jueves, 8 de mayo de 2008

AVENTURAS EN UN MOCKBHY. COSAS QUE PASAN EN LOS RESTAURANTES.


Desde hace mucho tiempo pienso que el retrato de nuestra época lo trazó el escultor de «El Galo Moribundo» y el de «El Hermafrodita Tumbado». En una civilización que muere, la belleza del equilibrio y la armonía cansa a casi todos. En nuestra etapa helenística, nos aburre aprender a distinguir unas miradas de otras; en cambio, consideramos importante conocer los sutiles matices que diferencian el aroma de los vinos.
Y con esos matices me peleo yo desde la juventud asimismo, nunca en busca de una moral, sino de una libertad. Leí en Séneca lo que citaré de memoria; no voy a buscar la frase original, porque lo que recuerdo es lo que he llevado conmigo: “La naturaleza puso el placer unido a las cosas que nos son necesarias para que no dejáramos de hacerlas. Cuando el placer impone su propio derecho, es lujuria.”
Soy como todos, así que confesaré que bebo vino, que tomo ron, que sucumbo a menudo ante este derecho que tantas veces me ha impuesto el placer. Pero al mismo tiempo, convertirme en “gourmet” o en “connoisseur” me habría avergonzado. Me parece que una cosa es el placer en sí mismo, donde no encuentro maldad; otra, ese derecho ajeno a veces terrible, que siempre he sentido como la verdadera esclavitud, la servidumbre de ser material. Placer y dolor son dos caras del mismo personaje. Pero objetivamente, si hay veces en que no sabemos evitar que el dolor se imponga, tal vez podamos intentar resarcirnos frente al placer. Quién sabe. Y toda esta introducción, para intentar que comprendáis mis sentimientos ante ciertas situaciones que se producen en los restaurantes. Hay que comer, sí; pero seremos más libres, creo yo, si no permitimos a las masitas de puerco o al picadillo imponerse sobre nosotros.
Comer en La Habana, en una paladar o en un restaurante, no tiene mayor problema. Me gustaba el ranchón de 5ª y 16 que desapareció, porque siempre había frituras y nunca sabían "de qué saldrán". En aquella época prefería con mucho los restaurantes a las paladares, aunque tal vez más arreglarme con cualquier cosa. Desayunaba muy bien en casa; lo demás, no tenía tanta importancia.
Pero en el interior, las cosas cambiaban. En Cienfuegos, las paladares pagaban la patente de moneda nacional, pero tenían dos cartas, una para los turistas, en divisa, y otra para los cubanos, en pesos. Me irritaba interiormente que los dueños de las paladares me consideraran incapaz de quedarme sin comer, en pos de una idea. A ver si me explico: si en la mesa de al lado unas masas de cerdo cuestan 5 pesos y a ti te piden 5 dólares, quien lo hace supone que el hambre o alguna otra cosa te doblegará. Te está considerando incapaz de resistir, está poniendo un precio realmente bajo a tu dignidad para contigo mismo. Como todos los paladares estaban de acuerdo en seguir esa política, férreamente, era muy difícil saltársela. Una vez conseguí burlarla, pero fue abusando de la palanca de un amigo. Me parecía una cuestión de principios resolver el problema.
Tampoco tenía sentido comer habitualmente en La Casa Verde, en el Jagua, en el Rápido o en alguno de los ranchones que vendían bocaditos. Realmente yo deseaba luchar contra las paladares, no quedarme sentado y perder la batalla. Como quien sigue el consejo de Matisse de vivir de otra cosa se encuentra con una libertad terrible, decidí que la solución sería poner mi propio restaurante.
¿Te parece difícil, Jueves? Pues nada más sencillo. Si no pensaba cobrar, no existía el problema de la patente, la licencia, ni ninguna autorización adicional; así que expuse mi propuesta: yo pondría los materiales y la otra parte el trabajo. En la casa, la comida y la bebida correrían de mi cuenta. Alguien pondría el lugar y la maravillosa sazón. Yo comería habitualmente allí. Entre las condiciones pactadas, estaba el derecho que tendríamos las dos partes a invitar a comer o a beber a quien quisiéramos, dentro de lo que nos pareciese razonable.
Y enseguida me salieron candidatos. Dos señoras que vivían solas estuvieron completamente de acuerdo en todo; no solamente eso; les pareció divertido y un disolvente para la rutina diaria. A mí siempre me gustó ir al mercado, así que todo resuelto. Pasamos muy buenos ratos; las dueñas de la casa siempre me ofrecían una cama para descansar. Yo nunca lo acepté; eso jamás. ¿Dormir en un perfecto restaurante? Hubo almuerzos, comidas, cumpleaños. Tertulias diversas a la luz esclarecedora del ron Palma. Todo tiene que terminar, pero aún añoro aquéllas caminatas hasta el mercado. Eso sí, jamás se cocinó allí un pollito de Vietnam, que tanto le gustaba a mis amigos. El animalito, como un buen restaurante que fue -aunque los comensales no lo supieran- siempre fue criollo. ¡Ay, mi guiso de Quimbombó, que resbala!
Si Cienfuegos acabó siendo fascinantemente -para mí- divertido, en Camagüey me resultó mucho más fácil. Yo adoraba el Ovejito, que en los primeros viajes siempre se portó bien conmigo, con un servicio amable, cordial y maravilloso. Pero el Ovejito se metió en reformas y hubo que buscar alternativas. Sin mucha esperanza entré en un paladar, espléndido de aspecto y de situación. Antes de sentarme, pude oír repetirse cien veces la llamada: "Tizón, aquí." "Tizón, trae pan". "Tizón, una cerveza". Tizón, naturalmente, era negro [sic. Tomo ese vocablo de Lydia Cabrera] como su apodo. Estaba puesto en bandeja. Me senté, y allí se acercó aquél a quien llamaban Tizón. Lo primero que le dije fue: ¿Sería usted tan amable de indicarme su nombre? "Raudel", me contestó, no lo olvido. "Raudel, ¿sería posible almorzar aquí pagando en dinero cubano?" "Cómo no, señor, será un placer atenderlo". Y así, sencillamente, mi desde entonces amigo Raudel me permitió comer allí, con el dinero cubano que no me ofendía; como los demás, tantas veces como aparecí. No fue una impostura. Es que nunca, jamás, he nombrado a nadie, ni a una sola persona, por su apodo.
Y sí, alguna vez, tal vez una sola, porque no sería necesario más, Raudel y yo supimos, porque el fondo de nuestros ojos lo expresó así, que cuando dos "tizones" se encuentran, se hacen silenciosos amigos, en la distancia, tal como conté que nos ocurre a los amigos de José.
Ya lo dijo Juan Ramón el otro día, en la segunda: "¿Los tizos que apagó el sol/cayeron en tu jardín?"

