domingo, 24 de febrero de 2008

POR QUÉ ES TAN AGRADABLE NO SER NADIE


 
Todos hemos sentido, en algún momento de nuestra vida, que el tiempo psicológico no es constante. Desde niño, escuché a los ancianos decir que para ellos la vida pasaba muy rápido. Me sorprendía tal aseveración, porque recuerdo que a mis tres años el mundo era tan lento que tuve que preguntar, paseando por una glorieta, a mi padre, si seria posible que alguna vez volviera a ser verano. Conforme fui creciendo pude apreciar que el horario escolar se sentía muy distinto en primaria y en la universidad. En primaria, una clase era algo casi inabarcable, donde se podían aprender infinitas cosas, todas ellas insospechadas. En la universidad, una mañana de clases parecía reducirse a unos minutos de primaria. Así que, como ahora tengo tan estupendos lectores en este blog, me atrevo a contaros la explicación que fui hilando. No es nada del otro mundo, pero me gusta. 
Necesita, eso sí, un poco de paciencia, porque es preciso conocer antes una sencilla ley de la percepción.
La primera vez que, en la Escuela de Arquitectura, me pidieron que trazara un degradado constante que fuera del blanco al negro, con tinta china de barra, ejecuté, sin saberlo, las instrucciones que Chevreul daba en su libro "Las leyes del contraste del color" para conseguir el mismo propósito. Igual que le hubiera pasado a Chevreul si hubiera seguido él también sus instrucciones, fracasé estrepitosamente, como enseguida reflejó la nota con que calificaron mi ejercicio.
Las instrucciones de Chevreul son las siguientes, tal y como las describe Joseph Albers:
"Sobre una hoja de cartulina dividida en diez bandas, cada una de aproximadamente un cuarto de pulgada de ancho, extiéndase una capa uniforme de tinta china. Una vez seca , extiéndase una segunda capa sobre todas las bandas excepto la primera.
Una vez seca la segunda, extiéndase una tercera sobre todas las bandas excepto la primera y la segunda, y así sobre todas las restantes, hasta tener diez capas planas que aumentan gradualmente en profundidad de la primera a la última."
Todo este procedimiento, que suena tan convincente, provoca una sorpresa inevitable: La sorpresa es que el aumento de profundidad gradual que se prometía no aparece en una sucesión de escalones iguales.
Está claro que hemos aumentado la cantidad de pigmento según una progresión aritmética. Es imposible que percibamos la progresión como uniforme, ya que, si las cantidades de pigmento aplicadas siguen la serie
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
fácilmente se comprende que si bien la diferencia entre el primer término y el segundo supone un incremento del 100% (de 1 a 2), la diferencia de pigmento aplicado entre los dos últimos términos supone solamente un incremento del 10%. Por tanto, veremos incrementos muy grandes de saturación al comienzo de la serie y muy pequeños al final.
La Ley de Weber-Fechner establece que para que podamos percibir un estímulo de modo que nuestra percepción aumente según una progresión aritmética, es preciso que el estímulo en sí aumente según una progresión geométrica. Si la serie anterior, que refleja el número de capas de tinta china de barra que sería preciso dar fuera
1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512
veríamos entre cada variación un incremento igual, ya que igual es la diferencia relativa entre cada uno de los tramos. El efecto sobre la percepción de las últimas 256 capas es igual al de las 2 primeras; al principio, con un breve esfuerzo conseguimos aumentar al doble la cantidad de pigmento, mientras para conseguir eso mismo al final necesitamos un estímulo inmensamente mayor.
Y aquí viene la hipótesis de nuestra teoría: Si admitimos, con los escolásticos, que el sujeto de la percepción humana es, al nacer, tamquam tabula rasa in que nihil est scriptum, a la espera de un stilo que marque la cera, podemos asociar este stilo al tiempo, considerado como aquél que graba percepciones incesantemente en nuestro espíritu. El primer año de nuestra vida extiende en el alma la primera capa de tinta china y serán precisos los dos años siguientes para percibir lo equivalente a una gradación más. Tras cuatro años más (ya tenemos siete) se extiende la tercera gradación, tras ocho años más la cuarta (ya tenemos quince); han de pasar dieciséis años para que sintamos una quinta gradación (ya tenemos treinta y uno). Me temo que después de los treinta y dos años necesarios para alcanzar la sexta (ya tenemos sesenta y tres) empezaremos a aburrirnos de ser nosotros mismos, y nunca alcanzaremos la séptima, porque para ella harían falta otros sesenta y cuatro años.
Según esto, no es de extrañar que sintamos pasar el tiempo más veloz a partir de cierta edad. En definitiva, el impacto de lo que percibimos en un año de nuestra vejez es semejante al de la primera vez que escuchamos cantar a un ruiseñor.
En términos de percepción, la mitad de la vida pasa antes de los ocho años; naturalmente, suponiendo una presión uniforme del stilo, porque si en algún momento la presión aumenta y vivimos emociones no recomendables, no haremos más que aumentar la cantidad de estímulo necesaria para que podamos percibir algo.
Pero ¿no tendrá este mundo aterrador de no percepción soluciones? Pues a mí la única que se me ocurre es reconstruir la tablilla. Borrar la tabla exige lo que parece sacrificio: no ser nunca nadie. Si somos alguien, si no eliminamos a nuestro yo, a nuestro superyó y demás familia, arrastramos en nuestra memoria un lastre inmenso de tinta china. Pero si de pronto ya no somos nadie, si perdemos la memoria personal de nuestras emociones, qué maravilla. Asombrarnos todos los días con el árbol frente a nuestra ventana exige preguntarnos, cada vez que lo vemos, lo siguiente: ¿qué será esto? ¿Será un animal, será una planta? ¿Por qué mueve sus ramas el viento?
La sociedad intenta formarnos, con buena intención, para que creemos un limitado número de unidades gestálticas en nuestro cerebro, pensando que eso nos permitirá reaccionar con una respuesta rápida cuando sea preciso. Pero saber que el misterioso animal que nos olfatea se llama gato, creer que es sencillamente un gato, un gato como el que vive pobremente simplificado en nuestro cerebro, nos hace ciegos y sordos ante el misterio. Sin esta ceguera y esta sordera no seríamos capaces de tocar a esos animales de fondo sin emocionarnos. Pero por suerte, podemos elegir: morir cada día y renacer hasta el día final; vivir el mismo día sin morir mas que una vez; a nuestro gusto. ¿Que qué elección tomé yo ayer? Yo? No sé a quién te refieres, pero de todas formas no lo recuerdo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

