domingo, 13 de abril de 2008

MÁS DE JUAN RAMÓN



A Julio Roberto, esperando que sea voz de Guatemala y que me conteste, por lo menos, a la segunda. A Eduardo García, muerto en Cuba en 1961, sabiendo que no podrá contestarme.

De "Estética y ética estética":

CON PABLO DE LA TORRIENTE BRAU

Cada hombre, amigos cubanos y españoles, puede pensar, sentir y hacer de sí mismo, con relación a una paz acostumbrada, y sobre todo, a una mala guerra, lo que quiera o lo que pueda. Y todos merecerán, con la sola condición de que sean sinceros y honrados, o ¡ay! de que lo parezcan, nuestra consideración absoluta... o relativa.
Sí, sí. Pero ningún hombre, ni uno solo, sea del lado y de la cara que fuese, y sea el que fuere su acuse del destino, se atreverá a dudar ni a sonreír pública ni íntimamente de la fe, la esperanza, la caridad, el noble heroísmo de otro hombre palpitantemente joven y poeta, que deja una hirviente paz y su patria viva para morir con el corazón en la mano, por el mundo que sueña, en otra.
Esta vez, la otra patria ha sido España; el héroe, un cubano: Pablo de la Torriente. Yo, como español del mundo que él soñaba, me inclino ante el ejemplo jeneroso de su muerte.

¿TORRE DE MARFIL, ETC.?

Mi "apartamiento", mi "soledad sonora", mi "silencio de oro" (que tanto se me han echado en cara, y siempre del revés malévolo, y tanto me han metido conmigo en una supuesta "torre de marfil", que siempre vi en un rincón de mi casa y nunca usé) no los aprendí de ninguna falsa aristocracia, sino de la única aristocracia verdadera y posible.
Los aprendí desde niño, en mi Moguer, del hombre del campo, del carpintero, del albañil, del talabartero, del encalador, del alfarero, del herrero, que trabajaban solos casi siempre en lo suyo, con el cuerpo en el alma, y los domingos muchas veces como yo, los desiertos domingos interiores, por la verdad, la fe, la alegría de su lento y gustoso trabajo diario.
Yo era torrero de marfil, para ciertos algunos, porque no iba a los corros del café, de la revista, del casino, del teatro, de la casa de prostitución. No, no iba; no iba porque iba al campo y me paraba con el pastor, o la lavandera; al taller y hablaba con el impresor, el encuadernador, el grabador, el papelero; al hospital a ver al enfermo y la enfermera; a la plaza (mis queridas plazas de Moguer, de Sevilla, de Madrid, de donde fuera), en cuyos bancos conocí a tanta jente mejor, viejos, muchachas, niños, ociosos de tantos trabajos, y con tantas historias y tantos sueños.

De "El trabajo gustoso":

EL CARBONERILLO PALERMO

Era tosco y feote el chiquillo de Palos, con unos claros ojos de fija redondez. Guardaba el carbón en el monte, y lo traía al pueblo en una burra vieja, digo, entre una burra y él. No se montaba nunca en la burra cargada con los sacos, la ayudaba con cuidado de niño.
La burra era para él la compañera de lo más largo de su vida, burra madre, burra hermana, burra amiga. En el campo solo, la burra era su espejo y su eco, lo era todo para él. Le llenaba el monte de vida tibia. Y con ella no se sentía vacío de cuerpo ni de alma por los arenales perdidos.
Aquel invierno la burra cayó mala. El carbonerillo, concentrado su amor, hacía todo lo posible por comprenderla, por adivinar qué tenía, para sanarla. Horas largas, inmensas horas de angustia inesplicable en el monte. Viento en las copas de los pinos, pajarillos ajenos, horizontes más lejanos.
Cuando ya la burra se echó y él no podía moverla, ideó cuidarla, entretenerla a su manera. La rodeó de paja, le traía yerba fresca, le ofrecía su pan y aceite, su sardinilla, su naranja. Se pintaba la cara con almagra y cisco y le bailaba así unos raros simulacros, unas mojigangas estravagantes; le contaba, echado contra ella, unos largos cuentos, le cantaba sevillanas, peteneras, malagueñas con letra propia y alusiva.
Sintió frío y le encendió a la burra una buena candela y se la mantuvo, hora tras hora, hasta que la burra se murió.
"¡Pero la burra se murió contenta!", decía, con su lagrimón sucio temblándole. Contenta la burra comprendida y amada del niño contento; el triste, el humilde trabajadorcillo.

