Uno de los amables comentaristas me ha recordado a José Martí. Tengo algunas de sus obras y, entre las que he leído, una predilección especial por La Edad de Oro. De este libro tuve la suerte de comprar, hace años, la edición facsímil, ilustrada, que publicó el Centro de Estudios Martianos en la editorial Letras Cubanas, que incluye los cuatro números de la revista que se publicaron en su día, entre julio y octubre de 1889, en Nueva York. Ya he dicho, en mi respuesta a un comentario de Maykel González Vivero, que cuando tuve que elegir qué poema sería el primero en grabarse en la memoria de mi hija, cuando ella tenía la edad de cinco años, elegí el
"Cultivo una rosa blanca,
en junio como en Enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni oruga cultivo;
cultivo una rosa blanca."
Que figura, creo, en Versos Sencillos, uno de los primeros libros de Martí que pude leer.
Pero volviendo a La Edad de Oro, creo que en sus páginas está una declaración de intenciones que retrata bien a Martí:
"Lo que queremos es que los niños sean felices, como los hermanitos de nuestro grabado; y que si alguna vez nos encuentra un niño de América por el mundo nos apriete mucho la mano como a un amigo viejo y diga donde todo el mundo lo oiga: ¡"Este hombre de LA EDAD DE ORO fue mi amigo!"
Martí y Cuba, nación que tanto enseña sobre uno mismo y donde tan enconadamente intenté esconder mi origen y mi nacionalidad con la esperanza de poder escuchar, dirigida a mí, la voz con que los cubanos se hablan entre ellos y que ningún turista es capaz, jamás, de escuchar, como un lenguaje del alma cifrado y jeroglífico. Y aunque fue una terquedad por mi parte intentarlo, ya que casi nunca lo supe conseguir, al menos me sirvió para empaparme de las voces de Fernando Ortiz, de Pichardo, de Argelio Santiesteban, para llevar siempre los bolsillos repletos de papeles escritos con giros y vocablos del habla popular cubana. Siempre me gustó lo chabacano: ecobio, compadre, tanque, pura, pestiferiar -que se usa en los alrededores de la terminal de trenes de La Habana-, una monja, un sargento, búscate un chino que te ponga un cuarto, esto no lo cura ni el médico chino... reflejos de las últimas oleadas de esclavos chinos del XIX, cuando nuestros próceres -los mismos próceres que los nuestros- decidieron que era más humano importar esclavos chinos en lugar de africanos, ya que Inglaterra impedía la trata, y los chinos, varones todos, estaban deseando, claro, ponerle habitación a la primera que se presentara... intentar conocer las varias clasificaciones del color de la piel, desde jabao, mulato claro, con sus variantes de pelo bueno y pelo malo... qué riqueza tan tremenda la de cuba, pero qué imposible acceder a ella, para los europeos.
Siguiendo con La Edad de Oro, creo que vale la pena copiar aquí, porque tal vez alguno de los lectores no lo conocerá, algunas frases de Martí; Así se dirige José Martí a los niños:
"Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan no es un hombre honrado. "
Y más atrás:
"Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz."
3 comentarios:
Yolanda Molina me ha enviado el siguiente comentario:
No podía quedarme sin decirte cuánto me complació tu entrada sobre Martí, para mí un ser tan genial que su contemporaneidad es siempre motivo de asombro, especialmente porque me remite también al tema de la inteligencia y la bondad; ¿son estos los mismos dilemas de los humanos 100 años después y seguimos sin resolverlos?. A veces sospecho que Martí está sentado al otro lado de la puerta esperando que alguien necesite una sentencia para elaborarla y sorprendernos por haber encontrado en el pensamiento de otro la exactitud que buscamos en el nuestro; Martí tuvo un verbo hermoso, prolífico, acerado, diverso y por si fuera poco visionario; quien adentra a sus hijos en los versos martianos, sin duda va por buen camino en la educación de éstos.
Un abrazo, Yolanda.
Gracias por su artículo, es tan cierto como verdadero. ¿Existirán hombres como Martí? ¿Podrá tenerlos Cuba nuevamente? Quizás estuvo para dejarnos un mensaje claro y sincero. Yo he conocido a Martí desde afuera, porque en Cuba llevan a pensar como un autómata, haciéndonos olvidar al hombre de verdad. Hay que sufrir, como Martí, la distancia, el lejano olor de los campos de Cuba, para sentir el peso que el héroe tenía en cada palabra. La Edad de Oro fue un libro del siglo XIX, lo fue del XX y también lo será del siglo XXI porque en él hay tanta razón sobre el niño que el futuro hará hombre. Hay que leer sus páginas, para ver en verdad el amor de Martí y su visión atemporal del hombre. Lo invito a mi blog dedicado a La Edad de Oro, intentando ese mismo propósito, aunque sabemos que es inalcanzable para hombres y mujeres de nuestra de hoy, tan lejos de Martí como de nosotros mismos.
El texto de José Martí lo leí modificado cuandoe era niña, aparecía en mis libros de primaria y quedó grabado en mi... retumbando siempre...
Sonia Aguilar
gracias
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