HABLEMOS DE CUBA Y DE ESPAÑA



Me parece que nos ayudaría a todos saber. Cuba y España son planetas tan distintos que podríamos intentar compararlos. Es difícil hacerlo, pero pienso que con la ayuda de nuestros amigos cubanos podríamos conseguirlo. 
Como Rilke decía del sexo, el tema Cuba está demasiado manoseado en nuestra sociedad; se habla superficialmente; se repiten consignas. Yo quisiera intentar que nos acercáramos con otra intención, la de comprender cuáles son verdaderamente los factores que hacen que seamos tan distintos, para aprender de ellos.
He elegido como primera ronda la comparación entre los matrimonios, o las relaciones amorosas de pareja en Cuba y en España, porque me parece una cuestión de las más sencillas de abordar. Para otros temas sería preciso andar con definiciones, por lo que creo que es mejor empezar por lo más fácil y, si tenemos algo de éxito, ya lo iremos complicando.
¿Cómo son los matrimonios en Cuba? Por lo que yo sé, una maravilla. Para empezar, en Cuba hay muy pocas uniones interesadas, de modo que la mayoría de las parejas me parece que se forman por amor. En España, creo que muy pocas son así y que, de una u otra forma, se fundan en el interés. A ver si me explico: en España, para formar pareja, se piensa a menudo en lo que conviene, es decir en una serie de adherencias ajenas al amor, que se integran en el matrimonio o en la pareja. Una vez más, veo en Cuba auténtica libertad para formar pareja y en España falsa libertad.
Antes de casarme, tuve ocasión de tratar en más de una ocasión con personas separadas o divorciadas y nunca dejó de asombrarme contemplar el odio que en España hay hacia los antiguos maridos o esposas. Situación opuesta a lo que también he visto en Cuba: una relación entre las antiguas parejas que va de estupenda a maravillosa. Los dos desean verdaderamente que a su antiguo compañero o compañera le vaya bien. He visto muchos actos de generosidad entre ellos y hasta compartir el turno, en un hospital, ante una enfermedad, entre la antigua esposa y la nueva, sin ningún problema, todo lo contrario, con la mayor cordialidad.
En Cuba, otra cosa patente es que ninguna mujer mantiene un matrimonio si no es por amor; en España, he visto muchas uniones sobrevivir exclusivamente por motivos sociales y económicos. En resumen, no quiero entrar en una casuística mayor, sino simplemente apuntar que, en este aspecto, me parece que la sociedad cubana está muchísimo más desarrollada que la española. ¿Qué os parece? ¿Podríamos intentar contrastar nuestras opiniones?

domingo, 17 de febrero de 2008

OPERACIÓN VERDAD


Así parece llamarse uno de los combates en los que están empeñados alumnos de la Facultad de Informática de la Universidad de la Habana. Sencillamente, como modesta colaboración a esa operación, quiero señalar la página donde se puede ver la reunión de Ricardo Alarcón con los estudiantes cubanos, completa. Creo que viéndola, aunque es larga, se obtiene una conclusión muy diferente de la que hace pocas fechas nos mostraron nuestros medios de comunicación.
Cuando era joven escuché machaconamente que leer los periódicos era signo de cultura. Hace muchos años que no lo creo; es más, creo que lo justo sería que los editores de dichos periódicos pagaran  a los lectores por leer, ya que leer periódicos es prestar en manos ajenas (y casi siempre mal intencionadas) el propio cerebro, la propia atención, con grave riesgo, a veces, de salir perdiendo libertad personal en la aventura. Así que creo que leer periódicos o ver los informativos de la televisión es más bien prueba de ingenuidad que de cultura. Para saber lo que pasa en el mundo, tal vez sea mejor empezar por Plutarco.
En cualquier caso, para quien tenga tiempo y ganas, 
 
