En mi pubertad admiraba la inteligencia. En aquellos años nos hacían test de inteligencia en los colegios; hasta en algunas asociaciones juveniles nos hacían test de inteligencia. Enseguida leíamos a José Luis Pinillos y nos enterábamos qué significaba el percentil que nos habían asignado, que se nos antojaba muy importante. Esos libros decían que un coeficiente de inteligencia de 100 era normal. Que un coeficiente de inteligencia de 140 era superior. Que un coeficiente de inteligencia de 80 era un poco inferior. Nos preocupaba nuestra capacidad de razonamiento abstracto, nuestra visión espacial, y consiguieron hacernos creer que todo ello afectaría a nuestro desarrollo profesional y, singularmente, a nuestra vida.
Leímos que Napoleón tenía un coeficiente de inteligencia de 190 y a mí empezó a extrañarme que la mezcla de los sucesos del 18 brumario con la autocoronación como emperador, con cientos de miles de muertos sacrificados en pos de una bella idea produjera un resultado espectacularmente brillante, según los parámetros de medida estándar. Así que empecé a sospechar. Después vi que una especie supuestamente normal se había dedicado a lo largo de los siglos a destruir, torturar, conquistar. Que los dirigentes de la tal especie construían sus dominios generalmente sobre cadáveres, desgracia, horror. Así que decidí desconfiar de tales parámetros de normalidad y sustituí la idea de que un coeficiente de inteligencia de 100 significa normal por la consideración de que un coeficiente de inteligencia de 100 significa más bien habitual.
Desde entonces creo que un coeficiente de inteligencia de 2500 o 3000 tal vez sería el parámetro de normal en la especie humana. Y visto, por nuestro comportamiento a lo largo de la historia, que nos debatimos entre una subnormalidad más o menos profunda, creo que el hecho de que seamos unas décimas más o menos subnormales no es relevante para nuestras vidas, en contra de lo que suelen enseñarnos. No solamente a lo largo de la historia; basta contemplar cualquier suceso de la actualidad para que podamos poner en tela de juicio nuestra cordura. La apreciación es evidente en los grandes sucesos; guerras sin más fundamento que la codicia, países enteros donde la falta de alimentos es la norma, sociedades opulentas que se devoran a sí mismas. Pero en las pequeñas anécdotas de cada día podemos verlo también: Como no seguimos el consejo de Quevedo de pagar a los médicos porque estamos sanos, seguimos creyendo que nos curarán el tabardillo que les da de comer.
Pero si no podemos llegar a ser inteligentes, ¿por qué no aspirar a la bondad? La inteligencia no está a nuestro alcance, pero la bondad sí, y el mundo está lleno de ejemplos. La bondad es lo único que puede salvarnos de la desgracia de nuestra mediocre inteligencia. Mediante la bondad, podemos acceder a una guía segura que nos impele a comportarnos como si fuéramos inteligentes. Ya que si tuviéramos ese coeficiente de 3000 seríamos, sin duda, buenos -porque querríamos ser felices-, ser buenos es la única oportunidad que tenemos de vivir como si no fuéramos tan tontos.
Por eso, poco después de aquella pubertad, dejé de admirar la inteligencia y decidí admirar la bondad que, según creo, es lo único medianamente inteligente que puede hacerse.
Leímos que Napoleón tenía un coeficiente de inteligencia de 190 y a mí empezó a extrañarme que la mezcla de los sucesos del 18 brumario con la autocoronación como emperador, con cientos de miles de muertos sacrificados en pos de una bella idea produjera un resultado espectacularmente brillante, según los parámetros de medida estándar. Así que empecé a sospechar. Después vi que una especie supuestamente normal se había dedicado a lo largo de los siglos a destruir, torturar, conquistar. Que los dirigentes de la tal especie construían sus dominios generalmente sobre cadáveres, desgracia, horror. Así que decidí desconfiar de tales parámetros de normalidad y sustituí la idea de que un coeficiente de inteligencia de 100 significa normal por la consideración de que un coeficiente de inteligencia de 100 significa más bien habitual.
