sábado, 27 de noviembre de 2010

BORGES


Descubrí a Borges cuando tenía catorce años, a través de una cita en un libro que me parecía misterioso; se llamaba "El retorno de los brujos" y estaba escrito por Louis Pauwels y Jacques Bergier. Compré "El Aleph" y algunos años después lo perdí; pero el libro me maravilló lo suficiente como para pedir a una de mis tías, que fue maestra, que me regalara la primera edición de sus Obras Completas.
Cuando estudiaba preuniversitario ya sabía yo que Borges no era un gran novelista; al describirlo así Gonzalo Torrente en su libro de texto de literatura comencé a sospechar que los críticos y los profesores a veces no leen al autor del que escriben o hablan; se conforman con creer lo que se ha dicho en otras reseñas. Años después me entretuve en descubrir estas copias de copias de copias;  es asombroso saber la cantidad de especialistas que ha leído a Fernández-Guerra (o a otros que han leído a Fernández-Guerra) en lugar de leer a Quevedo. A veces se puede seguir el hilo de una errata a través de los siglos.
Aprendí a establecer una relación personal con los escritores que me gustan. Amar o no amar es casi siempre una cuestión de punto de vista. ¿Cómo no amar a alguien cuando se conocen sus pensamientos y sus emociones más íntimas? Sé que no todos piensan así; en una ocasión Antonio Gala (el que escribía artículos espléndidos en Sábado Gráfico, junto a Néstor Luján y José Bergamín) se sorprendió de mi afectuosa relación con Borges y me confesó que había mezclado colillas  con aceitunas en un plato para ver su reacción si se llevaba una a la boca.
Tal vez Borges tuvo algo de Pablo Palazuelo y de Eusebio Sempere. Tuvo delicadeza, tuvo modestia, tuvo perfección formal. Sus inquisiciones son una forma amena y sencilla de adentrarse en mundos ajenos; nominalismo, realismo, arte de injuriar; David Hume y George Berkeley. Mediante su descripción del idealismo conseguí un notable en Estética y Composición, que nos enseñaba Víctor D'Ors; en el examen, en lugar de contestar a las preguntas, me dediqué a argumentar lo irrelevante de hacerlo; el examinador y yo no coincidiríamos seguramente en el espacio ni en el tiempo, según Hume, por lo que difícilmente sería posible juzgarme con un mínimo de imparcialidad.
Los relatos de Borges son el desarrollo final de un modo de narrar, tal como la pintura de Picasso es el desarrollo final -lo que significa la muerte- de un modo de pintar. Si siempre es hermosa y difícil la elipsis, la contención, la palabra justa, en Borges todo esto se da hasta el extremo. Y si en alguna literatura hay estructura, en la de Borges la estructura parece diseñada por Mies Van der Rohe. Mies,  que al escuchar los motivos de un obrero que no comprendía la necesidad de limpiar a fondo una parte de la obra que quedaría oculta después bajo el yeso: "nadie lo verá jamás", contestó: "pero lo verá Dios". Supongo que la estructura de Borges fue lo que le impidió escribir novelas, porque ese laberinto de precisión no puede extenderse más allá de veinte páginas.
Siempre he estado de acuerdo con el epílogo de las Obras Completas de Borges; allí se reproduce la reseña de una imaginaria enciclopedia futura y se afirma que no se comprende la fama que tuvo en su tiempo y que Borges mismo tampoco lo comprendía.
¿Quedará Borges como poeta? Yo creo que es así como quedará, porque en su poesía hay una voz verdaderamente personal, universal, contenida, y también porque nada es lo que parece en ella. Aunque Borges solamente haga dos alusiones al amor humano, entre hombre y mujer, en toda la larga relación de sus versos, lo que así se esconde con tanto cuidado es lo que está presente siempre. ¿Es tan importante lo que se calla? Según mi criterio sí, tal como él mismo describe:
"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara." (epílogo a "el Hacedor", citado por Fernando Zóbel en su Cuaderno de apuntes).
Ese laberinto de líneas a lo largo de sus versos nos descubre una imagen oculta de su cara y esa imagen es también la del amor personal que Borges siempre añoró; la única palabra vedada de las adivinanzas: la solución, la respuesta.
Aquí van los dos poemas. El primero está, como no, en El Hacedor: 

"Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach."

El otro es el poema "Lo perdido", de "El oro de los tigres":

"¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo  
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido 
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera."