La encontré vía cubaizquierda

VERSOS DE LUIS ROSALES

Para leer a Luis Rosales no hace falta ningún preámbulo: Luis somos nosotros. ¡Cuántos versos me has dado, Luis Rosales, "¿Volviste, abril?". "Gracias, Dios mío, la casa está encendida". No conocí a Luis Rosales, pero confieso que muchas veces miré, desde la calle, hacia el balcón de Altamirano, en la dirección que él indicaba en su libro. Y siempre vi una luz. Tuve la suerte de leer "Diario de una resurrección" recién sacado del horno, cuando Luis trabajaba, todavía, en el Instituto de Cultura Hispánica:

"CUANDO VIVIMOS TANTO QUE HAY QUE PAGAR EXCESO
hay algo en el amor como una luz suicida,
tal vez es sólo eso,
y hay amores que duran algo menos que un beso,
y besos que han durado algo más que una vida."
30 de marzo de 1977

"HE CAÍDO TANTAS VECES QUE EL AIRE ES MI MAESTRO,
sólo puede acabarse lo que al vivir se olvida,
si nuestro amor fue siempre como una despedida,
cuando todo termine quedará lo más nuestro.
Ya he empezado a morir para aprender a verte
con los ojos cerrados y pienso que es mejor,
para toda la vida no basta un solo amor,
tal vez el nuestro sea para toda la muerte."
22 de agosto de 1977

"CUANDO NO ESTOY CONTIGO SOY MI PROPIO EMPLEADO
y vivo únicamente de una agregaduría;
¡como la araña pende de un hilo viviría!
ya sólo puedo amar pagándolo al contado.
Igual que abre la boca para morir el pez
se dice una palabra removiendo sus heces,
yo he perdido el contacto del vivir muchas veces,
el contacto del aire solamente una vez.
Lo sé. No me lo digas. La carne es la mortaja;
los ojos que te amaron se te han quedado impresos,
y siento al estrecharte que me crujen los huesos
igual que un montacargas rechina mientras baja.
Tal vez tú y yo seamos los bordes de una herida
y siento un desempleo que nos distancia por
que el ritmo de vivir se adelanta al amor
y el ritmo del amor se adelanta a la vida.
Contigo el mundo entero en las pupilas cabe,
la sangre empuja al cuerpo con vuelo alternativo:
esto es un subarriendo que pago mientras vivo
y hay que decir adiós mientras la frase acabe.
Como el agua al pasar bajo el puente se riza
siento un despojamiento de temor y temblor,
la vida se separa del cuerpo en el amor
y tú eres como un soplo que enciende la ceniza.
Un espejo me llama por las noches. Te veo
y el cristal se desnuda igual que una persona,
cuando no estoy contigo tu cuerpo me obsesiona,
cuando estoy a tu lado se me apaga el deseo.
¡Ay si solo quedara la identidad! ¡Ay si
nunca fuéramos dos cuando de ti me alejo!
Lo mismo que la imagen se funde en el espejo
sólo soy cristal tuyo cuando estás junto a mí.
Como el tiempo nos gasta, la vida es un tributo,
y este encadenamiento total codo con codo,
porque a pesar de todo, porque a pesar de todo,
hay algo ya en la flor convirtiéndose en fruto.
Algo hay dentro de mí que aún quiere que le abra
mientras siento en las venas mi sangre tropezar,
pero sé que la espuma no se acaba en el mar
y sé que la saliva se convierte en palabra.
Ni entiendo lo que vivo, ni vivo lo que entiendo,
mas no hay comportamiento que cambie nuestra suerte,
pues el toro en la plaza busca su propia muerte
con la última embestida. Lo sé. Lo estoy viviendo.
Cuando la tarde muere tramonta el sol las lomas,
luego queda el estiércol de la piedad y el lento
saber que nadie vuelve la espalda al sufrimiento
si ha elegido vivir. Pero quedan palomas.
Queda en el Guadarrama una estatua de frío,
y un cáncer de rodillas convirtiéndose en nieve,
y esa mirada tuya como un niño que llueve,
y un cielo que abandona la tierra; y hay rocío,
y hay luz en la caída donde estamos naciendo,
y en la desposesión de vivir al desgaire
como vive la lluvia mientras está en el aire,
como la lluvia vive mientras está cayendo.
Queda este sol de junio que dora las espigas
y la escarcha que tocas y se rompe en pedazos:
como un ala sin pájaro me arrebujo en tus brazos.
Lo sé. Lo estoy viviendo, pero no me lo digas.
22 de marzo de 1978


martes, 12 de febrero de 2008

ARTE ABSTRACTO: UN RESUMEN PARA EVITARLE A JUEVES LA LECTURA DE 9500 PÁGINAS Y QUE PUEDA VOLVER PRONTO AL MUSEO DE CUENCA



