martes, 22 de septiembre de 2009

AZORÍN, ANECDÓTICO


Azorín es autor de una obra esencial y por ella perdura. Pero tal vez no esté de más dar un breve paseo por lo que son sus alrededores; tal vez pequeñas anécdotas, junto con algún juicio crítico de autoridad de más valor que la mía, puedan servir para acercarnos a ese hombre tan desconocido hoy en día como es Azorín, con el ánimo de atraer a alguien hacia el inmenso gozo que da la lectura de su obra.
Al día siguiente de su muerte se escribe, en la necrológica del periódico La Vanguardia, el sambenito de siempre: "El hombre que exaltó lo vulgar en primorosa creación artística, [...]". Ya se ve que el periodismo no ha cambiado tanto desde entonces, 3 de marzo de 1967. Es imposible decir un disparate mayor acerca del significado de la obra de Azorín, y lo peor es que ese disparate se repite y se repite y se repite.
Un año antes de su muerte, el 23 de marzo de 1966, escribe en una carta: "¡Cuántas cosas se ven por el mundo! El Presidente de los Estados Unidos está haciendo efectivo un pensamiento de Pascal. Este: No pudiendo hacer que lo justo sea lo fuerte haremos que lo fuerte sea lo justo". Para los que piensan que el mundo cambia y que los clásicos no saben nada de la actualidad, queda esta frase anecdótica de Azorín, frase que no será posible encontrar explícita en su obra publicada, ya que, como hemos dicho, en lo que publicó Azorín hay que leer siempre entre líneas.
Otro ejemplo, otra anécdota de la actualidad de nuestros clásicos. Copiemos de un sencillo artículo de Azorín, publicado el primero de octubre de 1896 y que puede ser consultado...nada menos que en Amsterdam:
"La explotación del socialismo.
Desde Valencia
"Mentira tras mentira. Después de la explotación democrática, la explotación republicana y tras ella la explotación del socialismo. Es una farsa más. Necesítase una idea que alucine al obrero y le desvíe de la persecución de sus verdaderos derechos[...]
"Eso es el socialismo autoritario: una buena forma de distraer las fuerzas del pueblo, un nuevo sistema de medro personal, una flamante fábrica de actas. ¿Por qué los que se dicen amigos de la verdad, defensores de la justicia, amantes de la lógica, no renuncian a los procedimientos de los partidos monárquicos y republicanos? ¿Por qué mantener con nombres diversos los mismos resortes políticos, la misma organización social? ¿Qué me importa a mí, obrero que con mis manos he de ganar el pan diario, que me imponga la ley un monarca, un presidente o una junta?
"No se hable de la conquista del poder por el obrero. Eso es absurdo. Un obrero ministro de la Gobernación, un obrero gobernador de provincia, un obrero en fin, disponiendo de la autoridad con el nombre que se le quiera dar al cargo, hará siempre exactamente lo mismo que un aristócrata desempeñando las mismas funciones.[...]
"Que no piense el obrero en la conquista del poder; que no sueñe con una representación parlamentaria. Rechazad, si sois honrados y de buena fe, a los que eso os aconsejan. Porque os lo aconsejan por su conveniencia, porque es el encumbramiento propio lo que persiguen.[...]"
Vayamos ahora a buscar el testimonio de autoridad que anunciamos. Es Julián Marías. El artículo que vamos a citar, pone el dedo en la llaga; se titula "El eclipse de Azorín".