Tuve la dicha de estrechar la mano de Borges y de hablar con él en 1980. Dictaba Borges una conferencia en el Instituto de España. Más tarde, la Academia le ofrecía un pequeño homenaje donde pude colarme; a veces un traje bien cortado hacía milagros en España. Yo era joven, la diferencia de edad con los presentes era superior a veinte años; ya en el interior, un periodista argentino se extrañó de esa diferencia de edad y me preguntó quién era. Al contestarle que yo no era nadie, que era un muchacho vulgar y que me había colado, se lo tomó a broma y pensó que ese interés en no darme a conocer aumentaba mi importancia; se ofreció, lo que le agradezco todavía, a presentarme a María Kodama, que me presentó a Borges a su vez; así pude regalarle la acuarela trazada con agua, sin pigmentos, que sobre un papel Arches grain fin hice para él; sin pigmentos, para que nadie pudiera verla -me sentía pintor entonces- ya que él estaba ciego. Tuvo la bondad de aceptarla y hacerme feliz; cuando me marchaba, me despedí del periodista que seguía sonriéndome intrigado, yo satisfecho al saberme compartiendo el aire que respiraba Dámaso Alonso. Nunca olvidaré a Borges.

martes, 23 de noviembre de 2010

UN PAÍS, DOS SISTEMAS


No, no estoy hablando de Hong Kong; hablo sencillamente de la provincia cubana de Guantánamo, donde pueden observarse en funcionamiento, bajo las mismas condiciones climáticas, los dos sistemas que al parecer están en pugna en ese lugar. De uno de ellos, el "democrático", pueden verse imágenes fácilmente a través de google, pinchando en la siguiente búsqueda:
Guantánamo
El otro sistema no está homologado por la democracia occidental que, entre otros muchos defectos, lo acusa de paternalismo. Con añadir a la palabra Guantánamo el término "ciudad" se pueden observar fotografías de peligrosos comunistas bailando, tomando ron, revisando la dentadura a los niños (no se sabe con qué perversas intenciones) o enseñando a leer a los más pequeños (los mayores ya saben):
Guantánamo ciudad
aunque no es posible evitar que algunas, pocas, de las imágenes del otro Guantánamo se entrometan entre estas.
¿Nos hemos vuelto demasiado sutiles? ¿Nos han hecho demasiado sentimentales? Me parece que vemos demasiadas pajas en el ojo ajeno y olvidamos pronto las vigas en el nuestro propio. Y a pesar de las imágenes, no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
Ya se sabe.

viernes, 19 de noviembre de 2010

PALABRAS DE FIDEL A LOS ESTUDIANTES


"Cuando surgieron los medios masivos se apoderaron de las mentes y gobernaban no solo a base de mentiras, sino de reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado: la mentira afecta el conocimiento; el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar, porque ya te crearon reflejos: ‘Esto es malo, esto es malo; el socialismo es malo, el socialismo es malo’, y todos los ignorantes y todos los pobres y todos los explotados diciendo: ‘El socialismo es malo.’ ‘El comunismo es malo’, y todos los pobres, todos los explotados y todos los analfabetos repitiendo: ‘El comunismo es malo’.

“‘Cuba es mala, Cuba es mala’, lo dijo el imperio, lo dijo en Ginebra, lo dijo en veinte lugares, y vienen todos los explotados de este mundo, todos los analfabetos y todos los que no reciben atención médica, ni educación, ni tienen garantizado empleo, no tienen garantizado nada: ‘La Revolución Cubana es mala, la Revolución Cubana es mala.’”

“¿De qué hablan? ¿Qué hace el analfabeto? ¿Cómo puede saber que el Fondo Monetario Internacional es bueno o malo, y que los intereses son más altos, y que el mundo está siendo sometido y saqueado incesantemente por mil métodos de ese sistema? No lo sabe.

“No enseñan a leer y escribir a las masas, gastan un millón de millones en publicidad cada año; pero no es que gasten, lo gastan en crear reflejos condicionados, porque aquel compró Palmolive, el otro Colgate, el otro jabón Candado, sencillamente porque se lo dijeron cien veces, se lo asociaron a una imagen bonita y le fueron sembrando, tallando el cerebro. Ellos que hablan tanto de lavado de cerebro, ellos lo tallan, le dan una forma, le quitan al ser humano la capacidad de pensar; y si todavía le fueran a quitar la capacidad de pensar a alguien que se gradúa en una universidad y puede leer un libro sería menos grave.

“¿Qué puede leer el analfabeto? ¿Cómo se entera de que lo están engatusando? ¿Cómo se entera de que la mentira más grande del mundo es decir que eso es democracia, el sistema podrido que impera ahí y en la mayor parte, por no decir casi todos los países que copiaron ese sistema? [...] Eso es lo que hace que cualquiera pueda ser, al cabo del tiempo, muchas veces más revolucionario de lo que era cuando ignoraba muchas de esas cosas y solo conocía los elementos de la injusticia y de la desigualdad."