Bueno, la intención es esa, veremos qué sale. Las 9500 páginas hay que leerlas, multiplicadas por diez, claro, pero bueno, un empujoncito de un amigo nunca viene mal. Por supuesto, la conversación está dedicada y abierta a todos, aunque las palabras de jueves y el deseo de ayudarle hayan sido el estímulo. Empezamos.
Pensemos en Velázquez. Pensemos en el retrato de Felipe IV y en el retrato de Calabacillas. Cualquiera de los dos retratos nos puede interesar; cualquiera de los dos retratos nos interesa. Dependerá de nuestra situación el que en un momento determinado nos decantemos por uno o por el otro. Aunque la distancia entre los retratados es enorme, los dos cuadros pueden tener para nosotros el mismo valor. Esto es así porque lo que nos interesa no es el retratado sino el que lo retrata. Lo que nos interesa no es Felipe IV ni Calabacillas; lo que nos interesa es Velázquez.
Cojamos ahora al mismo Felipe IV, por Velázquez y por Rubens. Aquí veremos que hay una diferencia abismal entre lo que sentimos por uno u otro cuadro; aunque el retratado es el mismo y en ambos casos está excelentemente retratado, eso no quiere decir nada. La diferencia entre los dos retratos no es la que hay de un Felipe IV a otro. Es la diferencia que va de Rubens a Velázquez. Otra vez advertimos lo mismo: lo que nos interesa de la pintura no es lo pintado, sino el que lo pinta; si no fuera así, la imagen del oro valdría más que la del barro.
Todo esto que llevamos dicho es muy elemental, sí, pero nos sirve para confirmar que la pintura es el vehículo para una relación entre dos seres humanos, el pintor y el espectador.
¿Podremos afirmar que todo el arte es eso? Tal vez, pero cada medio de expresión impone sus condiciones a la comunicación: hace posible unos comunicados, es transparente a ellos y hace imposible otros, es opaco a ellos. Para no liarnos, de momento, con otros medios expresivos, vamos a ver para qué es transparente la pintura y para qué es opaca.
Pues la pintura es transparente para las emociones y es opaca para los contenidos. Intenta expresar, pintando, lo siguiente:
[(3x4)+(2x5)]/5
No se puede, la pintura es opaca para las matemáticas, que son contenido puro.
Ahora, intentemos expresar con dígitos la emoción que sentimos tras un abrazo. No podemos, es imposible, lo que hacemos con un abrazo es relación pura, con contenido cero; los dígitos (el lenguaje se forma con dígitos) son opacos a las emociones.
[Nota marginal: El sentido en el que estoy usando contenido y relación es el que se define en la parte de la semiótica desarrollada por los discípulos de Barthes Bateson que se llama pragmática. Esta semiótica americana en nada se parece a la semiología europea de Saussure y seguidores, que, al contrario de la semiótica americana, se ha estudiado con mucho afán en España, aunque, al parecer, sin grandes resultados.]
Si bien los dígitos son apropiados para expresar relaciones sintácticas complejas, como hemos visto en la expresión anterior, son muy pobres en significado; en cambio, las analogías son muy ricas en significado y muy pobres en capacidad de sintaxis. Por eso para expresar nuestras emociones pintamos y para hacer un discurso político o filosófico escribimos. Dejemos de lado que hay muchas formas mixtas, y por esas formas mixtas la poesía no puede prescindir tan fácilmente de la música de la rima, la métrica y los acentos, jueves, pero ciñámonos de nuevo a la pintura.
El pintor hace analogías con nuestras emociones. Nosotros expresamos nuestras emociones con signos que nos hablan de las
relaciones entre seres humanos: abrazos, apretones, miradas, roces, brillos en los ojos, actitudes, tonos de voz, entonaciones, relaciones basadas principalmente en el sentido del tacto. El pintor hace con la luz y los colores transiciones análogas a los modos corrientes que tenemos de expresar esas emociones humanas. Lo que se siente al cogerse de la mano, solamente se puede transmitir mediante analogías, expresiones análogas a eso que nuestro sentido del tacto ha podido percibir al cogernos de la mano. Las transiciones que nuestras manos hacen y sienten respecto a la presión, las brusquedades más o menos suaves de nuestras transiciones, pueden expresarse con analogías mediante un lienzo, transiciones entre colores y formas, presiones y suavidades de la luz. En definitiva, situaciones que no podemos vivir porque no tenemos con quién vivirlas, podemos congelarlas en un congelador que es el arte, esperando que esa persona que nos entenderá y que nos falta, descongele nuestro mensaje, nuestra obra, algún día, y ese mensaje pueda ser vivido; entonces nuestra emoción no será inútil. Entonces, aunque hayamos vivido en un desierto, nuestra vida no habrá sido en vano.
Por eso toda la pintura es un Helado de Fuego. Quiero decir toda la buena pintura; la demás no es nada.
También se puede decir que toda la pintura es, y siempre ha sido, abstracta. Como en nuestras relaciones reales, lo definitivo son las transiciones, los ritmos, la composición, el manejo de la escala cromática, la modulación de las capacidades expresivas; todo esto en un entorno cerrado y limitado, en la vida o en el lienzo. Lo figurativo siempre es, o una excusa para desplegar nuestros encantos sin que se den cuenta, o un medio expresivo más que, como tal medio expresivo, es en sí abstracto. Yo creo que los primeros pintores abstractos comprendieron que sin la figura la pintura va directamente al grano de la conversación, sin distracciones. Pero habla de lo mismo que siempre ha hablado y, si alguien no comprende la pintura abstracta, tampoco es posible que comprenda la figurativa. Interpretará la pintura igual que interpreta las figuritas de porcelana o los cacharritos que algunas personas colocan en estanterías. Esas personas nos dirán, claro, que sobre gustos no hay nada escrito, pero nosotros no tendremos más remedio que contestarles que sobre gustos hay muchísimo escrito, lo que ocurre es que ellos no lo han leído.
Vete al Museo de Cuenca; encima del guarda de la entrada verás el "corazón latidor". Tomas las dos hojas de hierro y las juntas con tus pulgares; las sueltas para que se acerquen y se separen como un péndulo; entonces el corazón de hierro empezará a latir y tú te darás cuenta de lo que Sempere te dejó dicho allí, a ti, y que allí está esperándote. Y cuando veas cualquiera de los otros cuadros, no lo mires como una cosa decorativa que puede ser bonita o fea. Allí hay también corazones humanos, como en el corazón latidor. Tú verás algunos; otros se te escaparán; será defecto del pintor o defecto de tu vista o de tu formación, pero en cada cuadro que valga la pena hay una emoción humana muy honda y muy fuerte esperando. Un cuadro tiene que servir para vivir, de hecho es una máquina de transmitir emoción. Y si no es eso, no es nada, no vale nada, es abominable.
Por eso nunca tendremos dinero, las personas normales, para pagar buenos cuadros, salvo excepciones de pintores de mucho talento que empiezan. Porque un buen cuadro es una cosa tan útil, tan refinada, tan valiosa, que siempre hay alguien asesorando a un rico que se lo dice. Pero bueno, dejemos el tema de comprar cuadros para otro día. Compremos aguafuertes, serigrafías.
Bueno, yo creo que como primera parte ya basta, tú me dirás, jueves, si te puede servir de algo, si seguimos, si quieres que desarrollemos más alguna de las partes... lo de la semiótica está brutal, pero tendría que releerlo; hace muchísimos años que no lo leo y a lo mejor lo que te acabo de decir no tiene ya nada que ver con lo que leí...tú me dirás.
Nota sobre la Ilustración: Desde siempre, cuando voy al Prado, hay un cuadro que nunca dejo de ver. Por un tiempo breve, ese cuadro fue el Retrato de Federico Gonzaga, Duque de Mantua; más tarde, ese cuadro fue el Retrato de Lucrecia Baccio del Fede; desde hace más de veinticinco años, ese cuadro es Noli me Tangere. Misterios ¿...? de la pintura.