Empieza diciendo Marías: "Es frecuente que se despoje a una sociedad -a un país en una época determinada- de algunos de sus bienes principales, de sus mayores riquezas, aquellas en que propiamente consiste: su lengua, su historia, su arte, especialmente su arquitectura y sus ciudades, y, por supuesto, sus autores, aquellos que han dado expresión, a lo largo de los siglos, a la más profunda realidad de un pueblo.[...]
"Lo que aquí me interesa es el despojo "solapado" que no se lleva con tanques, metralletas, campos de concentración o prisiones, sino por procedimientos más suaves, sinuosos o disimulados.[...] Pero otras veces el despojo es planeado, "inflingido a los posibles lectores, a los que se "disuade" de llegar a serlo mediante un sistema de silencios, hostilidades, sarcasmos.[...] Inmediatamente después de la guerra, un manual de Literatura decía de Azorín "que había sido un anarquista y ahora puede decirse que es un comunista"[...]
"Donde la voluntad de despojo ha sido más eficaz ha sido en el caso de Azorín. Algunos estudios eruditos -hay cariños que matan- han contribuido a su pérdida de prestigio, sobre todo entre los casi jóvenes. Una combinación de ignorancias, envidias y rencores, puesta en juego con machacona insistencia -que sería inexplicable si Azorín fuese tan poca cosa, tan deleznable, tan lamentable-, ha consumado el despojo para las dos últimas generaciones de españoles (y temo que de todos los que hablan español). Han encontrado aliados en los editores que, por seguir la corriente, o por temor a perder dinero, han dejado agotar los libros de Azorín, de manera que muchos son inencontrables y, por supuesto, no existe nada parecido a unas obras completas de uno de los mayores escritores de nuestro siglo.[...]
"Los dos ensayos deliciosos que Azorín dedicó al Persiles [otro de los grandes despojos de nuestra literatura, novela la mejor de Cervantes, en opinión del propio Cervantes, novela que ningún español lee] son lo más penetrante que se ha escrito sobre la admirable novela cervantina, pero como no tienen notas al pie de página, y encima son deliciosos, los eruditos ni siquiera los citan, y no sé si los leen. Esa manera de escribir de Azorín, tan sencilla, que parece al alcance de cualquiera, no se perdona fácilmente por los que están convencidos de que ninguna página propia quedará.[...]
"Pero hay algo más: en las páginas de Azorín va España entera. En ningún otro autor de nuestra lengua hay encerrada tanta España y, en forma tan inmediata y accesible.[...] He hablado muchas veces de la "descapitalización" de realidad, que es la pobreza mayor de estos decenios en casi todo el mundo. Azorín fue el gran "capitalizador". Por eso es, para muchos, el enemigo. Todos los que quieren que España carezca de espesor, que no sea poseída por los españoles, que se reduzca a una imagen plana y sin brillo, hecha de tópicos, consignas y fórmulas abstractas, los que pretenden que España sea desdeñada, mirada con despego, tienen el mayor interés en que Azorín no sea leído, y no lo nombran a no ser para lanzarle algún sarcasmo impregnado de ignorancia.
"Azorín es la mayor posibilidad general para todos los españoles, cualquiera que sea su formación intelectual, de saber qué es España, de poseerla, amarla, mirarla con dolor, con ojos críticos, pero con apego y, lo que es más, con ilusión."
Nada me queda, pues, que añadir a mí por hoy.