[...]
Se oye mucho que la poesía sensitiva, que es la poesía esencial, debilita, y que es propia de soñador; que no es un empleo poderoso de la vida. [...] El que, como yo, ha vivido mucho tiempo en el campo, sabe que el hombre del campo, rudo en apariencia, suele estar lleno de finura para todo lo sutil que le rodea: nubes, flores, pájaros, aires, luces, agua. Tales hombres ciudadanos, comerciantes, escritores, oficinistas, casineros son quienes creen que es menos varonil espresar estos sentimientos. [...]
No, la poesía delicada no debilita. No se es débil por ser fino, sino por ser esterior; no por sentimiento profundo, sino por postizo injenio. Hombre y mujer son igualmente fuertes, y si por "afeminado", esa palabra tan pobre, tan despectiva para la mujer, se quiere decir débil, "afeminados" pueden ser el hombre y la mujer.
Lo "afeminado", que debe querer decir lo lijero de la mujer y del hombre, es lo redicho, lo refitolero, lo superficial, y esto, por desgracia, es común a mujer y hombre también. Ni la mujer es más débil, ni el hombre es más fuerte, tampoco, en su relación mutua; pero si se trata de exaltar lo que cada uno sintiese como opuesto deseado, el hombre debía exaltar lo delicado y la mujer lo fuerte. Se es débil por constitución orgánica, por enfermedad, por pereza; no por sutileza, por espiritualidad, por sentimiento. Todos seremos débiles si nos falta el sentimiento poético. Y no es tampoco poesía fuerte, como opinan ciertos tambores y clarines, esa que grita la espresión altisonante y retórica: "¡Hurra, cosacos del desierto!, etc." Cualquier coplilla popular es más fuerte que eso.[...] Escribir de propósito "poesía fuerte" es como cojer una estaca. Cuando el hombre o la mujer cojen una estaca, ya no son hombre ni mujer, son estacas. No dudemos nunca de nuestro poder natural, nuestro sentimiento desnudo.


De Sonetos Espirituales (1914-1915)

OCTUBRE

Estaba sentado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

De Romances de Coral Gables (circa 1940) :

MÁS ALLÁ QUE YO

ESE ocaso que se apaga
¿qué es lo que tiene detrás?
¿lo que yo perdí en el cielo,
lo que yo perdí en el mar,
lo que yo perdí en la tierra?

¿Más allá, más, más allá,
allá que toda la tierra,
todo el cielo y todo el mar?

¿Más allá que lo pasado
y más que lo que vendrá,
más que el principio y el fin
y más que la eternidad?

¿Más allá que yo, que acabo
todo con mi imajinar,
que estoy antes y después
de todo, más allá, más?

¿Más allá que yo en la nada,
más que yo en mi nada, más
que la nada y más que el todo
ya sin mí, más, más allá?


CALLE DE SOLISOMBRA

CUANDO la calle termina
en las dos esquinas otras,
sigue una calle de luz,
dos paredones de sombra.

Esta calle tiene todo
el arroyo de la otra;
lo que las casas tenían
lo tienen dentro sus sombras.

Y hay un hombre que prefiere
la calle de solisombra
y pierde por ella todo
lo que no encuentra en la otra.

6
PREGUNTAS AL RESIDENTE

Primera:

¿TÚ que pasas por las piedras,
tienes también raíz dentro?

¿Tu suelo y tú estáis fundidos
como yo con otro suelo?

¿Tienes también raíz fuera,
tú que pasas con el viento?

¿El sueño que vas rumiando,
vuelve a ti como a su centro?


Segunda:

¿NUBE parda que me aplasta,
te aplasta también a ti?

¿Los tizos que apagó el sol
cayeron en tu jardín?

¿El vano de este más alto
te es igual que me es a mí?


Tercera
(a los pinos hombres):

¿ESTÁIS aquí como allí,
decís al hombre lo mismo?

¿De igual manera os imanta
vuestra copa el infinito?

¿Vuestro rumor en el viento
es tranquilo y es tranquilo?

¿No hay más que un pinar, y es uno,
y es aquél y es éste, pinos?

Cuarta:

CONTRA el cielo sordo y plomo
¿tú te quedas en tu casa?
¿Esperas a gusto aquí
la muerte de tu mañana?

¿Desde aquí se va también
a la eternidad sin patria?

y Quinta:

ESOS cirros de carmín
¿qué paraísos reponen?

Tú que los ves desde aquí,
¿con qué fin te corresponden?

¿Qué mares llevan tu pie,
tus ojos, qué montes rompen?

¡Trastorno de aires y fe,
descomposición de soles!

10 comentarios:

Maykel dijo...