domingo, 10 de febrero de 2008

FERRÁN, BÉCQUER, BERGAMÍN. PRIMERA PARTE: AUGUSTO FERRÁN

Yo no sé lo que yo tengo
ni sé lo que me hace falta,
que siempre espero una cosa
que no sé cómo se llama.

No puede decirse, por muy excéntrico que uno pretenda ser, que Ferrán es un poeta de los de primerísima línea. Pero tampoco merece el olvido en el que siempre se le tiene. En Augusto Ferrán comienza una de las formas de hacer poesía más interesantes de la literatura española. Solamente por su influencia en Bécquer, Ferrán debería ser un poeta más y mejor considerado. Y es que sin él, tal vez Bécquer no existiría y de Bécquer sí que no podemos prescindir; y sin Bécquer y sin Ferrán, tampoco existiría Bergamín, y ese es otro de los que tampoco podemos prescindir, porque ambos, Bergamín y Bécquer son dos poetas inolvidables, que quedarán con el paso de los siglos.

Los que quedan en el puerto
cuando la nave se va,
dicen, al ver que se aleja:
¡quién sabe si volverá!

Y los que van en la nave
dicen, mirando hacia atrás:
¡Quién sabe, cuando volvamos,
si se habrán marchado ya!

Estamos en 1860; ¿podemos reprochar a Ferrán el no ser Bécquer, el no ser Rosalía? Yo creo que no, y que sus versos no merecen tanto el olvido como el agradecimiento y la ternura

La flor que me diste en tiempo
de amorosa intimidad,
la arrojo al mar, y se pierde
entre las olas del mar.