6 comentarios:

Joselu dijo...

En la universidad de Zaragoza tuve un buen profesor de literatura en cuarto y quinto de filología hispánica (bueno, hubo varios). Era Agustín Sánchez Vidal, un maestro en la obra de Miguel Hernández, cine y literatura, y la obra de Buñuel, Lorca y Dali. Pero tuvo que darnos el curso en que se estudiaba la generación del noventa y ocho (o modernista) y la crisis de final de siglo. Él tenía una inquina especial contra Azorín y lo notábamos en cómo se esforzaba en rebatir sus posicionamientos ideológicos y estéticos. Es cierto que Azorín en su protohistoria fue anarquista, más sentimental que político, pero anarquista, y luego fue derivando cada vez más hacia un esteticismo contemplativo de raíz conservadora. Azorín terminó siendo profundamente conservador, y eso en la España de la transición política no se perdonaba. Se elogiaba a Antonio Machado y Valle Inclán que derivaron a posturas cada vez más progresistas y radicales, pero no a Azorín que quedó en terreno de nadie y lo peor es que sin lectores. Hoy día nadie lee a Azorín (tú sí, es cierto, tú y algunos escasos especialistas universitarios)y es una pena. Visto ya todo con otros ojos, su conservadurismo no ha de empañar su obra, igual que los Essais de Montaigne, llenos de lucidez y escepticismo no impiden que nos sean actuales y cercanos. Creo que hay una enorme injusticia con toda aquella literatura de finales y comienzos del siglo XX. Para los jóvenes es absolutamente desconocida, y en la España de las autonosuyas, Azorín, igual que Baroja, Unamuno o Maeztu representan ese calor hacia la idea de España, ese hundirse en el pasado y la tradición para rastrear las raíces de nuestra grandeza y decadencia. La idea de España hoy es risible para la mayoría salvo para los exaltados patrioteros con los que yo nada tampoco tengo nada que ver. Azorín y sus compañeros se sumergían en Castilla buscando las claves de la tragedia española. Entiendo por qué hoy la obra de Azorín sea totalmente desconocida, igual que filósofos de talla como Ortega y Gasset estén totalmente desprestigiados cuando si fueran franceses estarían entre la pleiade. Los españoles no tienen ninguna estima por su pasado literario y sólo se aferran a la tradición en las fiestas a veces brutales como las del toro de Tordesillas. España es un país extraño. Y Azorín representa a esa España dubitativa, pero esencial y profunda. Si hubieran sido franceses otro gallo nos cantaría, igual hasta los leíamos por aquí.

Animal de Fondo dijo...

Joselu, te has convertido en el soporte lector de este blog; ya puedes imaginarte cómo te lo agradezco.
Ya sé que opinas que Azorín derivó hacia ese conservadurismo en su vejez; creo que otras veces lo hemos comentado. Seguramente también te habré dicho que yo no lo veo así. No sé si será el cariño que me hace idealizar a los que quiero. Todo lo encuentro justificable en Azorín. Le estoy agradecido, lo siento como un compañero muy profundo, un apoyo firme en muchas de las incertidumbres de mi juventud.
Es evidente lo que dices de su actitud cuando joven, y estoy de acuerdo en el componente sentimental de este anarquismo. Anarquismo, no obstante, razonado y argumentado, basado sin duda en su amor por la humanidad. Después de la guerra civil, cuando vuelve a España desde el exilio, su actitud fue siempre serena, callada. No hacer ruido. No ser explícito en sus razones. Todo esto puede tomarse como neutralidad y no cabe duda de que tiene esta apariencia.
Azorín pudo volver a España, según creo, por una gestión personal directa de Ramón Serrano Suñer, que le garantizó la inmunidad, para él y para su esposa, si volvía. ¿Qué compromisos le pidió Serrano para volver? No debieron ser humillantes sino razonables, porque Azorín mantuvo esta amistad hasta su muerte; es decir, quedó agradecido a Serrano de por vida. ¿Tuvo que ver esta circunstancia en su silencio?
Lo que yo pienso es que, detrás de este silencio de grandes palabras, en este caminar morigerado por la literatura, el pensamiento original de Azorín, sin embargo, no varió. ¿Es conservador o progresista hablar de España, analizar a España como él lo hacía? ¿Es conservador o progresista mostrar la verdad de nuestra sinrazón y de nuestra decadencia, casi siempre subordinada a la incapacidad o a la falta de voluntad de bien hacer de nuestros gobernantes? Por comentar una noticia del día, hoy o ayer se ha cambiado una alcaldía por un asunto de cambio de chaqueta de un político, tal vez sobornado por otros, como suele suceder o tal vez llevado por su buena voluntad, no lo sé ni me interesa. Dar un grito moral sobre esta circunstancia podrá parecernos progresista si lo fuera, no se trata mas que de un ejemplo. Pero callar sobre esta, en definitiva, anécdota, que pasará enseguida de la actualidad y dedicarse a analizar las causas de estas acciones, hurgar en el alma histórica de los españoles hasta desvelar los motivos profundos, ¿Sería menos progresista? Muchas veces he leído en el Azorín de los últimos tiempos, el de Memorias Inmemoriales, por ejemplo, expresar la opinión de que en definitiva las críticas personalizadas y siguiendo la actualidad no sirven para nada. En todo caso molestan a la persona citada, crean enemistades, pero no convencen al "cerebro decisivo" ni cambian el curso de la realidad. En cambio, el análisis de las raíces abstractas, la denuncia de la verdad profunda y la exposición de los motivos primarios pueden dar su fruto y ser más efectivos.
Esto es como lo veo, y terminaré con otro argumento, "a la española", es decir, a lo "Toro de Tordesillas" que tan bien define una parte de nuestro ser. Dime con quien andas y te diré quien eres. ¿Es posible que el mejor amigo que ha tenido Cervantes en España no sea progresista?
A propósito de estas entradas del blog he releído estos días Tomás Rueda. ¡Qué maravilla de libro! Me ha llevado, inmediatamente, a sentir el deseo de releer también alguna de las Novelas Ejemplares, de las que guardo un buen recuerdo. He empezado por "La española Inglesa", pero supongo que enseguida pasaré al Licenciado Vidriera. Qué paz, qué maravilla.
Un abrazo y muchísimas gracias.