Desde entonces creo que un coeficiente de inteligencia de 2500 o 3000 tal vez sería el parámetro de normal en la especie humana. Y visto, por nuestro comportamiento a lo largo de la historia, que nos debatimos entre una subnormalidad más o menos profunda, creo que el hecho de que seamos unas décimas más o menos subnormales no es relevante para nuestras vidas, en contra de lo que suelen enseñarnos. No solamente a lo largo de la historia; basta contemplar cualquier suceso de la actualidad para que podamos poner en tela de juicio nuestra cordura. La apreciación es evidente en los grandes sucesos; guerras sin más fundamento que la codicia, países enteros donde la falta de alimentos es la norma, sociedades opulentas que se devoran a sí mismas. Pero en las pequeñas anécdotas de cada día podemos verlo también: Como no seguimos el consejo de Quevedo de pagar a los médicos porque estamos sanos, seguimos creyendo que nos curarán el tabardillo que les da de comer.
Pero si no podemos llegar a ser inteligentes, ¿por qué no aspirar a la bondad? La inteligencia no está a nuestro alcance, pero la bondad sí, y el mundo está lleno de ejemplos. La bondad es lo único que puede salvarnos de la desgracia de nuestra mediocre inteligencia. Mediante la bondad, podemos acceder a una guía segura que nos impele a comportarnos como si fuéramos inteligentes. Ya que si tuviéramos ese coeficiente de 3000 seríamos, sin duda, buenos -porque querríamos ser felices-, ser buenos es la única oportunidad que tenemos de vivir como si no fuéramos tan tontos.
Por eso, poco después de aquella pubertad, dejé de admirar la inteligencia y decidí admirar la bondad que, según creo, es lo único medianamente inteligente que puede hacerse.
13 comentarios:
De la bondad hoy prefiero no hablar. Aquellos tests eran una idiotez. Espero que no se sigan haciendo.
-
1, 3, 5, 7 ... complete
-189
-Uh??
-La anterior secuencia no presupone nada, a no ser que se trate de saber si yo pienso como el resto de ustedes y por tanto me adaptaré a los engranajes de sus (malditas) maquinarias. Existen infinitas secuencias de números que empiezan por 1,3,5,7
2*n-1+(n==5?180:0)
Frikosal, recuerdo que uno de mis hermanos hizo en los tiempos del Spectrum (éramos adolescentes) un programa de estos de inteligencia falso, pero con apariencias de verdadero. Salían, recuerdo con una sonrisa, como sesenta números a un ritmo de ocho o diez por segundo y el programa pedía que se introdujeran en el mismo orden. Era imposible recordar ningún número, cuando te dabas cuenta ya se habían borrado tres de la pantalla; y así con los demás test, de series, etc, los típicos; preguntaba, por ejemplo: "perro es a árbol como azafrán es a...." con tres posibilidades absurdas: a)gaviota, b)rana, c)cucaracha; al final el coeficiente salía según la inicial del apellido pero multiplicado por una variable aleatoria que simulara cierta dispersión. Lógicamente a la inicial del apellido del autor siempre le correspondía un resultado alto. Todo el mundo pedía repetir y daba lástima a veces escuchar: no, si yo sabía que para los números no soy bueno...
Claro, luego decíamos que era broma.
El problema de recoger a Núria cada día sería que ella vive a un cuarto de hora del colegio y yo a dos minutos, y sería bastante engorronoso, aunque ganas de hacerlo me dan.
Núria quiere mucha atención -es una princesa destronada por su hermano pequeño- y por ello hace cosas como esta o fumar. ¿Prestarle mucha atención es lo mejor?
Buenas noches
Te he seguido (¡y te he encontrado!) desde el blog de Arantxa... ¡Estoy muy contenta!... Y te suscribo, o me suscribo a ti, o me apunto a tu batalla... Hace unos días volví a ver la película Los 300 (¡me enamoré de Leónidas!) y sé que hay que proteger con el escudo al compañero... Lo demás es dejar hueco al enemigo, que tiene también sus razones pero que no son las nuestras...
Qué bien que hayas escrito, qué bien lo de la compasión... ¿Y la empatía?... Arantxa, ¿se puede llegar a comprender (que no aceptar, por supuesto...) lo que les sucede a los que te están haciendo sufrir? ¿Cuáles serán sus razones, de dónde les vienen? No sé...
Y nada más, que celebro haberte encontrado, claro que sí. Yo también prefiero a los buenos... que me recuerdan mucho a los inteligentes... ¿o son ellos?
No sé qué hacer... Núria está bien para lo que le interesa.
Me explico: está desanimada para ir al colegio pero para salir por ahí, no. Al menos a mí me hace pensar que definitivamente es por llamar la atención, pero en fin... No deja de ser mi amiga. He pensado en eso de ir a buscarla, pero no sé. Lleva tanto tiempo así que de poco serviría... Aunque no está de más intentarlo... Ya veré, y si lo hiciera, ya te lo contaré.