12 comentarios:

Cariátides dijo...

Bonito recorrido de mesas y manteles. Por sus mesas los reconocerán. Siempre me ha encantado conocer otras culturas a través de su gastronomía y de sus costumbres en la mesa...

Una amiga marroquí me contó una vez una anécdota de sus tiempos de estudiantes allí en Marruecos. En su clase había una chica negra. Un profesor se negaba a llamarla por su nombre y la nombraba por su color de piel. Ella calló todo el tiempo que pudo, pero sus ojos siempre mostraron su desacuerdo. Un día ella le preguntó al profesor:
-"Maestro, ¿de qué color es la niña de sus ojos?
- Negra, le respondió él.
- Pues, gracias a que es negra, usted puede ver.

Y puso fin al adjetivo despectivo, dándole la vuelta con gran inteligencia y con una verdad que cae por su propio peso.

Otro saludo afectuoso.

Animal de Fondo dijo...

Gracias por tus comentarios, Cariátides. Está ilustradora la historia de tu amiga. Yo no sé cuántas clasificaciones habrá en Cuba, para las combinaciones de pelo malo/pelo bueno y color de la piel, unidas al atraso/adelanto de las generaciones; de todas formas, creo que, como todo en Cuba, es peculiar y, en general es mucho más una riqueza que un racismo. Aunque, para qué negarlo, algo de ésto alguna vez también vi, al menos en un pequeño palacete situado cerca del Almendares del que pienso hablar otro día.
Otro saludo afectuoso para ti.

odette farrell dijo...

Cuánto tiempo estuviste en Cuba Fmesmenota?

Qué rica mesa...me encantan los platanos pachones :)))
Conozco bien la comida Cubana, pues mi abuela materna era de Matanzas. Sí, cuando mi abuelo gallego salió de España, pasó por Cuba se casó con mi abuela y se vinieron ambos a México.

Es interesante lo que dices del placer y el dolor... también lo del snobismo de los conocedores del vino...

Este fin de semana fuí a la boda más linda que haya ido en mi vida. Una boda muy sencilla, comida simple, un jardín, dos novios muy enamorados... quizás es la boda más sencilla a la que he ido...pero la maravilla era la luz en los ojos de las personas que estaban a nuestro alrededor.

Animal de Fondo dijo...