Y este rizo que tu mano
cortó con amante afán,
lo arrojo al fuego, y el fuego
cenizas lo vuelve ya.

Y tus continuas promesas
de eterna felicidad,
las doy al viento que pasa
y se las lleva fugaz.

Pero el recuerdo angustioso,
¡ay!, de tu engaño, por más
que se lo entrego a la tierra,
ella otra vez me lo da...

Viento y fuego y mar se duelen
compasivos de mi mal,
y solamente la tierra
de mí no tiene piedad.

¿Se puede comprender a Bécquer sin conocer a Ferrán? Se puede comprender a Bécquer por él mismo, porque no necesita nada, aparte sus palabras, para ser comprendido. De acuerdo; ¿pero se admirará menos a Bécquer por conocer a Ferrán? ¿Perderá algo nuestro Bécquer por tener un compañero como Ferrán, que no es perfecto, que no es elevado, que es humano? ¿No podremos acercarnos a Bécquer, a nuestro Bécquer, con más familiaridad, con más afecto, con más comprensión, si conocemos a Ferrán?

Pasé por un bosque y dije:
"aquí está la soledad...",
y el eco me respondió
con voz muy ronca: "aquí está"

Y me respondió "aquí está"
y sentí como un temblor,
al ver que la voz salía
de mi propio corazón.

jueves, 7 de febrero de 2008

FERNANDO ZÓBEL

 
Mirando las que parecen acuarelas-aguadas de Odette Farrell he recordado a Fernando Zóbel, que siempre me ha parecido un paradigma de inteligencia a la hora de racionalizar una carrera como pintor. Empecé a conocer su pintura en el museo de Arte Abstracto de Cuenca cuando un compañero de Colegio Mayor, José María Cerezo Arillo, me habló, con admiración, de él. Allí pude ver cómo, después de una inicial y relativamente larga etapa, Zóbel elige volver a partir de cero, como Juan Ramón Jiménez. Y partir de cero significaba comenzar por el empleo de los más reducidos medios expresivos, a saber: el blanco y el negro.
 Con blanco y negro se puede hacer pintura, no solamente dibujo, como podría parecer. Y en las manos y en la inteligencia de Fernando Zóbel es asombroso cuánta y cuán expresiva pintura se puede hacer. El Ornitóptero del Museo nunca deja de provocar nuestra ternura cuando lo miramos apenas levantarse del suelo para caer y no obstante seguir aleteando inútilmente viendo y no creyendo su imposibilidad de volar.
 
  
Incrementar los medios de expresión solamente cuando la paleta anterior está agotada para nuestra capacidad, podría ser una opción si nos supiéramos eternos. Como Fernando Zóbel se sabía, en cambio, contingente, distribuyó en una supuesta escala vital el despliegue de dichos medios, reservándose la paleta más extendida para los últimos años de su carrera.
Visité, mientras estudiaba, todas las exposiciones que Zóbel hizo en Madrid. Recuerdo la de La Vista, en Rayuela o en la Juana Mordó, sí, seguro, Juana Mordó; eran unas exposiciones arrolladoras, donde se veía pintar a un sabio, donde la palabra clave era siempre la misma: economía. Siempre: "En pintura, lo que sobra, estorba".
Pude ver también la exposición de sus acuarelas, con la tinta parker haciendo diabluras con el agua y los colores Schmincke y el papel Arches grain fin (nunca Fabriano -lo digo por hacer rabiar-) o el otro papel que hacían a mano en Cuenca y del que conservo unos pliegos todavía, escondidos en una carpeta grande, de tapas duras, con los restos de los dibujos que un día quemé.
 
  
Conocí a Zóbel en su última exposición; estaba junto a los cuadros permanentemente, se veía que quería conocernos a todos, porque se dirigía a nosotros, no le importaba hablarnos, tocarnos. No recuerdo en qué galería, pero sí que nos quedamos solos y que hablamos unas palabras. Me preguntó que si yo era pintor, porque me vio mirando sus cuadros a cinco centímetros de distancia, como siempre he hecho con todos los cuadros; lo que me interesa, es a esa distancia a la que se ve; como me retrató Maria Victoria Gutiérrez Guitián, que fue profesora y amiga mía, de Estética y Composición, la única persona en el mundo que me ha descubierto al primer vistazo: "a ti lo que te gusta es la pornografía espiritual", me dijo. Es verdad; no lo puedo evitar, lo que me gusta es verle las vergüenzas al alma. Pero bueno, lo que quería decir era que ya Zóbel y yo sabíamos que se estaba muriendo en aquélla exposición, cuando nos hablamos, con cierto afecto, yo, aquejado de juventud, expresé bastante menos del que de verdad sentía. Me ha extrañado ver ahora en la Wikipedia: "murió inesperadamente, ataque al corazón..." el caso es que yo siempre he supuesto que fue cáncer. Primero por la respuesta que le leí al entregar su colección a la Fundación Juan March: "No se puede dirigir un museo desde la tumba". Segundo, porque en la última exposición de Zóbel estaban los colores de la muerte, los que todavía no tocaban. Me explicaré: como he dicho antes, Zóbel iba graduando su paleta y abriéndola pausada y paulatinamente 
 
