Nadie me ha enseñado tanto como Louis Isidore Kahn sobre la naturaleza de algunas cosas. Kahn, además de ser un arquitecto de bellas y profundas obras, es un arquitecto de magníficas palabras, que expresan un pensamiento original. Claro que todos los maestros tienen las ideas claras, pero no es frecuente que los arquitectos sepamos expresarnos. Pocas cosas me dan tanta lástima como los esfuerzos por ocultar la nada (o peor, la nada soberbia) tras palabras oscuras. Una vez más, como en el verso de Reyes, "pensar y hablar dos cosas diferentes".
Louis Isidore Kahn, por lo que sé, vivió una retirada vida de funcionario ejemplar hasta los cincuenta años; una vez cumplida tal edad, revolucionó de algún modo la arquitectura de su tiempo, durante veinte años, y murió. Dejó una obra magnífica y mostró, una vez más, que el ejercicio de la Arquitectura no admite genios precoces.
He seleccionado dos pequeños ejemplos del discurso de Kahn. En el primero nos habla de la naturaleza de los materiales y verdaderamente, no creo que sea posible hacerlo de un modo más acertado ni más esencial:
"El proyectar exige que se comprenda el orden. Cuando tenemos que vérnoslas con los ladrillos o proyectamos con ellos, debemos preguntar al ladrillo qué quiere o qué puede hacer, Y si preguntamos al ladrillo qué quiere, responderá: “Bueno, querría un arco". Y entonces diremos: "Pero los arcos son difíciles de hacer. Son más costosos. Creo que el cemento iría igualmente bien por encima de tu apertura". Pero el ladrillo replica: "Ya sé, ya sé que tienes razón, pero si me preguntas qué prefiero, yo quiero un arco". Y uno dice: "Pero bueno, ¿por qué eres tan terco?". Y el arco dice: "¿Puedo hacer una pequeña observación? ¿No os dais cuenta de que estáis hablando de un ser, y que un ser de ladrillo es un arco?". Esto significa comprender el orden. Significa conocer su naturaleza. Significa saber qué puede hacer. Y respetarlo profundamente. Si trabajamos con ladrillo, no lo usemos como una opción de segunda mano o porque cuesta poco. No, debemos alzarlo en toda su gloria, y ésta es la única interpretación que merece. Si trabajamos con cemento, debemos conocer el orden de su naturaleza, debemos conocer la naturaleza del cemento, qué trata de ser realmente el cemento. En realidad, el cemento quiere ser granito, pero no lo consigue. Los hierros de refuerzo son la intervención de un prodigioso elemento secreto que hace milagrosamente eficiente a esta llamada piedra fundida: un producto de la mente. El acero quiere decirnos que puede tener la fuerza de un insecto, y el puente de piedra que fue construido como un elefante; pero nosotros conocemos la belleza de ambos, la armonía derivada de haber aprovechado al máximo las posibilidades del material. Si nos limitamos a revestir de piedra un muro, tenemos la sensación de estar haciendo algo mezquino, si bien esa crítica pueda hacerse a los mejores de entre nosotros. Ver las cosas correctamente y actuar en consecuencia, sin compromisos, puede costarnos el aislamiento. Sin embargo, es importantísimo dar un paso adelante; hay que darlo con cautela y en plena conciencia."
Louis Isidore Kahn sabía encontrar la raiz de lo que llamaba las instituciones del hombre; es imposible proyectar algo con acierto sin comprender su esencia. Pero Kahn descubría esa esencia, más allá de su utilidad para la arquitectura y por eso sus descripciones pueden servirnos a todos. Kahn solía decir: Amo los inicios. Con ello quería dar a entender que es necesario reducirse a contemplar el origen de las instituciones humanas para comprenderlas de verdad. Hay que quitarles la hojarasca que la civilización y el tiempo les añaden y dejarlas desnudas de nuevo para que muestren su verdadera belleza en esplendor. Pero escuchemos sus palabras hablando de la escuela:
"Considero la escuela como un ambiente espacial en el que aprender es bonito. La escuela comenzó con un hombre bajo un árbol, un hombre que no sabía que era un maestro, y que se puso a discutir de lo que había comprendido con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes. Los estudiantes se pusieron a reflexionar sobre lo que había pasado entre ellos y sobre el efecto benéfico de aquel hombre. Desearon que sus hijos también lo escucharan y, así, se erigieron espacios, y surgió la primera escuela. La fundación de la escuela era inevitable porque forma parte de los deseos del hombre. Todos nuestros complejos sistemas de educación, hoy delegados en las Instituciones, derivan de aquella pequeña escuela, pero hoy se ha olvidado el espíritu con que comenzó. Los locales exigidos por nuestras instituciones escolares son estereotipados y carentes de inspiración. Las aulas exigidas por el Instituto, los pasillos tapizados de armaritos y los otros locales y dispositivos llamados funcionales, son organizados ‑claro está- en bellas confecciones por el arquitecto, el cual obedece a los requisitos de superficies y costos establecidos por las autoridades escolares. Da gusto ver las escuelas, pero son superficiales como arquitecturas porque no reflejan el espíritu del hombre bajo el árbol. Todo el sistema escolar derivado de su comienzo no habría sido posible si el comienzo no hubiera estado en armonía con la naturaleza del hombre. Además, se puede afirmar que la voluntad de ser de la escuela existía ya antes que la circunstancia del hombre bajo el árbol."
