Es intolerable que se obtenga un beneficio personal a cambio de la ayuda que se preste a otro ser humano para sobrevivir. Es un enunciado tan evidente que me avergüenza verme en la tesitura de demostrarlo.
Parece un cambio muy difícil, por lo radicalmente ausentes que están sus premisas en nuestra sociedad. Sin embargo, es muy fácil; basta con no tolerar el ejercicio privado de la medicina.
Y aquí entramos en esa falsa concepción de la libertad que empaña nuestras estructuras. Falta de libertad no es que se impida un ejercicio nefasto para la sociedad. Nadie considera falta de libertad que se prohiba ejercer de verdugo o enterrador a voluntad del operario. En cambio, lo que es una atrocidad, que va contra la libertad y la justicia, es que sea la posición social el determinante de si puede uno someterse a tal o cual tratamiento que salve su vida.
Tal como descreo del ejercicio privado de la sanidad -es decir del ejercicio en busca de un interés material-, descreo igualmente de que puedan expedirse bajo precio los medicamentos, por la misma razón. Se me dirá que entonces los "laboratorios" no investigarían. Miel sobre hojuelas, que no investiguen, si su pretensión es enriquecerse por medio del dolor y la muerte. Tal como ocurre con el software libre, que no se preocupen, que otros ya investigarán. Otros que lo harán por el afán de ayudar a sus semejantes. Entonces ya no serán necesarias las epidemias buscadas o extendidas, desaparecerá la controversia sobre qué fue antes, la enfermedad o la vacuna. Seguro que hay millones de seres con la vocación suficiente para investigar para los demás a cambio de un simple sueldo. Digo mal, no será a cambio; ocurrirá que habrá que ayudarles materialmente a ellos también como es de justicia hacerlo.
Tal vez quien no haya experimentado esta medicina no pública la tenga idealizada. Yo que, por circunstancias laborales, he acudido a ella muchos años, creo haberla visto en su propia salsa. Una medicina en la que el paciente debe estar a cada momento vigilante, hasta la paranoia, para que no te acaben si es esto lo rentable. Podría relatar muchos casos, pero no viene a cuento. La razón de la justicia basta.
Y nada es nuevo. Ocurre que es la hora de cambiarlo. Pero ya Quevedo, en el "Libro de todas las cosas y otras muchas más", explicaba entre las proposiciones de su primer tratado: "Para que te duren poco las enfermedades" ...y se respondía a sí mismo: "Llama a tu médico cuando estás bueno y dale dineros porque no estás malo; que si tú le das dinero cuando estás malo ¿cómo quieres que te de una salud que no le vale nada y te quite un tabardillo que le da de comer?". ¿Hay mejor definición de una sanidad pública?
Y para que se vea lo poco que el mundo ha cambiado, copiaré también la parte del tratado "Para saber todas las ciencias y artes mecánicas y liberales en un día" que se refiere al ejercicio de la medicina:
"Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula, sortijón de esmeralda en el pulgar, guantes doblados, ropilla larga y en verano sombrerazo de tafetán. Y en teniendo esto, aunque no hayas visto libro, curas y eres doctor; y si andas a pie aunque seas Galeno, eres platicante. Oficio docto, que su ciencia consiste en la mula.