 
Y en aquella exposición aparecieron de pronto todos los colores saltándose su turno. Era evidente que Fernando había querido usarlos al menos una vez:

Así que en este caso es, a mi juicio, despedida de vivir (gallarda despedida) lo que parece simplemente (y sería en otro) alegría de vivir. Misterios ¿...? de la pintura.

lunes, 4 de febrero de 2008

JÓNICAS


En recuerdo de la entrada de Maykel, adelantaré unos versos de Kavafis. Pensaba escribir en el título: Kavafis, o el poeta; pero esa idea me ha llevado a buscar el libro de Emerson "Hombres Representativos", que hace veintiocho años que no leo y que es una lectura ideal para los veintiocho años de la edad. Claro, Emerson escribe "Shakespeare o el poeta", así que ya no puedo otorgarle ese atributo a Kavafis. Mejor así, porque Kavafis sería un maravilloso poeta secreto, incluso ganaría más aún como poeta prohibido; ojalá no fuera posible leerlo mas que tras un largo viaje, rico de experiencia, en una trastienda de una librería, con el agitado palpitar de un corazón, el nuestro, que casi lo leyera de corrido, en un momento, con miedo a ser descubiertos. Y luego recordar toda la vida esos versos entrevistos, lamentando no haber podido leerlos más despacio, no haber tenido dinero suficiente para comprarlos, no haber tenido memoria bastante para aprenderlos.
Como hoy va de Jónicas, leamos
 
JÓNICO
 
Aunque hayan derribado sus estatuas
y estén proscritos de sus templos,
los dioses viven siempre,
oh tierra de Jonia, y es a ti a quien aman, 
a ti a quien añoran todavía.
Cuando sobre ti surgen las mañanas de agosto
el temblor de sus pies atraviesa la atmósfera; 
y a veces la imagen de un efebo,
inasible como una sombra alada,
sobre las colinas te toma.
 
Y sigamos leyendo
 
UNO DE SUS DIOSES
 
Cuando uno de ellos atravesó el ágora
de Seleucia, al caer de la tarde,
en el cuerpo de un hombre joven, alto y hermoso, 
con la alegría de la inmortalidad en sus pupilas,
perfumada la negra cabellera,
los que al pasar lo contemplaban
preguntábanse uno a otro si acaso alguno lo conocía,
si era tal vez griego de Siria o un extranjero. Pero otros
que más atentos lo miraban
comprendían y se apartaban;
y mientras él bajo los pórticos desaparecía,
entre las sombras y la luz del crepúsculo,
hacia los barrios que despiertan en la noche
sólo para la orgía y la embriaguez
y la lujuria y todo género de vicios,
admirados se preguntaban cuál de todos era éste,
y por qué equívoca sensualidad
hasta las calles de Seleucia descendía
desde la alta majestad de sus moradas.