Joselu dijo...

Y Rinconete y Cortadillo, qué maravilla con ese patio de Monipodio arquetípico... Tengo la necesidad cada cierto tiempo de releer El Quijote, y creo que ya me está llegando el momento. Aunque reconozco que no he leído el Persiles y Segismundo. Nadie me habló de él en serio en mi carrera de filología. Creo que es la primera vez que oigo hablar elogiosamente de esa obra. Es un placer visitarte y charlar un rato contigo. Saludos.

Animal de Fondo dijo...

Si me permites una sugerencia, Joselu, lee el artículo de Azorín que se llama "Al margen del Persiles" en el libro "Al margen de los Clásicos". Allí se ve que el Persiles es el complemento del Quijote y la pieza que completa la visión del mundo de Cervantes. Sin enrollarme más, me parece que leyendo el artículo de Azorín es casi imposible después no leer el Persiles. Azorín nos ayuda a saber lo que tenemos que buscar y al mismo tiempo nos libera de ese prejuicio tonto contra el Persiles de novela sin sentido. Y una vez con ese punto de vista dentro, el Persiles se convierte -al menos se convirtió para mí- en una delicia. Otro abrazo.
PD. Por cierto, si no consigues el artículo, dímelo y trataré de enviártelo.

Desde la caverna de Platón dijo...

El primer libro que recuerdo haberme comprado yendo solo a una librería es "Castilla", en la edición de cubierta de cartón de Biblioteca Nueva, ésa que tenía los librillos sin guillotinar. Cuando todavía la Gran Vía era José Antonio. Aún anda en mi biblioteca, y de cuando en cuando lo abro y vuelvo a leer el paso del tren, y veo las nubes y entro en las ventas, y subo a la torre de la Catedral. Me pasé una juventud entera intentando adjetivar a tres, lánguido, despreocupado, certero. El primer libro que publiqué ocurrió que fuese en Biblioteca Nueva. A la presentación en Crisol no llevé mi libro, sino mi "Castilla" de Azorín.
Lo último que oí sobre Azorín fue a Vargas Llosa, en el discurso de presentación a la Academia, hace ya unos cuantos años. El texto corroboró algo que ya sabía por una introducción suya a "El extranjero" de Camus: que el peruano podía decir, al contrario de Borges, que era mejor escritor que lector. Lo único que se oía decir de Azorín era algo que no era Azorín.
Ahora usted nos sana la memoria y nos permite el recuerdo. Muchas gracias. Y muchas gracias también por las recomendaciones de lectura, que ando detrás de ser el nieto que entienda de una vez a Cervantes, cumpliendo la demanda orteguiana, y he de finalizar un ensayo diciendo la verdad, y barrunto que no es mal consejo seguir el hilo del Persiles.
Un saludo.

