domingo, 28 de agosto de 2022


 

 EL SILENCIO DE AZORÍN

 

Tú le preguntarás, dime ¿qué sabes

del tiempo en que tu risa florecía

y el dulce amor sobre tus ojos era?

Y respondiendo a tus preguntas graves

amarga y voluptuosa de ironía

reirá bajo el sol mi calavera.

R. S. M. 

Como quiera que desde que me divorcié padezco insomnio, paso las noches oyendo los podcast más peregrinos que se pueda imaginar. En efecto, si lo que escucho es muy interesante, no me duermo. Si es grotesco -como suele suceder- las voces destempladas junto con el griterío y la moralina  despiertan en mí un hálito de irritación, que no me conviene en absoluto. Así pues, intento encontrar podcast donde se conjuguen superficialidad y esnobismo. Un ejemplo perfecto, que casi siempre me hace dormir enseguida es el podcast intitulado "Hotel Jorge Juan" donde entre tragos de la ginebra patrocinadora del podcast suelen preguntar a los invitados un llamado "cuestionario Proust" que, por supuesto, nada tiene que ver con la maravilla que es leer a Marcel Proust. Quede expreso de antemano todo mi respeto por la estupenda labor que hace el "conductor" del podcast y también queden expresas mis disculpas por el anglicismo.
En esa aventura podcastil descubrí hace unos días al filósofo español Javier Gomá y -como escucho entre sueños- me pareció oirle decir que ante el cadáver de su padre comprendió que hay emociones que la literatura no puede expresar. "Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir" dijo Luis Rosales, que precisamente sabía expresar el abanico completo de las emociones humanas en sus versos. Pero el caso es que el razonamiento de Gomá me hizo pensar en el silencio de Azorín y sobre ese silencio me gustaría hablar, ya que en este momento cualquier interpretación o matiz referido a la obra de Azorín es prácticamente un secreto. La mayoría de los libros de Azorín no es posible encontrarlos, mucho menos en ediciones recientes o que se vendan en las librerías. En contraste revelador, los libros de Gomá se editan hasta en texto refundido, como en el BOE.
"Reinaba un maravilloso silencio" dice Cervantes en uno de sus párrafos. “En la noche callada, en las horas de la alta noche, muchas veces, de niño, de adolescente, me he levantado yo, en el campo, y he abierto el balcón. La majestad silenciosa de la noche imponía. Todo callaba y fulgían los astros”, le responde Azorín. 
¿Cuántas veces a lo largo de la vida habéis guardado silencio junto a un amigo querido? ¿Cuántas veces habéis mirado a vuestro amigo y habéis callado? En el silencio se transmiten a veces las comunicaciones profundas entre los hombres. Es que antes y después del silencio ocurren cosas, que son las que ponen el contexto de nuestra actitud. Y Azorín, que dominaba los recursos del lenguaje a su placer, también usa el silencio en sus escritos. Y lo usa exactamente igual que puede usarse el silencio en la vida común: creando el contexto que le da sentido al silencio. Una vez creado ese contexto en la literatura, no es preciso expresar con palabras la emoción que el autor ha querido comunicarnos. Es más, si se nos expresara con palabras tal emoción, ocurriría en la literatura lo mismo que en la vida, que la transmisión sería menos pura y menos intensa.
Conocer a Azorín consiste en saber lo que escribe y lo que quiere hacer constar que no ha escrito. Parece difícil pero no lo es. Solamente se trata de relacionarse con él, como con cualquier otro amigo de la vida ordinaria. Una vez que ingresamos en su amistad -y tal vez en la literatura se conozca más íntimamente a otro ser que en la realidad- sabremos no solamente lo que dice, sino también lo que calla.