Gracias, una vez más, al querido Juan M. García de "Desde Cuba" por enlazarlo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

PALABRAS DE SANTIAGO SIERRA

lunes, 1 de noviembre de 2010

LA BATALLA DE LAS FOTOGRAFÍAS


Dentro de lo que Fidel llamó la batalla de las ideas, hay un apartado que me parece no menos crucial: las fotografías; la parte gráfica que describe nuestra realidad.
Hay innumerables fotógrafos que viajan a Cuba. Buscan y exhiben solamente las partes que pudieran parecernos más sórdidas de la vida de allí. Un anciano se sienta a descansar a la sombra y se queda medio adormilado; se le captura en la imagen como si fuera un mendigo. Desconchones, refrigeradores vacíos, salas alumbradas por la luz de una vela; actitudes procaces, vejez, desamparo. He visto exposiciones enteras de fotógrafos técnicamente brillantes describiendo una Cuba con una realidad escogida y seleccionada en sus aspectos más negativos. Esa misma selección y sus motivos hacen que esa Cuba no sea verdadera.

No pretendo pasarme al otro lado de la mentira; es decir, no pretendo decir que debemos mostrar una Cuba idílica donde los únicos dientes que se vean sean los colmillos de oro; colmillos que descienden quizá de la vieja costumbre de los "negros curros" de afilarse en punta los incisivos al modo de los animales feroces; no. Pero sí pretendo insinuar que tal vez podríamos hacer un esfuerzo para reflejar la realidad tal como es, con sus miserias y sus hazañas gloriosas de cada día. Hazañas sencillas que en Cuba se ven como naturales por sabidas, pero que en Europa son inimaginables porque no existen.

sábado, 16 de octubre de 2010

EL SONETO DEL PORTUGUÉS


Unas entradas atrás cité un soneto de Elisabeth Barrett Browning.  No sé nada de ella. Lo que sabía lo he olvidado. Pero si alguna vez existe un mundo en el que yo desee vivir -y existirá si alguien lo incorpora a su vida- en ese mundo ha de estar Elisabeth Barrett Browning. Ha de estar, como estará Vallejo, como estará Séneca y Quevedo -tal vez la misma persona- como estará San Julio Cortázar, mi amigo querido Azorín; hasta quedará un lugar para San Silvio Rodríguez, junto a Fernando Pessoa y Juan Ramón; lástima que una de las premisas para estar sea estar aparentemente muerto. O no, porque Silvio no lo está. Ah, las excepciones.
Vayamos al soneto sin más preámbulos. Lo escribió ella, pero pude escribirlo yo, quiere decir pudo escribirlo nadie, pudimos escribirlo todos:

I thought once how Theocritus had sung

I thought once how Theocritus had sung
Of the sweet years, the dear and wished for years,
Who each one in a gracious hand appears
To bear a gift for mortals, old or young:
And, as I mused it in his antique tongue,
I saw, in gradual vision through my tears,
The sweet, sad years, the melancholy years,
Those of my own life, who by turns had flung
A shadow across me. Straightway I was 'ware,
So weeping, how a mystic Shape did move
Behind me, and drew me backward by the hair;
And a voice said in mastery, while I strove,
“Guess now who holds thee ?” – “Death,” I said. But, there,
The silver answer rang,--“Not Death, but Love.”


Yo pensaba una vez cómo había cantado
Teócrito los dulces y los ansiados años,
que parecen traer en las manos un don,
para cada mortal, sea joven o viejo;
y mientras cavilaba esto en su idioma antiguo,
a través de mis lágrimas, veía la visión
de los dulces, los tristes, los años melancólicos,
los de mi propia vida que por turno dejaron
una sombra en mi alma. Me di cuenta al instante,
así entre sollozos, de que una forma mística
se movía a mi espalda y agarrada a mi pelo
me arrastraba hacia atrás, mientras su voz mandaba:
“Acierta quién te coge”. – “La Muerte”, dije, pero
sonó su voz de plata: ”Fue el amor, no es la muerte".



La bellísima traducción es de Ester de Andrés.
He publicado la entrada, que estaba olvidada entre los infinitos borradores de este blog, gracias a un comentario de Alterius, a quien dedico, pues, el soneto. Espero que le guste!

miércoles, 11 de agosto de 2010

POR QUÉ NO ME GUSTA LA COLECCIÓN THYSSEN Y SÍ EL REMBRANDT DE LA HABANA (REEDITADO)