Animal de Fondo dijo...

Amigo Antonio, me ha hecho usted sentir muchas cosas buenas con su comentario. Conozco las ediciones de Biblioteca Nueva. ¡Qué placer tener esos libros! Por fortuna puedo disponer de algunos, junto con otros de la primitiva editorial Renacimiento. Así que no puedo sino decir que comparto con usted esa predilección. ¿Conoce usted "El artista y el estilo", la recopilación de escritos de Azorín que Ángel Cruz Rueda hizo precisamente para la colección Crisol? Me parece que para un escritor como usted será un librito interesante. Seguro que Abelardo Linares podrá conseguirle un ejemplar.
Sentí mucho la compra de Aguilar por parte de Crisol. Si conoció usted la Avda. de José Antonio, seguramente conocería también la casa matriz de Juan Bravo de la Editorial Aguilar, donde se encontraban insospechados tesoros; sin ir más lejos, un tomo noveno de las Obras Completas de Azorín que guardo repetido porque es el único que conseguí nuevo, de imprenta, por ese procedimiento; el de escarbar entre los restos que se guardaban en Juan Bravo, cuando las editoriales todavía no convertían en pasta los restos de edición, cosa que, para lo que ahora editan, les alabo.
He sentido como usted la literatura de Azorín como un paisaje fijo, que no cambia mientras nos deshacemos nosotros. Yo también veo esas nubes y entro en las mismas ventas que usted y pienso que alguna de nuestras visitas será, sin que lo sepamos, la última. Pasaje de la literatura que, no por repetido, dejará de hacerse verdad también en nosotros.
No he sido devoto de Vargas Llosa; en mi pubertad me deslumbró su prosa y después nada más ha sucedido entre él y yo, sino una desilusión antigua por mi parte al pensar que nunca se dirigió al uno de tantos que yo era -así como me sentí querido por Azorín- sino que siempre escribió para sí mismo, tal vez para reafirmar ante el espejo su valía.
La anécdota que me cuenta de la presentación de su libro me ha encantado y dice mucho y bueno de usted. Si me perdona la insistencia, lea usted el Persiles, le mostrará mucho más de lo que espera. Si el Quijote fuera lo que se ve a través del microscopio del tejido de nuestro corazón, si en el Quijote pueden comprenderse las razones íntimas de nuestra conducta, en el Persiles estamos vistos a través de un telescopio. Allá nos lleva nuestro destino y desembarcar en esta o en esta otra Isla -Islas que decidirán radicalmente nuestro porvenir- no depende de nosotros, sino de las tormentas, los vientos y el curso inmutable de los hielos perpetuos. Además, si lee el Persiles entrará en un club exclusivo ;), vedado a los que presumen de salir en la revista Forbes. Allí no está admitida ni la Reina de España ni el Presidente de Microsoft. Es el club de los Amigos de Miguel. En él ingresamos, permanecemos mudos, secretos, hasta que la muerte nos saca y otros, los mismos, entran, a través de los siglos y los siglos.
Azorín nos descubre, en su artículo, la belleza de la prosa de Cervantes en el Persiles:
"En esto iban las naves con un mismo viento por diferentes caminos, que este es uno de los que parecen misterios en el arte de la navegación; iban rompiendo, como digo, no claros cristales, sino azules; mostrábase el mar colchado, porque el viento, tratándole con respeto, no se atrevía a tocarle a más de la superficie, y la nave suavemente le besaba los labios, y se dejaba resbalar por él con tanta ligereza, que apenas parecía que le tocaba."
Capítulo primero del libro tercero.
Saludos cordiales y muchas gracias por su visita y su comentario.