Amigo, !cómo agradecerte por cómo eres! Estoy ciego con todo esto que compartes. No sé adónde mirar. Lo del carbonerillo -ni sabía que era de Juan Ramón- lo leí cuando era pequeño en un libro de los más bellos que han tenido los niños cubanos: "Lecturas ejemplares", una compilación de Herminio Almendros, un español que vino a Cuba cuando la guerra y se quedó entre nosotros, ejemplar, hasta el último día. !Leerlo me ha despertado tantas reminiscencias! Hasta el color del libro y las ilustraciones evoco, cada una de las lecturas he vuelto a recordar con la nítidez propia del pasado.
Ni siquiera imaginaba que Juan Ramón hubiera escrito sobre Pablo de la Torriente, que no nació en Cuba, pero fue sin dudas un cubano auténtico. De Pablo leíamos también en la primaria un cuento sobre un viejo guardagujas en una vía férrea de central yanqui que, por accidente, pierde una pierna bajo un vagón de azúcar, permanece imperturbable mientras el tren lo tritura y hasta sonríe. El narrador -Pablo- aplastado por la entereza del viejo va a socorrerlo, rendido por la admiración, hasta que le oye decir: "No te preocupes, muchacho, era una pata de madera. La mía está enterrada en el campo de batalla de Ceja del Negro". Es que era un veterano de las tropas de Maceo, mambí de la campaña de Pinar del Río, y al saber esto Pablo lo admira aún más.
Todo lo que he recordado a instancias de esta miscelánea colecta juanrramoniana tuya, como ves, me remonta a la infancia. A Eduardo García Delgado también lo puedo evocar nítidamente en uno de aquellos libros tal vez de primer grado o de segundo, -el rostro mudo y la mirada recia- fue el muchacho que a punto de morir escribió con su sangre el nombre de Fidel.
Crecí leyendo aquellos libros, lo mismo que los niños de mi generación, y creo que hoy mismo no los han removido del programa de lecturas para escolares de primaria. Entonces no se me ocurrió pensar que fueran mera literatura, ficción forjada en laboratorio para conmovernos. Los niños son confiados, viven propensos a la fe, a creer lo que les cuentan. Hoy tengo ya la certidumbre: Pablo realmente ayudó a incorporar al viejo veterano de la tropa mambisa; Eduardo sigue escribiendo en la memoria un nombre agónico, que pudiera ser también el de Martí o el de Cuba -!había tanto de Martí en aquellos libros!-; y el carbonerillo de Palos que a primera vista entonces -por lo de palermo- imaginé en Sicilia, también fue visto junto a su mula alguna tarde sucia, silente, por las calles grises, acarreando el pesar de todos; el carbonerillo es, para mí, Juan Ramón Jiménez, y si la mula se le muere se portará épico para hacerla morir feliz. Todo es cierto. Sólo esto que yo escribo ahora se parece a lo prescindible de la literatura.
Un abrazo grande, gracias por "Nada Parecía"...
Maykel

Jueves dijo...

Tareas para cuando pueda caminar ¡y correr!
- Comprar algunos libros de Juan Ramón "en condiciones"... ¡Qué precioso soneto! ¡Qué ternura de carbonerillo!
- Visitar, por fin, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca (la ciática me atacó a la vez que me invadieron las ganas... ¡Qué nervio tan refinado!).

Gracias por todo, fmesmenota...
Estoy ya mucho mejor... Creo que las semanas que me quedan de baja sí las voy a disfrutar... Ya casi no me duele nada: ahora solo tengo que hacer las cosas despacito, comenzar a pasear, leer, avanzar en mi trabajo para el DEA... ¡Qué maravilla!

Estoy deseando saber qué nos tendrás preparado para después de Orígenes y Juan Ramón...

Un abrazo

Jueves dijo...

Ah... Espero jamás agarrar una estaca para no convertirme en palo... ¡Flores!

Animal de Fondo dijo...