miércoles, 8 de julio de 2015

BÉCQUER


¡Qué poco se comprende a Bécquer todavía en la sociedad española! Unos días atrás ayudé a mi hija mayor a repasar un examen de literatura para cuarto curso de la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Los mismos tópicos de los libros de texto de mi juventud siguen vigentes. Como ejemplo se muestra: “¿Qué es poesía, dices...”. No es un mal poema, pero los versos que se manosean durante décadas quedan heridos y pierden su capacidad de transmitir la idea original.
Hace mucho pensé que me gustaría escribir sobre Bécquer pero pronto me di cuenta de que no tengo el talento suficiente para hacerlo, así que intenté aproximarme a él a través de Augusto Ferrán, su maestro, y de Bergamín, su discípulo. Bécquer destila una esencia demasiado sutil como para que mis palabras sepan describirla. Me limitaré a esbozar algunas consideraciones superficiales.
Cuando yo era un adolescente, las personas de mi entorno se avergonzaban de su gusto por Bécquer. Las amigas de mi madre solamente confesaban que lo habían leído después de expresarles yo mi admiración por él y lo hacían en secreto y bajando la voz. Todavía lo recuerdo: “pues a mí me gusta, soy así de tonta...”. Les enseñaron que ser sensible era ser cursi.
Siempre he sido inmune, por fortuna, a esos engaños. Desde niño me propuse conservar los dones que recibimos en la infancia: la ternura, la inocencia y la bondad. Los habré perdido a mi pesar, pero nunca tuve intención de mutilarme a mí mismo. Mutilaciones son esas dolorosas extirpaciones que a veces los varones se infligen, por miedo a no ser lo suficientemente hombres a ojos del mundo.
Bécquer refleja esa ternura y esa trepidación íntima de la adolescencia alumbradas por la complicidad y el saber del adulto ya hecho. En Bécquer la destilación condensada de las emociones no es ya un don, sino una afinidad electiva. Nada tan maravilloso como la sencillez que es fruto del conocimiento. “Las personas que no conocen el dolor/ son como iglesias sin bendecir”, escribía Luis Rosales. Y después del dolor, catado en la madurez, elecciones como las de Bécquer son las que nos alumbran.
Bécquer y Rosalía, dos obras del último tercio del siglo XIX, todavía capaces de llegarnos a lo más hondo del espíritu.
Y para que mi hija tenga un ejemplo distinto de “Qué es poesía...”, vayan otros versos aquí:

Su mano entre mis manos,
Sus ojos en mis ojos,
La amorosa cabeza
Apoyada en mi hombro,
¡Dios sabe cuántas veces
Con paso perezoso,
Hemos vagado juntos
Bajo los altos olmos,
Que de su casa prestan
Misterio y sombra al pórtico!
Y ayer... un año apenas
Pasado como un soplo,
¡Con qué exquisita gracia,
con qué admirable aplomo,
Me dijo, al presentarnos
Un amigo oficioso:
“—Creo que en alguna parte
He visto a usted.—” ¡Ah! bobos,
Que sois de los salones
Comadres de buen tono,
Y andais por allí á caza
De galantes embrollos;
¡Qué historIa habeis perdido!
¡Qué manjar tan sabroso
Para ser devorado
Sotto voce en un corro,
Detrás del abanico
De plumas y de oro!
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Discreta y casta luna,
Copudos y altos olmos,
Paredes de su casa,
Umbrales de su pórtico,
Callad, y que el secreto
No salga de vosotros!
Callad; que por mi parte
Lo he olvidado todo:
Y ella... ella... ¡no hay máscara
Semejante a su rostro!

Observad la tensión de los versos de siete sílabas. Sobra decir la multitud de erratas, correcciones y variación de los signos de puntuación que he encontrado al buscar el poema por internet. He usado como fuente la Reproducción digital de la edición de Madrid, Imprenta de Fortanet, 1871. Localización: Biblioteca Nacional (España). Sig.R/33922. 

La obra de Bécquer es breve; sus contemporáneos no lo apreciaron. Y sin embargo, hemos olvidado a otros famosos poetas de su tiempo mientras con él hemos podido mantener una estrecha comunicación íntima. Estrecha, aunque no la sabemos describir. Pero de algún modo la lectura de sus versos nos ayudó, nos ensanchó, nos afinó. Nos hizo reconocernos en sus emociones, nos descubrió que era humano lo que sentíamos, nos dio la oportunidad de no empobrecernos. A mi juicio, pasarán los siglos y los seres humanos seguiremos sintiendo, casi sin decirlo: Gracias, Bécquer.
Y como los clásicos siempre nos hablan de la actualidad, terminemos con unas palabras del propio Bécquer que parecen escritas en el periódico de ayer por la tarde: "Francamente hablando, hay en este mundo desigualdades que asustan."
Vale.

viernes, 31 de octubre de 2014

NOSOTROS NO DAMOS LO QUE SOBRA. NOSOTROS COMPARTIMOS LO QUE TENEMOS

Eso es lo que dicen los médicos cubanos que viajan a África occidental para combatir el virus del ébola. 15.000 se ofrecieron como voluntarios. Así lo cuenta Daniel Trotta en swissinfo:
http://www.swissinfo.ch/spa/m%C3%A9dicos-cubanos--orgullosos-de-arriesgar-sus-vidas-en-misi%C3%B3n-contra-el-%C3%A9bola-en-%C3%A1frica/41073314