"Imagínate un edificio -puede ser grande o pequeño- dividido en muchas habitaciones; cada habitación cubierta de lienzos de distintos tamaños: miles de lienzos. Algunos representan trocitos de naturaleza en color -bichos en sol o sombra, o bebiendo, o parados en un charco, o tendidos sobre la hierba- y, al lado, una crucifixión por un pintor que no cree en Cristo, y luego unas flores y unas figuras humanas sentadas o de pie o ambulando, y frecuentemente desnudas -mucha mujer desnuda en escorzo, vista de espaldas- y también habrá manzanas y bandejas de plata y un retrato de Don Fulano de Tal y una puesta de sol, y una señora vestida de rosa, y un pato que vuela, y un retrato de Madame X, y unos gansos que vuelan, y una señora de blanco, y unas vacas en sombra con motitas de sol, y un retrato del embajador de Y, y una señora de verde. Y todo esto viene cuidadosamente reproducido en un libro que además contiene los nombres de los artistas y los nombres de los cuadros. Libro en mano la gente se pasea de pared en pared volviendo páginas, leyendo nombres. Y luego se marchan, ni más ricos ni más pobres, y vuelven a sus quehaceres que no tienen nada que ver con arte. ¿A qué vinieron?"
Wassily Kandinski, "Concerning the Spiritual in Art", 1912, citado por Fernando Zóbel en su Cuaderno de Apuntes
¿Por qué no me gusta la colección Thyssen? Pues es muy sencillo: porque parece una colección de sellos; lo único que le falta es una lista a la entrada con los nombres de los autores tachados y un rótulo junto a cada nombre: "lo tengo".
La colección Thyssen me recuerda también a un harén, que es el despropósito más grande que pueda existir: cambiar el amor verdadero por la superficialidad de su remedo siempre variado. Quiero decir que a cualquiera a quien interese la pintura, los cuadros le sirven para establecer una relación con el pintor; y si hay un pintor que nos llega, con el que conectamos, lo que se desea es ver más cuadros de ese pintor. Sé que no consigo explicarme del todo, así que pondré otro ejemplo: encontramos un amigo estupendo; sintonizamos con él, conseguimos establecer intimidad en nuestra relación. En ese momento, decidir que termine la relación para salir a buscar un nuevo amigo desconocido y repetir otra vez la operación y así infinitas veces... eso es un sinsentido, no es humano, no tiene cordura. ¡Ya tengo setecientos números de teléfono en la agenda!
Como colección, pues, es una prueba de que quien la formó no tenía el menor interés por la pintura, y ese desprecio, mostrado a través de tantos buenos cuadros, ofende. Es como no comer ni dejar comer a los demás: tengo tanto dinero que voy a comprar estos cuadros, aunque no me interesen nada.
Como museo, en mi pobre opinión, es también un mal museo; si te descubre un rasgo de algún pintor a quien no conocías, te deja con las ganas de saber más, porque resulta que como ese autor ya está tachado, no hay más cuadros de él. Y luego es sorprendente el criterio de las elecciones, que responde a cuestiones de precio y oportunidad de la compra y nunca de sensibilidad, de la que sin duda el comprador carecía.
¡Qué diferencia con los cuadros del Prado que compró Velázquez! Esos cuadros si son una elección, y sería interesante verlos todos juntos alguna vez. O el museo de Arte Abstracto de Cuenca, que fue una colección particular un día, con las maravillosas letras garabateadas en el revés de los cuadros, que podían leerse en la época en que los visitantes respetuosos no eran encarcelados si tocaban con las manos los cuadros de los museos para darles la vuelta.
Pero yo creo, para terminar, que la emoción más grande que he sentido y sentiré nunca en un Museo fue la que pude vivir en el Museo de Bellas Artes de La Habana. Yo iba a visitar con cierta frecuencia un Rembrandt que hay allí, creo que no figura en los catálogos, pero se ve que es un Rembrandt y además es bellísimo. Pues un día de los que quise visitarlo, había fallado la iluminación de su sala, no había corriente, y estaba cerrada. Sin embargo, una persona caritativa, al contemplar mi desazón se compadeció y me dejó entrar; no solamente me dejó entrar, sino también encender un mechero a una distancia segura. Así que pude ver el Rembrandt iluminado por su propia luz, por la luz que salía del cuadro, por la luz de Rembrandt iluminándose a sí misma. Desapareció el marco, desapareció el museo y permanecimos, la luz de Rembrandt y yo maravillado. Et tout le reste est litterature.

jueves, 29 de julio de 2010

POR QUÉ ES TAN AGRADABLE NO SER NADIE (REEDITADO)