"La ciencia es ésta: dos refranes para entrar en casa; el ¿qué tenemos? ordinario, venga el pulso, inclinar el oído, ¿ha tenido frío? Y si él dice que sí primero, decir luego: «Se echa de ver. ¿Duró mucho?» y aguardar que diga cuánto y luego decir: «Bien se conoce. Cene poquito escarolitas; una ayuda». Y si dice que no la puede recibir, decir: «Pues haga por recibilla». Recetar lamedores jarabes y purgas para que tenga que vender el boticario y que padecer el enfermo. Sangrarle y echarle ventosas; y hecho esto una vez, si durare la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que, o acabes con el enfermo o con la enfermedad. Si vive y te pagan di que llegó tu hora; y si muere di que llegó la suya. Pide orines, haz grandes meneos, míralos a lo claro, tuerce la boca. Y sobre todo advierte que traigas grande barba, porque no se usan médicos lampiños y no ganarás un cuarto si no pareces limpiadera. Y a Dios y a ventura, aunque uno esté malo de sabañones, mándale luego confesar y haz devoción la ignorancia. Y para acreditarte de que visitas casas de señores apéate a sus puertas y entra en los zaguanes y orina y tórnate a poner a caballo; que el que te viere entrar y salir no sabe si entraste a orinar o no. Por las calles ve siempre corriendo y a deshora, porque te juzguen por médico que te llaman para enfermedades de peligro. De noche haz a tus amigos que vengan de rato en rato a llamar a tu puerta en altas voces para que lo oiga la vecindad: «Al señor doctor que lo llama el duque; que está mi señora la condesa muriéndose; que le ha dado al señor obispo un accidente» y con esto visitarás más casas que una demanda y te verás acreditado y tendrás horca y cuchillo sobre lo mejor del mundo."
Y todo esto, que en España no ha cambiado desde entonces, en Cuba ya cambió; así que allí de los siete días les sobran seis y medio. Y les dejo el medio hasta que no se necesite más un guanajo ni una intervención de Babalú Ayé.
10 comentarios:
Francisco como hipercrítica que soy, suelo cuestionar la calidad de los servicios médicos en Cuba y de hecho lo hago desde muchos puntos de vista, pero no dejo de reconocer que ofrecen una seguridad se prestan con un rigor incuestionable, desdichadamente los necesité hace muy poco…
Mi hija mayor tiene hace poco más de un año un diagnóstico que la convierte en “migrañosa”, nefasto legado materno, control en el consumo de algunos alimentos y calmantes ligeros hasta el momento mantenían la situación bajo control, el jueves 24 de noviembre salió temprano para la escuela y nada anunciaba una crisis, a las 9 y 25 am llamaron para decirnos que se sentía mal, en 10 minutos ya la tenía en casa, pero ni siquiera podía acostarse, decido llevarla al hospital pediátrico Pepe Portilla de la ciudad y que queda sólo a dos cuadras de casa, para no hacer la historia inacabable sólo diré que en menos de una hora tuvo seis vómitos y por consiguiente un cuadro de deshidratación, el cuadro evolucionó ya con atención especializada y las primeras medidas, pero el antiemético y el calmante administrado por vía intramuscular no surtieron efecto así que decidieron hospitalizarla para hidratarla por vía parenteral, aunque fue un bebé con algunos padecimientos nunca antes vi a mi hija en ese estado, me dominó la desesperación y la congoja, de hecho jamás había requerido ingreso, todo ocurrió en un período de tiempo muy breve en el que estuvo siempre bajo supervisión y con los medios necesarios a su servicio, con la prioridad requerida y es en esos casos cuando realmente te sorprendes de lo poco que importa el color de la sábana que está en la camilla del cuerpo de guardia, el desconchado de la pared de la sala o la insuficiente cantidad de baños en ella, no veía más allá de la palidez de su cara, la frialdad de su piel y la huella de dolor en su rostro.
Es mucho lo que falta por hacer en calidad de salud, especialmente para que las instalaciones recuperen el confort que los caracterizó hace años, que no todo el personal tanto especializado como de apoyo trabaja con la misma devoción, que la disponibilidad de medicamentos aunque ha mejorado mucho podría ser mejor si algunos galenos no ofrecieran recetas indiscriminadamente a acaparadores inescrupulosos y otras muchas manchas más que podría enumerar, pero no temer por el costo del tratamiento requerido, ni siquiera preocuparme por la posibilidad o no de poder realizar los tests precisos sin duda es una fortuna que no valoramos con frecuencia en su justa medida.