Maykel, yo no sé quién será el culpable, pero en Cuba se enraizó alguien muy bueno y muy sabio, que supo decidir que los niños cubanos leyeran esas historias. Cuando empezaba a conocer Cuba, los niños cubanos me tendieron la mano para que yo no equivocara la dirección, para que supiera dónde mirar. La canción que más me gusta de Silvio es "Pioneros", y mira que Silvio tiene buenas canciones. Los niños cubanos tienen tanta perfección, son tan "carbonerillos", que nos muestran la dirección hacia la que los adultos debemos ir; yo creo que son maestros de la humanidad. Yo conocía a los niños españoles, a los que no quiero ofender, pobrecitos, resabiados antes de tiempo, crueles desdichadamente, caprichosos, materiales; en los restaurantes, en las celebraciones, saltan entre las mesas, se suben a las sillas, son, en definitiva, producto de lo que Larra describió en su artículo "el castellano viejo", donde relata un cumpleaños. Digo que yo conocía a los niños españoles, y cuando conocí a los niños cubanos, de mirada tensa, libre, abrasadora, risueña, comprendí que, a pesar de los pesares, alguien hacía algo importante bien hecho.
Una vez, en lo más duro del período especial, vi en España una exposición de fotografía donde se mostraba lo aparentemente sórdido de la sociedad cubana. Digo aparentemente, porque lo sórdido, si lo hay, yo no lo he visto, y mira que he visto. Entre la exposición, había una fotografía en la que todo un grado de una modesta escuela, con su profesora, se había dejado retratar. En los ojos de los niños estaba la ilusión de recibir una fotografía sin duda prometida en aquél momento. En los ojos del fotógrafo estaba una oportunidad más de lucimiento y de autobombo personal, a costa de lo que fuera.
Y sí, tal como tú creías, todas las historias son verdaderas, la hermosa de la pata de palo que he conocido por ti, la del carbonerillo, la del jardinero, y tú, niño cubano, supiste verlas con la realidad que merecen. Todos tenemos que aspirar, legítimamente, a convertirnos en un niño cubano. Afortunadamente, en Cuba, conocí a algunos que lo son, tengan cuarenta, cincuenta, sesenta o más o menos años. Y creo que en sus manos deberían estar las decisiones. Y que quien no sea niño, tenga la edad que tenga, quien no crea, debería también apartarse a un lado.

Jueves: ¡Socorro, que la respuesta a Maykel me ha dejado jadeando! Espero que hagas todas esas cosas que deseas y que más que correr, vueles, como me decían a mí mis tías. Ya sé que no tienes estaca, ni estaquita ni siquiera palillo de dientes. ¿Qué escribiré? ¿Quién lo sabe? Fíjate, yo dudo más, ¿escribiré? Espero que sí.

Prado dijo...

Vengo, tarde, pero vengo. Y me parece que me ha de quedar (esa idea que permanecerá y hará inmortal a JRJ, trascendente) será la referente a la poesía esencial, como idea. Y como sentimiento poético, la de la burra. Cuadro derrotero. Cuadro victorioso. Cuadro del pobre que todo lo pierde y lo tiene todo: poesía. Soltura, el mundo es nuestro desposeídos, porque el mundo es de nadie. Y nosotros somos nadie! Desdibujados fantasmas!
(creo que esto último sólo lo he entendido yo! ando en una situación especial, emocionalmente hablando, dispense D. Fmesmenota!)
Me voy emocionado, agradecido. Dispuesto a hacer de mí lo que sea: un río que fluye, caudal desconocido, mar al final. Eso. O algo así. Apréciole. Mándole un abrazo en señal de amistad.

Animal de Fondo dijo...

Gracias por su abrazo, al que le correspondo, Julio Roberto. Pero creo que no solamente yo he creído comprender, sino todos; en especial mi amiga jueves: hace un tiempo escribimos sobre las ventajas de ser nadie, ventajas que compartimos, pues, con usted, con alegría. Por aquí tampoco somos nadie.
También creo su emoción y la agradezco. Creo, primeramente, porque usted lo dice; me basta. Pero por si alguien lo dudara, ofrezco la prueba de ser la primera vez que veo al carbono, en la prosa propiedad de usted, dejar pasar un electrón y descomponer, en una línea, su valencia. Equilibrio recobrado, claro está, en la línea siguiente, donde la estabilidad se restablece. Formas que tengo de aprender de Lezama, que nunca es tarde.
Gracias por venir; gracias por su abrazo; gracias por su amistad que comienza.
No obstante, como soy esperanzado, aguardo que me conteste a la segunda.

Víctor Sampayo dijo...

Te agradezco mucho, Animal de Fondo, debo confesar que hasta antes de empezar a leerte, mi conocimiento sobre Juan Ramón Jiménez era casi inexistente; sin embargo, de un tiempo para acá has sido un involuntario Virgilio en ese mundo: el imprescindible cayado para toda verdadera travesía.

Saludos.

Animal de Fondo dijo...

Pues me hace muy feliz tu comentario, Víctor. Gracias por él. Un abrazo.

Prado dijo...

Disculpe mi despiste, D. Fmesmenota, y cuál tema habrá quedado en el aire, sin contestar?

Prado dijo...

dispense entonces. Me es igual, eso: me es igual.