Todos hemos sentido, en algún momento de nuestra vida, que el tiempo psicológico no es constante. Desde niño, escuché a los ancianos decir que para ellos la vida pasaba muy rápido. Me sorprendía tal aseveración, porque recuerdo que a mis tres años el mundo era tan lento que tuve que preguntar, paseando por una glorieta, a mi padre, si seria posible que alguna vez volviera a ser verano. Conforme fui creciendo pude apreciar que el horario escolar se sentía muy distinto en primaria y en la universidad. En primaria, una clase era algo casi inabarcable, donde se podían aprender infinitas cosas, todas ellas insospechadas. En la universidad, una mañana de clases parecía reducirse a unos minutos de primaria. Así que, como ahora tengo tan estupendos lectores en este blog, me atrevo a contaros la explicación que fui hilando. No es nada del otro mundo, pero me gusta. 
Necesita, eso sí, un poco de paciencia, porque es preciso conocer antes una sencilla ley de la percepción.
La primera vez que, en la Escuela de Arquitectura, me pidieron que trazara un degradado constante que fuera del blanco al negro, con tinta china de barra, ejecuté, sin saberlo, las instrucciones que Chevreul daba en su libro "Las leyes del contraste del color" para conseguir el mismo propósito. Igual que le hubiera pasado a Chevreul si hubiera seguido él también sus instrucciones, fracasé estrepitosamente, como enseguida reflejó la nota con que calificaron mi ejercicio.
Las instrucciones de Chevreul son las siguientes, tal y como las describe Joseph Albers:
"Sobre una hoja de cartulina dividida en diez bandas, cada una de aproximadamente un cuarto de pulgada de ancho, extiéndase una capa uniforme de tinta china. Una vez seca , extiéndase una segunda capa sobre todas las bandas excepto la primera.
Una vez seca la segunda, extiéndase una tercera sobre todas las bandas excepto la primera y la segunda, y así sobre todas las restantes, hasta tener diez capas planas que aumentan gradualmente en profundidad de la primera a la última."
Todo este procedimiento, que suena tan convincente, provoca una sorpresa inevitable: La sorpresa es que el aumento de profundidad gradual que se prometía no aparece en una sucesión de escalones iguales.
Está claro que hemos aumentado la cantidad de pigmento según una progresión aritmética. Es imposible que percibamos la progresión como uniforme, ya que, si las cantidades de pigmento aplicadas siguen la serie
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
fácilmente se comprende que si bien la diferencia entre el primer término y el segundo supone un incremento del 100% (de 1 a 2), la diferencia de pigmento aplicado entre los dos últimos términos supone solamente un incremento del 10%. Por tanto, veremos incrementos muy grandes de saturación al comienzo de la serie y muy pequeños al final.

La Ley de Weber-Fechner establece que para que podamos percibir un estímulo de modo que nuestra percepción aumente según una progresión aritmética, es preciso que el estímulo en sí aumente según una progresión geométrica. Si la serie anterior, que refleja el número de capas de tinta china de barra que sería preciso dar fuera
1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512
veríamos entre cada variación un incremento igual, ya que igual es la diferencia relativa entre cada uno de los tramos. El efecto sobre la percepción de las últimas 256 capas es igual al de las 2 primeras; al principio, con un breve esfuerzo conseguimos aumentar al doble la cantidad de pigmento, mientras para conseguir eso mismo al final necesitamos un estímulo inmensamente mayor.

Y aquí viene la hipótesis de nuestra teoría: Si admitimos, con los escolásticos, que el sujeto de la percepción humana es, al nacer, tamquam tabula rasa in que nihil est scriptum, a la espera de un stilo que marque la cera, podemos asociar este stilo al tiempo, considerado como aquél que graba percepciones incesantemente en nuestro espíritu. El primer año de nuestra vida extiende en el alma la primera capa de tinta china y serán precisos los dos años siguientes para percibir lo equivalente a una gradación más. Tras cuatro años más (ya tenemos siete) se extiende la tercera gradación, tras ocho años más la cuarta (ya tenemos quince); han de pasar dieciséis años para que sintamos una quinta gradación (ya tenemos treinta y uno). Me temo que después de los treinta y dos años necesarios para alcanzar la sexta (ya tenemos sesenta y tres) empezaremos a aburrirnos de ser nosotros mismos, y nunca alcanzaremos la séptima, porque para ella harían falta otros sesenta y cuatro años.
Según esto, no es de extrañar que sintamos pasar el tiempo más veloz a partir de cierta edad. En definitiva, el impacto de lo que percibimos en un año de nuestra vejez es semejante al de la primera vez que escuchamos cantar a un ruiseñor.
En términos de percepción, la mitad de la vida pasa antes de los ocho años; naturalmente, suponiendo una presión uniforme del stilo, porque si en algún momento la presión aumenta y vivimos emociones no recomendables, no haremos más que aumentar la cantidad de estímulo necesaria para que podamos percibir algo.
Pero ¿no tendrá este mundo aterrador de no percepción soluciones? Pues a mí la única que se me ocurre es reconstruir la tablilla. Borrar la tabla exige lo que parece sacrificio: no ser nunca nadie. Si somos alguien, si no eliminamos a nuestro yo, a nuestro superyó y demás familia, arrastramos en nuestra memoria un lastre inmenso de tinta china. Pero si de pronto ya no somos nadie, si perdemos la memoria personal de nuestras emociones, qué maravilla. Asombrarnos todos los días con el árbol frente a nuestra ventana exige preguntarnos, cada vez que lo vemos, lo siguiente: ¿qué será esto? ¿Será un animal, será una planta? ¿Por qué mueve sus ramas el viento?
La sociedad intenta formarnos, con buena intención, para que creemos un limitado número de unidades gestálticas en nuestro cerebro, pensando que eso nos permitirá reaccionar con una respuesta rápida cuando sea preciso. Pero saber que el misterioso animal que nos olfatea se llama gato, creer que es sencillamente un gato, un gato como el que vive pobremente simplificado en nuestro cerebro, nos hace ciegos y sordos ante el misterio. Sin esta ceguera y esta sordera no seríamos capaces de tocar a esos animales de fondo sin emocionarnos. Pero por suerte, podemos elegir: morir cada día y renacer hasta el día final; vivir el mismo día sin morir mas que una vez; a nuestro gusto. ¿Que qué elección tomé yo ayer? Yo? No sé a quién te refieres, pero de todas formas no lo recuerdo.