Estuve mucho tiempo, querida Odette. Pasaba tres meses al año allí, más o menos, discontinuos, durante bastantes años. Estuve muchos, muchísimos 31 de diciembre. Los cubanos no entendían (claro que los españoles tampoco) que antes de las doce campanadas me encerrara a estudiar hasta que empezaba el nuevo año. Eso representaba para mí que quería comenzar haciendo lo que más me ha gustado siempre: aprender. Y hasta que me casé lo hacía así; ahora lo paso con mi mujer :)
No conozco la palabra pachón. ¿Será lo que en Cuba se conoce por tachino?
De la comida cubana te contaré una cosa que me pasó en España. Cuando invitaba en casa a amigos y amigas a cenar, solía preparar comida cubana -yo vivía solo. Pero las primeras veces que lo intenté me desesperaba no saber preparar la yuca. Resulta que me había comprado un libro de Nitza Villapol, de recetas. Pero con respecto a la yuca, la receta que traía era la de "Yuca frita" (que es como más me gusta) y decía: "con los restos que quedaron de la yuca..." pero yo no sabía qué se tenía que hacer para llegar a esos restos. Así que hasta que no me compré un libro más completo, en otro viaje, no pude preparar yuca.
Estoy al tanto de la boda y de todo lo tuyo. Y sí, los ojos de tu modelo hablan muy bien. Qué suerte que tengas una relación con ella lo bastante buena como para que te invitara.
Un abrazo.

odette farrell dijo...

Entonces tu también tienes algo de Cubano :)))

A mi la yuca frita me encanta...pero en la Ciudad de México es dificil de conseguir.

Sí, la relación que tengo con Nadihelli es muy especial... es una de las amigas que más quiero. Es increíble lo mucho que uno puede conocer a una persona al pintarla...hay algo más que lo físico, yo a veces creo que las almas se tocan :)
Y te cuento ahora yo una historia: yo iba a dibujar a un taller muy cercano a mi casa, en ese taller posaba Nadihelli... todos adoraban la manera de posar de ella.
Desde que me decidí a ser pintora mi carrera en general ha sido muy exitosa, y en ese taller generé mucha envidia. Y resulta que un día de la manera más absurda me corrieron porque gastaba mucho papel, bueno eso fue el argumento.... hasta llorar me hicieron. Y qué crees? Cuando Nadihelli se enteró de lo sucedido, la perdieron... y se volvió mi modelo exclusiva...

Animal de Fondo dijo...

Odette: con respecto a la yuca, es algo que ha llegado a España con la inmigración, al igual que el mango y los aguacates, que antes era difícil conseguirlos. Es curioso que se formen así mundos paralelos; la mayoría de mis amigos españoles conocen la yuca por haberla visto en mi casa, así que pasan por los supermercados sin ver, al igual que me ocurre a mí con otras cosas. Eso habla también de lo difícil que es integrarse, en algunas sociedades.
La historia de cómo te quedaste con tu modelo es en verdad bonita y triste. La envidia es una cosa que no puedo comprender. Hace daño sobre todo a quien la siente, y es un sentimiento absurdo, además de irracional. Que a un amigo le vaya bien no puede reportarnos más que ventajas, se mire como se mire; en todo caso, nunca he conseguido descubrir en qué podría perjudicarnos. Tengo muchísimos defectos, estoy sobrado, pero afortunadamente la envidia no es uno de ellos, nunca la he sentido en mí.
Así que no solamente me alegro de tu éxito; ya me veo, dentro de cien años, subastando tus comentarios en ebay y haciéndome rico de verdad ;). Claro que será una copia; los originales me los guardo para mí.
Un abrazo, Odette.

frikosal dijo...

Es curioso, también yo estaba por preguntarte cuanto tiempo estuviste alli.

Animal de Fondo dijo...

¡Espero que fuese con buenas intenciones!
En serio, gusto en verte por aquí, frikosal.

odette farrell dijo...

Gracias por tu confianza en mi, Fmesmenota...

Subastando mis comentarios, ja, ja, ja, pero para serte honesta no sabes las ganas que tengo de probar Europa... a ver qué pasa en mi carrera de pintora :)))

Animal de Fondo dijo...

Pues qué va a pasar, Odette, que te irá muy bien. Estás muy clara en lo que quieres; te expresas de maravilla. Y Europa está necesitada, muy necesitada de alguien que crea, aunque sea en sí mismo ;)Me apuesto contigo una cena a que te irá muy muy bien.

Nefertiti Totonaca dijo...

Mi querido fmesmenota, a tí te tengo que leer con toda calma porque como siempre, con cada post hasta el alma de las neuronas me funcionan... así que no comentaré hasta que tenga algo inteligente que decir :) ... continúo leyéndote y cuando mi cerebro lo indique, danzaré en tu baile de generosidades
:)

(estoy agotada, pero eso no me quita el gusto de leerte)

Animal de Fondo dijo...

No estoy del todo de acuerdo contigo, Nefer. Todo lo que me comentas es inteligente siempre, porque consigues transmitirme tu afecto que, pienso yo, es una de las cosas más inteligentes que podemos intercambiarnos. Así que, agotada, conseguiste decirme lo necesario con tus palabras. Por eso y por todo: gracias. Recibe tú también el mío de vuelta, junto con un abrazo enorme.