Su ingreso fue de apenas unas horas, pero recibí tanto de médicos como enfermeras la mejor atención y no hubo ni “socios”, ni “palancas”, ni dinero, sólo una niña enferma, y su madre desesperada, y sabes algo Francisco no tengo ni la más remota idea de cómo se llama la doctora que la recibió en cuerpo de guardia, la residente que le hizo seguimiento a las pocas horas o la que le dio de alta más tarde y me juzgo desagradecida por ello, pasó de una mano en otra, todas con el mismo cuidado y lo consideré tan obvio y elemental que no consideré preciso más que musitar unas escuetas gracias, que muchas veces ni eso le ofrecemos y en los tiempos actuales lamentablemente no basta.
En cuanto al medio día para el Babalú Ayé, cada vez son menos los que buscan allí cura para el cuerpo, que el visto bueno para asuntos de alma y futuro, necesitaría de días excedidos de las 24 horas… ¿Conoces el cuento del médico y la garrapata?, quizás justo porque no necesitan de ella están prestos a curar o algo mejor que es el paradigma de la medicina en Cuba, prevenir, lástima que tantos millones mueran en el mundo por no tener acceso a esa posibilidad, como siempre un abrazo insular….
Querida Yolanda, ¿sabes que aquí no hay hospitales pediátricos? Hoy precisamente he tenido que visitar al médico de familia, porque tuve un pequeño accidente. El problema es que pedí la cita hace exactamente siete días y no fue hasta hoy que pudo atenderme. Cuando mi segundo hijo tenía seis meses lo llevamos al hospital por un cuadro febril. Fuimos al servicio de pediatría; le hicieron un análisis de sangre y dictaminaron enseguida que el niño tenía una anemia espectacular, algo que les hizo mirarnos con una cara como diciéndonos que no lo alimentábamos. El niño tomaba el pecho de su madre. Lo ingresaron de urgencia, diciéndonos que de ningún modo podríamos acompañarlo. Imagina el desconcierto y el dolor que sentimos. Al final mi mujer logró colarse en la sala, donde unas enfermeras se apiadaron de nosotros y toleraron que ella lo acompañara durmiendo en una silla. Así pasó una semana, inyectándole al niño continuamente un montón de medicamentos que desconocemos.
Más tarde descubrimos a un pediatra honrado en nuestra ciudad y le contamos el caso. Cuando vio la analítica nos dijo que era normal para la edad del niño. Lo que ocurrió es que el servicio de pediatría estaba atendido por un médico general, que no era pediatra. Y ese hombre no sabía que las analíticas de los bebés de seis meses dan valores distintos a los de los adultos.
No he hablado nunca de un tema que todavía me inunda de dolor el pecho. Cuando yo tenía 25 años, mi abuela murió sola en un hospital. No me dejaron estar junto a ella mas que una hora, como un favor, unas dos horas antes de su muerte.
Este mismo hijo mío, al año de edad aproximadamente, tuvo un catarro y un pediatra me mandó llevarlo a un otorrino, medicina privada. El otorrino me indicó que el niño tenía mocos en el oído y que si no quería que le fuera imposible aprender a hablar, debíamos perforarle el tímpano allí mismo, asegurándome que él disponía de instrumental para hacerlo. Como es lógico me negué y ya me puedes ver, como siempre, preguntando a unos y otros por un otorrino honrado. Cuando lo encontré me dijo que simplemente esperara al verano y le diera unos baños en el mar; que le desaparecerían los mocos y los problemas, como así hice y así sucedió.
Tengo casos y casos y casos por contar. Hasta ahora nos hemos ido salvando porque soy terco, investigo, y conozco el paño. Hace un año quisieron operar a mi mujer "para verle las tripas en directo"; al poco tiempo advertí que ese médico acababa de ser condenado a indemnizar a una familia por la muerte de un paciente. Al final era una pequeña lesión muscular sin importancia, que curó por si sola en pocas semanas. Otra vez, por la medicina privada, un dermatólogo me propuso operarme un absceso en la piel. Al decirle yo que me lo habían recomendado por su honradez y preguntarle que qué haría de encontrarse él mismo con mi problema, se apiadó de mí y me recetó una pomada que solucionó rápidamente el problema. "Yo no me operaría", me contestó enfadado por la pregunta.