sábado, 10 de julio de 2010

BLOGS EN CUBA: POLÍTICA DE LA GUERRA


Circular.— POLÍTICA DE LA GUERRA.—
"La guerra debe ser sinceramente generosa, libre de todo acto de violencia innecesaria contra personas y propiedades y de toda demostración o indicación de odio al español. 
"Con quien ha de ser inexorable la guerra, luego de probarse inútilmente la tentativa de atraerlo, es con el enemigo, español o cubano, que preste servicio activo contra la Revolución. Al español neutral se le tratará con benignidad, aún cuando no sea efectivo su servicio a la Revolución.
"Todos los actos y palabras de ésta deben ir inspirados en el pensamiento de dar al español la confianza de que podrá vivir tranquilo en Cuba, después de la Paz. 
"A los cubanos tímidos y a los que más por cobardía que por maldad, protestan contra la Revolución, se les responderá con energía a las ideas, pero no se les lastimarán las personas a fin de tenerles siempre abierto el camino hacia la Revolución, de la que de otro modo huirían, por el temor de ser castigados por ella.
"A los soldados quintos se les ha de atraer, mostrándoles compasión verdadera por haber de atacarlos, cuando los más de ellos son liberales como nosotros y pueden ser recibidos en nuestras fuerzas con cariño.
"A los prisioneros en término de prudencia, se les devolverá vivos y agradecidos.
"A nuestras fuerzas se las tratará de manera que se vaya fomentando en ellas a la vez, la disciplina estricta y el decoro de hombres que es el que da fuerza y razón al soldado de la Libertad para pelear: no se perderá ocasión de explicarles en arengas y conversaciones, el espíritu fraternal de la guerra; los beneficios que el cubano obtendrá con la Independencia, y la incapacidad de España para mejorar la condición de Cuba y para vencernos.
"En cuanto a las propiedades, se respetarán todas aquellas que nos respeten, y solo se destruirán después de anuncios reiterados y de la prueba completa de su hostilidad, aquellas de que se sirva o asile habitualmente el enemigo; o alberguen al cubano que hace armas contra la Revolución.
"El desarrollo de la guerra irá precisando más en este punto, la benevolencia o el rigor: por hoy la regla ha de ser servirse de los auxilios de los propietarios, para las necesidades legítimas de la Guerra, de alimentación, vestuario y en casos posibles, de armas y parque.
"La guerra se debe mantener del País; pero no debe exigirle más de lo necesario para mantenerse, salvo en los casos probados de que se preste mayor ó igual auxilio al enemigo del prestado a la Revolución."
Cuartel General del Ejército Libertador, Abril 28 de 1893.
El Delegado, J. Marti. — El General en Jefe, M. Gómez.


Hace bastante tiempo hablé en este blog, lateralmente, de mis impresiones acerca de las actitudes de Martínez Campos y de Weyler en la guerra, después de leer el libro de John Lawrence Tone "Guerra y genocidio en Cuba 1895-1898". Aunque el post se refería a la parte final de mi descubrimiento de Orígenes, hablé también de la política de reconcentración, que fue la tomada por España: Punto final. Miscelánea.
Entre los borradores del blog estaba esta entrada que ahora publico, guardada desde el tiempo en que empezaron a surgir los primeros blogs cubanos de carácter político, nacidos, sin duda, a la sombra de las instrucciones generales de sus dirigentes. Con motivo de las polémicas que suelen darse entre los comentaristas de estos blogs me ha parecido oportuna, ahora, su publicación. Lo que no recuerdo es de donde saqué la cita de las instrucciones, aunque pienso que una somera búsqueda en internet podrá dar razón de ella a quien esté interesado en seguirla. En cualquier caso, yo no digo nada; quienes lo dicen son Máximo Gómez y José Martí.
Y saludos cordiales a todos, en especial a S. Rodríguez Domínguez a quien aprovecho para felicitar por sus espléndidas entradas en su blog Segunda Cita.

