sueños.
Y tampoco es preciso que seamos artistas para poder aplicarnos el consejo de Matisse. Ser libre en aquello que calladamente atesora nuestro corazón, ésa es la clave.