Gracias por preocuparte tanto por Núria.
Muxu pila
Me sigue gustando leerme en muchas de tus palabras... Hoy me lo has puesto difícil ocn Séneca... He hecho trampa, lo confieso, la traducción al francés anda por ahí suelta como tantas cosas. Sin embargo, me ha hecho gracia esto de que le vida le siga el hilo a la muerte ¡y no al revés!
Mi traducción al españo está terminando de cocerse: hace años que no traduzco ni dos oraciones seguidas, sin embargo, he experimentado un entusiasmo que me ha devuelto a otro lugar... Me ha inundado la certeza gramatical (esto "cuadra" seguro...), me he puesto contenta recordando declinaciones, conjugaciones... Casi he visto los folios que tuve que repasar una otra y otra vez... ¡Y me acordaba mucho!... ¡Me acordaba!
No está mal para hoy, en el que me fío tan poco de esta velocidad inconscinte (¿y lo que importa es la intención?), en el que por la escalera se me van cayendo hasta los dáis de la semana por venir. Ahí, el latín sosteniéndome, aprendido a fuego lento... cuando todo casi no era...
¡En fin!...
Tengo que volver a darte las gracias... por recordarme mi amor a las lenguas muertas, que solo me exigen hacer memoria y escuchar.
Un abrazo
Bueno, como yo he hecho trampa también en lo que he puesto en chino, más o menos estamos empatados, así que espero tu traducción. Por cierto, qué respiro me das al saber que ya puedo ensañarme con la traducción francesa, tan comprensivo como me sentía con ella. Bueno, creo que Séneca no es difícil, pero te advierto que sus palabras se merecen castellano del siglo XVI, y un final cortante. Juego con ventaja, porque tengo una traducción que me gusta y, por cierto, mañana la compararé con otra, que no había caído en contrastar. Así que espero tu traducción con ganas.
Con lectoras como tú a uno le salen las obras completas de corrido. Menos mal que la construcción está en crisis y en definitiva yo pensaba perfeccionarme el código técnico, que si no, estaría lleno de remordimientos.
Voy a acostarme urgente, que mañana queremos llevar a mis hijos al colegio temprano para intentar hablar, con una profesora, de los Reyes Magos; se nos olvidó advertirle que los niños no tienen ni Papá Noel ni Reyes ni nada y, claro, supongo que le parecerá raro.
Otro.
fmesmota: Lo prometido es deuda, ya estuve paseándome por tu blog y devolviéndote la visita que tanto me agradó que me hicieras. Bondad versus inteligencia. Considero al igual que tú que tener bondad es un signo de inteligencia.
Desgraciadamente he conocido muchas personas con un coeficiente alto o altísimo, enfocar su inteligencia en dominar, manipular y hacer sufrir a los demás. Les he visto sentir el regusto de su plan concluido con éxito, de sentirse superior y, por ello, poderoso. A pesar de tantas dosis de intelecto considero a esas personas enfermas mentales, desequilibradas. Pues una persona en su sano juicio no puede disfrutar haciendo mal a los demás.
Muchas veces a mis alumnos les digo que tecnológicamente hemos avanzado mucho, pero como humanidad, seguimos en la fase de las cavernas, solucionando las cosas mediante el empleo de la fuerza. Les digo, que entiendo que los leones solucionen sus problemas a mordiscos, pero los humanos tenemos el don de la palabra. Sin embargo, continuan las guerras, los asesinatos, las palizas, las violaciones, los insultos, el trato vejatorio, etc. Solo hemos cambiado el garrote por las armas de destrucción masiva. Los niveles de agresividad y violencia son cada vez mayores en nuestra sociedad. Solo hay que conducir un poco, o ver cuantas personas piden disculpas si, al pasar, te empujan "sin querer" por sus prisas.
Comparto tu tristeza cuando reflexiono sobre la ceguera de nuestra civilización, nuestra prepotencia con la naturaleza y nuestro complejo de superioridad, manifestado en valorar a quién consigue engañar mejor.
Aún así peleo todos los días por abrir en mi alumnado comportamientos inteligentes y bondadosos. No acepto la sociedad que tenemos. Mis principios y mis valores son utópicos. También tuve que aprender a desarrollar mi inteligencia, bastante normal por cierto, para contrarrestar a esos "listos" desequilibrados.
Amiga Cariátides: perdona, lo primero, que haya tardado tanto en contestarte. No siempre consigo hacer lo que quisiera.