martes, 29 de junio de 2010

UN POEMA DE CINTIO VITIER

Repasando blogs atrasados veo una verdadera eclosión por el ochenta cumpleaños de Roberto Fernández Retamar. Confesaré que hace días que me ronda la cabeza la idea de hablar de dos libritos de Ernesto Cardenal que siempre han andado conmigo. Son los de su primera juventud: Epigramas y la traducción de Catulo y Marcial, que tiene mucha gracia porque creo recordar que hace a Marcial estar en contra de Anastasio Somoza. Bien, repasando estos blogs, encuentro un artículo de Ernesto Cardenal que me ha encantado: "Cena en casa de Retamar". La verdad es que cuando escribí hace unos días el artículo sobre Roberto Fernández Retamar no tenía ningún dato sobre su situación personal o su vida íntima. Apenas si lo conozco por otra cosa que por su poesía. Así que no puede dejar de gustarme ver que Ernesto Cardenal nos da una visión exacta a la que yo tengo en mi imaginación. Ernesto nos la muestra después de acudir a su casa. Yo la obtuve después de leer sus versos. Eso me confirma, una vez más, que el testimonio directo de la obra debe pesar más que las habladurías.
Una lectura lleva a otra, así que también he encontrado un poema de Cintio Vitier a Roberto Fernández Retamar en su sesenta cumpleaños. Lo copio, aclarando que me he permitido rectificar la palabra final del verso trece, ya que considero una errata la palabra arrebatados que nos ofrece La Ventana,  de donde la he copiado:

Entrar, joven Roberto, en los sesenta
es entrar de puntillas a un jardín
donde las rosas fingen que el carmín
en la melancolía se aposenta.

A su sombra, tranquilo, uno se sienta
como si fuera otro, porque, en fin,
vivir en los sesenta es un sin fin
de ilusiones igual que en los cuarenta.

Miente el espejo y yerran los novatos
que cariñosamente nos envuelven
en los presagios de su admiración,

pues nosotros sabemos cómo vuelven
cada día secretos arrebatos
de juventud a nuestro corazón.

miércoles, 23 de junio de 2010

FLORES DE UN JARDÍN MUERTO II

Después de los comentarios al artículo anterior, he seguido pensando en el por qué de mi empeño en conservar estas plantas. Lo que me parecía paradójico es que, no creyendo en nuestra individualidad, me aferre de alguna forma a ella. Sin embargo, creo haber encontrado una provisional explicación.

El budismo nos enseña que el observador es lo observado. Parece una idea muy difícil de comprender al principio, así que intentaré aclararla para quien la desconozca, porque pienso que es más sencilla de lo que aparenta. Si miramos con atención plena cualquier cosa, esa cosa ocupa la totalidad de nuestra conciencia. A menudo siento esto cuando contemplo la vida vegetal. Si observamos un árbol, mientras ese árbol ocupa plenamente nuestro ser podemos decir que no somos nadie. No tenemos historia, no tenemos memoria. Somos solamente el que percibe. Y como lo que es percibido es el árbol, en ese caso pueden confundirse perceptor y percibido, ya que el árbol es lo único que existe. Podemos decir que lo que es, es el árbol. Y otro modo de expresarlo será decir que en ese momento somos árbol.
¿En qué se distinguen pues un hombre de otro hombre?. En nada. En lo que refleja en cada instante el espejo que somos. Somos el mismo hombre sometido a diversas circunstancias. En ese sentido somos todo y todo es nosotros. 
Si un ser querido, como para mí es mi abuelo, no es realmente nadie, no fue nadie de veras, ¿cómo recuperar su presencia?. Pues sometiendo a cualquier hombre, al que percibe, al reflejo que aquél contempló. Un hombre atento frente al geranio de mi abuelo es el geranio, es solamente el geranio, es solamente un hombre, es, otra vez, mi abuelo.
Así que pienso que conservando estas plantas que describí en el artículo anterior he mantenido la esperanza de seguir tratándome con mi abuelo muerto a través de mí mismo. Es decir, a través de cualquiera que percibe. Es decir, a través de nadie.
¿Quedó complicado? Me temo que sí.

Falta por comprender el por qué, si todos somos el mismo, unos nadie nos roban el corazón más que otros. ¿Nos distinguimos en lo que reflejamos? ¿Las manchas en el azogue son lo único personal? ¿Es el espejo oxidado lo que nos enamora? ¿Nos enternece por eso el acero corten?


lunes, 21 de junio de 2010

FLORES DE UN JARDÍN MUERTO

Mi abuelo, que murió en 1966, tuvo un jardín donde pasé, feliz, parte de mi infancia. Hace unos veinticinco años, poco antes de la destrucción total de aquél lugar, me llevé conmigo cuatro macetas. He vivido en bastantes pisos diferentes, he sufrido muchos traslados. Siempre las macetas de mi abuelo fueron conmigo a todas partes. No sé bien por qué y tal vez escribo estas líneas para saberlo.