Hay muchísimos logros de un gran valor en Cuba. En el exterior se desconocen, y en el interior se dan por supuestos.
Abrazos, Yolanda. Os queremos.
Amigo Animal de Fondo,
Es impecable, y científicamente más que esclarecedora, su exposición sobre los peligros de la Sanidad Privada. Es una verdad como un templo que la Sanidad Pública intenta curar, y la Privada lo que pretende es ganar dinero. Como muy bien apunta Vd., la solución está en liquidar la Sanidad Privada. Pero resulta que aquí, en España, lo que se está haciendo ahora es precisamente lo contrario: lo que pretenden los que nos mal gobiernan y nos maltratan es convertirnos en objetos productores de Capital, en esclavos de su Poder y su dinero. Y es que hace ya demasiado tiempo que aquí se hacen las cosas al revés.
Yo, que necesito gafas, he optado siempre por el oftalmólogo de la Seguridad Social, porque he estado seguro de que éste sólo me recetaría un cambio de gafas si lo era necesario, en la convicción también de que el oculista privado siempre me vendería unas gafas nuevas, para ganar dinero..., pero ahora, ¡maldita la gracia!, los oftalmólogos que gradúan la vista ya no existen en la Seguridad Social. En consecuencia, tendré que ir al oculista privado, y éste, lo necesite o no lo necesite, estoy seguro de que me venderá unas gafas con nueva graduación. Es un desastre.
Destaco aquí los párrafos de su escrito que me han parecido más esclarecedores y diáfanos.
Le envío un gran abrazo solidario.
Antonio
Es intolerable que se obtenga un beneficio personal a cambio de la ayuda que se preste a otro ser humano para sobrevivir...
Sin embargo, es muy fácil; basta con no tolerar el ejercicio privado de la medicina...
Tal como descreo del ejercicio privado de la sanidad -es decir, del ejercicio en busca de un interés material-, descreo igualmente de que puedan expedirse bajo precio los medicamentos..,
Entonces ya no serán necesarias las epidemias buscadas o extendidas, desaparecerá la controversia sobre qué fue antes, la enfermedad o la vacuna.
Querido amigo Antonio, muchas gracias por su abrazo y por sus palabras. La anécdota que usted nos comenta, sobre el problema de graduarse la vista, coincide plenamente con lo que yo también observo. Sin embargo, esto que nosotros advertimos claramente es un sinsentido para la sociedad que nos rodea. Estoy casi seguro de que si nos dan a elegir, al mismo coste, entre acudir a la sanidad privada o a la pública, muchos de nuestros conciudadanos elegirían la privada. Aún a costa de los riesgos tremendos que para su salud supondría tal elección. ¿Por qué algo tan evidentemente engañoso e injusto sobrevive? Tiene que darse, por fuerza, un lavado de cerebro general que mantiene esa esclavitud. Y para colmo, está tan bien organizado el espectáculo que nuestras palabras lo que suelen provocar es irritación, como si quisiéramos apartar a los demás del engaño para apropiárnoslo nosotros solos. Yo, sinceramente, advierto en todo esto una perversidad y un desprecio por el hombre que me aterran.
Aunque tal vez, en siete días, todo se venga abajo. No sé si poner :) o :(
Muchísimas gracias y otro abrazo para usted.
Querido amigo Ramón: desconozco sus circunstancias personales; además, no me atrevería a inmiscuirme en una responsabilidad que la naturaleza le ha confiado a usted y que seguramente usted desempeñará mejor que nadie. No me considero ni más ni menos que los demás; simplemente me acongoja que seamos capaces de enriquecernos con el dolor, la enfermedad y la muerte.