"Por esto es bueno que la mente retorne al inicio: porque, para cualquier actividad humana constituida, el inicio es el momento más maravilloso. Pues en él está todo su espíritu, todas sus potencialidades, de las que constantemente debemos sacar inspiración para las necesidades actuales. Podemos hacer que nuestras instituciones sean grandes dándoles, en la arquitectura que les ofrecemos, nuestro sentido de esta inspiración."
Louis Isidore Kahn, por lo que sé, vivió una retirada vida de funcionario ejemplar hasta los cincuenta años; una vez cumplida tal edad, revolucionó de algún modo la arquitectura de su tiempo, durante veinte años, y murió. Dejó una obra magnífica y mostró, una vez más, que el ejercicio de la Arquitectura no admite genios precoces.
He seleccionado dos pequeños ejemplos del discurso de Kahn. En el primero nos habla de la naturaleza de los materiales y verdaderamente, no creo que sea posible hacerlo de un modo más acertado ni más esencial:
"El proyectar exige que se comprenda el orden. Cuando tenemos que vérnoslas con los ladrillos o proyectamos con ellos, debemos preguntar al ladrillo qué quiere o qué puede hacer, Y si preguntamos al ladrillo qué quiere, responderá: “Bueno, querría un arco". Y entonces diremos: "Pero los arcos son difíciles de hacer. Son más costosos. Creo que el cemento iría igualmente bien por encima de tu apertura". Pero el ladrillo replica: "Ya sé, ya sé que tienes razón, pero si me preguntas qué prefiero, yo quiero un arco". Y uno dice: "Pero bueno, ¿por qué eres tan terco?". Y el arco dice: "¿Puedo hacer una pequeña observación? ¿No os dais cuenta de que estáis hablando de un ser, y que un ser de ladrillo es un arco?". Esto significa comprender el orden. Significa conocer su naturaleza. Significa saber qué puede hacer. Y respetarlo profundamente. Si trabajamos con ladrillo, no lo usemos como una opción de segunda mano o porque cuesta poco. No, debemos alzarlo en toda su gloria, y ésta es la única interpretación que merece. Si trabajamos con cemento, debemos conocer el orden de su naturaleza, debemos conocer la naturaleza del cemento, qué trata de ser realmente el cemento. En realidad, el cemento quiere ser granito, pero no lo consigue. Los hierros de refuerzo son la intervención de un prodigioso elemento secreto que hace milagrosamente eficiente a esta llamada piedra fundida: un producto de la mente. El acero quiere decirnos que puede tener la fuerza de un insecto, y el puente de piedra que fue construido como un elefante; pero nosotros conocemos la belleza de ambos, la armonía derivada de haber aprovechado al máximo las posibilidades del material. Si nos limitamos a revestir de piedra un muro, tenemos la sensación de estar haciendo algo mezquino, si bien esa crítica pueda hacerse a los mejores de entre nosotros. Ver las cosas correctamente y actuar en consecuencia, sin compromisos, puede costarnos el aislamiento. Sin embargo, es importantísimo dar un paso adelante; hay que darlo con cautela y en plena conciencia."
Louis Isidore Kahn sabía encontrar la raiz de lo que llamaba las instituciones del hombre; es imposible proyectar algo con acierto sin comprender su esencia. Pero Kahn descubría esa esencia, más allá de su utilidad para la arquitectura y por eso sus descripciones pueden servirnos a todos. Kahn solía decir: Amo los inicios. Con ello quería dar a entender que es necesario reducirse a contemplar el origen de las instituciones humanas para comprenderlas de verdad. Hay que quitarles la hojarasca que la civilización y el tiempo les añaden y dejarlas desnudas de nuevo para que muestren su verdadera belleza en esplendor. Pero escuchemos sus palabras hablando de la escuela:
"Considero la escuela como un ambiente espacial en el que aprender es bonito. La escuela comenzó con un hombre bajo un árbol, un hombre que no sabía que era un maestro, y que se puso a discutir de lo que había comprendido con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes. Los estudiantes se pusieron a reflexionar sobre lo que había pasado entre ellos y sobre el efecto benéfico de aquel hombre. Desearon que sus hijos también lo escucharan y, así, se erigieron espacios, y surgió la primera escuela. La fundación de la escuela era inevitable porque forma parte de los deseos del hombre. Todos nuestros complejos sistemas de educación, hoy delegados en las Instituciones, derivan de aquella pequeña escuela, pero hoy se ha olvidado el espíritu con que comenzó. Los locales exigidos por nuestras instituciones escolares son estereotipados y carentes de inspiración. Las aulas exigidas por el Instituto, los pasillos tapizados de armaritos y los otros locales y dispositivos llamados funcionales, son organizados ‑claro está- en bellas confecciones por el arquitecto, el cual obedece a los requisitos de superficies y costos establecidos por las autoridades escolares. Da gusto ver las escuelas, pero son superficiales como arquitecturas porque no reflejan el espíritu del hombre bajo el árbol. Todo el sistema escolar derivado de su comienzo no habría sido posible si el comienzo no hubiera estado en armonía con la naturaleza del hombre. Además, se puede afirmar que la voluntad de ser de la escuela existía ya antes que la circunstancia del hombre bajo el árbol."
"Por esto es bueno que la mente retorne al inicio: porque, para cualquier actividad humana constituida, el inicio es el momento más maravilloso. Pues en él está todo su espíritu, todas sus potencialidades, de las que constantemente debemos sacar inspiración para las necesidades actuales. Podemos hacer que nuestras instituciones sean grandes dándoles, en la arquitectura que les ofrecemos, nuestro sentido de esta inspiración."
1 comentario:
Sí... Louis Kahn es de los GRANDES!
A mi en lo particular me encanta el Salk Insititute en la Jolla, California. Me parece en verdad sublime.
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