domingo, 3 de febrero de 2008

LOUIS ISIDORE KAHN


Nadie me ha enseñado tanto como Louis Isidore Kahn sobre la naturaleza de algunas cosas. Kahn, además de ser un arquitecto de bellas y profundas obras, es un arquitecto de magníficas palabras, que expresan un pensamiento original. Claro que todos los maestros tienen las ideas claras, pero no es frecuente que los arquitectos sepamos expresarnos. Pocas cosas me dan tanta lástima como los esfuerzos por ocultar la nada (o peor, la nada soberbia) tras palabras oscuras. Una vez más, como en el verso de Reyes, "pensar y hablar dos cosas diferentes".
Louis Isidore Kahn, por lo que sé, vivió una retirada vida de funcionario ejemplar hasta los cincuenta años; una vez cumplida tal edad, revolucionó de algún modo la arquitectura de su tiempo, durante veinte años, y murió. Dejó una obra magnífica y mostró, una vez más, que el ejercicio de la Arquitectura no admite genios precoces. 
He seleccionado dos pequeños ejemplos del discurso de Kahn. En el primero nos habla de la naturaleza de los materiales y verdaderamente, no creo que sea posible hacerlo de un modo más acertado ni más esencial:
"El proyectar exige que se comprenda el orden. Cuando tenemos que vérnoslas con los ladrillos o proyectamos con ellos, debemos preguntar al ladrillo qué quiere o qué puede hacer, Y si preguntamos al ladrillo qué quiere, responderá: “Bueno, querría un arco". Y entonces diremos: "Pero los arcos son difíciles de hacer. Son más costosos. Creo que el cemento iría igualmente bien por encima de tu apertura". Pero el ladrillo replica: "Ya sé, ya sé que tienes razón, pero si me preguntas qué prefiero, yo quiero un arco". Y uno dice: "Pero bueno, ¿por qué eres tan terco?". Y el arco dice: "¿Puedo hacer una pequeña observación? ¿No os dais cuenta de que estáis hablando de un ser, y que un ser de ladrillo es un arco?". Esto significa comprender el orden. Significa conocer su naturaleza. Significa saber qué puede hacer. Y respetarlo profundamente. Si trabajamos con ladrillo, no lo usemos como una opción de segunda mano o porque cuesta poco. No, debemos alzarlo en toda su gloria, y ésta es la única interpretación que merece. Si trabajamos con cemento, debemos conocer el orden de su naturaleza, debemos conocer la naturaleza del cemento, qué trata de ser realmente el cemento. En realidad, el cemento quiere ser granito, pero no lo consigue. Los hierros de refuerzo son la intervención de un prodigioso elemento secreto que hace milagrosamente eficiente a esta llamada piedra fundida: un producto de la mente. El acero quiere decirnos que puede tener la fuerza de un insecto, y el puente de piedra que fue construido como un elefante; pero nosotros conocemos la belleza de ambos, la armonía derivada de haber aprovechado al máximo las posibilidades del material. Si nos limitamos a revestir de piedra un muro, tenemos la sensación de estar haciendo algo mezquino, si bien esa crítica pueda hacerse a los mejores de entre nosotros. Ver las cosas correctamente y actuar en consecuencia, sin compromisos, puede costarnos el aislamiento. Sin embargo, es importantísimo dar un paso adelante; hay que darlo con cautela y en plena conciencia."
Louis Isidore Kahn sabía encontrar la raiz de lo que llamaba las instituciones del hombre; es imposible proyectar algo con acierto sin comprender su esencia. Pero Kahn descubría esa esencia, más allá de su utilidad para la arquitectura y por eso sus descripciones pueden servirnos a todos. Kahn solía decir: Amo los inicios. Con ello quería dar a entender que es necesario reducirse a contemplar el origen de las instituciones humanas para comprenderlas de verdad. Hay que quitarles la hojarasca que la civilización y el tiempo les añaden y dejarlas desnudas de nuevo para que muestren su verdadera belleza en esplendor. Pero escuchemos sus palabras hablando de la escuela:
"Considero la escuela como un ambiente espacial en el que aprender es bonito. La escuela comenzó con un hombre bajo un árbol, un hombre que no sabía que era un maestro, y que se puso a discutir de lo que había comprendido con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes. Los estudiantes se pusieron a reflexionar sobre lo que había pasado entre ellos y sobre el efecto benéfico de aquel hombre. Desearon que sus hijos también lo escucharan y, así, se erigieron espacios, y surgió la primera escuela. La fundación de la escuela era inevitable porque forma parte de los deseos del hombre. Todos nuestros complejos sistemas de educación, hoy delegados en las Instituciones, derivan de aquella pequeña escuela, pero hoy se ha olvidado el espíritu con que comenzó. Los locales exigidos por nuestras instituciones escolares son estereotipados y carentes de inspiración. Las aulas exigidas por el Instituto, los pasillos tapizados de armaritos y los otros locales y dispositivos llamados funcionales, son organizados ‑claro está- en bellas confecciones por el arquitecto, el cual obedece a los requisitos de superficies y costos establecidos por las autoridades escolares. Da gusto ver las escuelas, pero son superficiales como arquitecturas porque no reflejan el espíritu del hombre bajo el árbol. Todo el sistema escolar derivado de su comienzo no habría sido posible si el comienzo no hubiera estado en armonía con la naturaleza del hombre. Además, se puede afirmar que la voluntad de ser de la escuela existía ya antes que la circunstancia del hombre bajo el árbol."
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Por esto es bueno que la mente retorne al inicio: porque, para cualquier actividad humana constituida, el inicio es el momento más maravilloso. Pues en él está todo su espíritu, todas sus potencialidades, de las que constantemente debemos sacar inspiración para las necesidades actuales. Podemos hacer que nuestras instituciones sean grandes dándoles, en la arquitectura que les ofrecemos, nuestro sentido de esta inspiración."

viernes, 1 de febrero de 2008

LO QUE ENCONTRÓ YOLANDA

Ya que en el post anterior se desató el asunto Cuba, me parece oportuno compartir con vosotros lo siguiente: mi amiga Yolanda Molina Pérez, que escribe un blog estupendo, ha encontrado, no sé cómo -pero lo que sí sé es que cualquier cubano es más espabilado que yo- un cuentecillo que escribí en 1994, y me ha dejado un comentario. Es evidente que el cuento es demasiado largo y aburrido, no está redondo y necesitaría poda, pero no sé cómo hacerla, por eso no lo tengo asociado a mi perfil. El enlace es este:
Historia que pasó en una Isla
A pesar de sus defectos, si alguien es capaz de leerlo entero, podría servir de introducción acerca de algunas de las cosas que pienso de Cuba y animarnos para que podamos hablar de ella.