De todas formas, amigo Ramón, léase las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud con respecto al parto, quiera usted mucho a su mujer, acompáñela y esté a su lado dondequiera que fuere y no consienta, dentro de sus posibilidades, que ella pase por situaciones humillantes. Ese es el resumen de lo que hice en los partos de mis hijos y me enorgullece mi comportamiento, conociendo como conozco mis muchas limitaciones. Y no se engañe, lea sobre la lactancia materna, y obre con toda la bondad y rectitud de intención de que sea usted capaz.
Otro afectuoso saludo para usted.
Es intolerable que se obtenga un beneficio personal a cambio de la ayuda que se preste a otro ser humano para sobrevivir.
Tiene usted toda la razón, lo primero es el derecho a vivir, empezando por comer, nadie debería poder vender comida ni bebida, sólo los restaurantes de lujo, con los correspondientes impuestos.
No deberían existir las profesiones liberales: abogados, médicos, arquitectos, profesores, zapateros, fontaneros, maquinistas, etc., pues todos ellos han aprendido sus oficios con las enseñanzas recibidas gratis en las escuelas y universidades que pagamos todos, de modo que lo más justo es que se le dé a cada uno un sueldo que le permita vivir, y como dice S.Pablo: el que no trabaje que no coma, ya está bien de parásitos que porque tienen una carrera que no hemos podido permitirnos todos, tienen derecho a cobrar lo que les da la gana por sus trabajos, cuando hoy día con las facilidades técnicas que hay, la mitad de las veces los hacen las máquinas o son copia del que le han cobrado a otro.
Pero en el pecado llevan la penitencia, porque siempre están nada más que pensando en el dinero y en cómo hacerlo para que Hacienda no los pille, o con el temor de que lo haga, y con mala sangre por el dinero que les chupa para dar de comer a los "gandules que no quieren trabajar", sobre todo ahora que hay tanto paro.
Y la peor de todas es la situación de explotación en que nos encontramos las mujeres. Nosotras no nos quejamos tanto porque no tenemos tiempo de mirarnos el ombligo como los hombres, pero somos nosotras las que llevamos el mundo adelante. Nosotras no lloramos por el paro ni por el dinero.. NOSOTRAS TRABAJAMOS, desde que nos levantamos, en casa y fuera de ella, y volvemos a casa y volvemos a trabajar, eso sí oyendo al "guerrero" que ha tenido un día muy duro y mucho trabajo, si sabrá él lo que es trabajar, aparte de tomarse el café y hablar de fútbol con los compañeros, eso si no le trata de tocar el culo a la secretaria... y luego el nene quiere temita, como que a las doce de la noche está una para que la trajinen.
Bueno perdoneme el desahogo, pero es que ya estoy harta de tanta gente salvando el mundo y sólo yo arrimando el hombro.
Un saludo. Libertad.
Querida amiga anónima: Le confieso que me están desconcertando los comentarios a esta entrada. Sea como sea, estoy de acuerdo con la mayoría de lo que usted expresa. Tal vez yo lo hubiera dicho con menos crudeza, ya que participo, inevitablemente, de esa ligereza y frivolidad que son comunes no solamente a los varones de nuestra especie, sino, según he podido observar, a casi todos los ejemplares del género masculino en el reino animal. Si soy capaz de escribir una entrada sobre el tema que usted expone, la explotación de la mujer, me gustará sobremanera contar con su opinión. Mientras tanto, reciba usted mi agradecimiento por el tiempo que me ha dedicado, junto con un saludo muy cordial.
¡Menos mal que aún hay personas que ponen la vista más allá del horizonte! ¿Cómo, si no, podríamos avanzar
Amigo mío, son siete días. ¡Sigamos!
Gracias por vuestra visita. Como bien dice Maykel: ¡Sigamos!
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