No me parece utópica tu actitud y tampoco -perdona otra vez- creo que estés por debajo de esos "listillos". Verdaderamente pienso que hay muy poca distancia entre dos seres humanos. Cuando la hay, me parece algo patológico, propio de una enfermedad, como a ti el mal. De verdad también considero que somos débiles mentales todos, yo el primero, y que esa es una característica de los seres humanos.
Sin embargo, con la bondad podemos alzarnos sobre nuestras limitaciones y hacer obras maravillosas. Me alegra que haya otros que te tengan por profesora.
¡Gracias por la visita!
Ayer leí esta entrada suya y me ha parecido muy interesante su punto de vista, aunque tal vez no entiendo porqué hay que plantearse la dicotomía entre la inteligencia y la bondad. Yo admiré en mi juventud la inteligencia y lo sigo haciendo, casi tanto como deploro la inteligencia puesta al servicio de causas que no sean nobles. El mundo necesita de los buenos y de los inteligentes,se necesita de la lucidez de aquellos que pueden porque tienen condiciones innatas, construir lo nuevo, y es necesario que lo nuevo esté al servicio de la humanidad toda y no en poder de unos pocos.
Amiga Idea: Quise expresar que la inteligencia en sí no está a nuestro alcance, tal vez porque no estamos suficientemente evolucionados, a mi parecer; sin embargo, quise poner también el énfasis en la bondad, porque el amor sí está verdaderamente en nuestra mano, y proporciona mucha felicidad -a nosotros y a los otros- acercarse a él. Claro, el mundo necesita las dos cosas; yo simplemente pienso que inteligentes no hay pero que, si existieran, supongo que serían bondadosos, por lo que serlo es hacer la imagen perfecta de la inteligencia que tal vez un día nos llegará.
Sr Animal de Fondo, le felicito por la profundidad de su analisis.
Pienso que la inteligencia o lo que llamamos asi, es mitad una habilidad aprendida y cultivada a lo largo de la vida y otra mitad herencia genetica.
A mi me gusta imaginar que "la bondad", como tambien "la humildad" son atributos o "valores" que nos cargan a tanque lleno en nuestra herencia genetica justo en el nacimiento, y luego a lo largo de la vida vamos desaprendiendo u olvidando estos valores. Quienes logren llegar a una edad considerable con suficiente reserva de bondad y humildad es por que han sido lo suficientemente visionarios e inteligentes para no dejar escapar esos valores.
Pero claro estas son solo imagenes que me gusta tejerme a mi mismo y no tienen niingun fundamento. Sin embargo son el argumento para aceptar cncientemente que coincido con su post.
Saludos
Amigo Stand, en diversos comentarios me ha parecido ver que tenemos bastante afinidad en el pensamiento. Espero que eso nos sirva para ayudarnos mutuamente a ver más claro y no para afianzarnos más en nuestros errores, :)))
Le diré que comparto con usted la idea que representa esa imagen del tanque lleno en la infancia. Recuerdo que cuando era muy niño me prometí a mí mismo no ser nunca como esos adultos que veía desde abajo. Unas veces lo he cumplido y otras no, pero sin duda se puede conservar bastante de lo mejor de nuestra mente infantil. A veces me parece ver que nuestra evolución hasta la "madurez" supone abandonar la lucidez para abrazar la ignorancia. Todo lo que aprendemos, al mismo tiempo nos limita; hasta el lenguaje nos hace reducir a conceptos estereotipados lo que, sin él, era un universo continuo. Es como si al conocer por primera vez el uno y el dos olvidáramos todo el infinito que hay entre ellos. El párrafo en el que El Principito nos explica que los adultos adoran las cifras es revelador. Por mucho que les expliquemos las bondades de algo, no comprenden nada. Si les decimos que ese algo "vale cien mil francos", ya lo encuentran bello.
Pero yo siento firmemente la intuición de que se puede desandar el camino equivocado y de que todos quisiéramos desandarlo. En algunos de los blogs que compartimos podemos ver a menudo esas reacciones automáticas, que parecen surgir de una mente esclerótica en la que se han injertado a bisturí las respuestas. Estoy seguro de que incluso allí, en la confrontación, está oculta la necesidad del abrazo, impedida de salir a flote. ¿Qué podemos hacer, amigo Stand, para colaborar en la desaparición de esas cadenas que nos aprisionan?
Un cordial saludo también para usted. ¡Gracias!
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