Este año he sustituido la cerámica de dos de las macetas por plástico. El barro cocido se desintegraba. Mi mujer me dijo que la tierra estaba agotada. Mi mujer siempre, pero siempre, lleva razón en los consejos que me da. Sin embargo, se dejó convencer por mi razonamiento de que mezclando la tierra con otra nueva abonada todavía podría servir. Ahora me doy cuenta de que no se dejó convencer sino que me sobrellevó una vez más, porque veo todavía su sonrisa al aceptar mi propuesta.
Esta primavera una de las plantas de mi abuelo ha florecido. Es un geranio rojo, que ha sufrido enfermedades sin fin, y que sospecho está ya en el tramo final de su vida.
¿Por qué me importa esta vida vegetal que me acompaña? ¿Por qué siento, mientras me desmorono yo mismo, que se acerque a este grupo de amigos que son estas plantas la vejez y la muerte? Ellas me han acompañado en silencio, mostrándome su vida sencilla y venida a menos. Nacieron en un bello jardín y ya han pasado veinticinco años en miserables terrazas, en pequeños balcones, con agua y alimentación escasas. Su forma de quejarse ha sido siempre languidecer. Yo, cuando he visto que lo hacían, siempre he corrido a intentar resarcirlas de mi falta de atención y de mi frivolidad anterior. Frivolidad sin remedio que se ha repetido a lo largo de los años. Ahora, sin rencor, florecen.
Creo en el ruiseñor de Yeats y por lo tanto descreo de la individualidad de estos seres queridos. Descreo también de la existencia de mi propia individualidad. Lo que haya de personal en mí es lo que no vale nada, estoy seguro. Sin embargo, ¿qué hace que las cuatro plantas y yo, cinco seres anónimos, sigamos queriendo compartir el mismo espacio? 
Pero alguien me responde tal vez con el último verso del poema de Elizabeth Barrett-Browning que tanto me gusta: "Te equivocas. Es el amor, no es la muerte."

miércoles, 16 de junio de 2010

HELADOS DE FUEGO EN LA DULCERÍA DE ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

Repasando un libro de poemas de Roberto Fernández Retamar he vuelto a sentir patente la admiración que le tengo. Y mi opinión sobre él queda expresada en el título de este artículo. La inteligencia, que siempre es helada, envolviendo la ternura y el arrebato del fuego. Eso es para mí su poesía.
Es también como la cotidiana normalidad de la belleza. Los atardeceres siempre está ahí; nos parecen normales. Los árboles de vez en cuando nos rodean. Yo advierto en ellos una intensa comunicación. Una expresión plena enmascarada en su silencio. Parece que siempre han estado ahí; a veces no nos dejamos abrazar por su existencia. Pero ese silencio, ese dejar que el viento les saque su música serena, como quien no dice nada, es una muestra más de la belleza que nos acecha.
Un hombre apasionado como todos quisiéramos ser. Esa pasión envuelta en cordura define para mí la poesía de Roberto Fernández Retamar. No hay ensueños, no hay adornos edulcorantes de la realidad. No hay ficciones, fantasías, mundos alienados en los que sobrevivir. No. Hay la belleza de las cosas que existen, la intensidad verdadera del amor real, la heroicidad del trabajo cotidiano del que no se proclama sea una cosa memorable para todos. Es solamente una cosa memorable para uno mismo. Pero ese uno mismo, en Roberto Fernández Retamar, somos todos.  Los grandes poetas son universales. Es decir, son alguien porque no son nadie y son todos al mismo tiempo.
Desde mi juventud he querido conservar el llanto fácil de mi infancia, porque nunca pude soportar el empobrecimiento que supone a los adultos fingir que no se siente. O, peor, verdaderamente no sentir. Hace tiempo que no oía despertar en mi ese llanto infantil sin razón y sin causa y hoy, gracias a Roberto Fernandez Retamar, lo he escuchado de nuevo. No era llanto por nada en particular, sino por recuperar de nuevo la emoción, al leer sus poemas, que nos produce comprender que todavía hay hombres, hay causas -que es lo mismo- que valen la pena.
Lamentaré morir sin haber podido estrechar la mano de algunos que fueron mis contemporáneos. Para quienes amamos a Séneca, por ejemplo, o a Francisco Quevedo, tratarlo nos resulta un imposible por la anacronía de nuestra situación. ¿Se comprenderá dentro de mil años que viviéramos el mismo tiempo de Roberto Fernández Retamar, de Julio Cortázar, y no azotáramos los caminos del mundo para llegar a estrecharles la mano? No lo sé. Por si acaso, aquí va hoy la mía tendida de admiración al poeta y al hombre Roberto Fernández Retamar, propietario ahora del fino hilo de seda que tejió, entre otros, en el pasado, Juan Ramón Jiménez.
Vaya un poema suyo de ejemplo.

A MI AMADA

En el Día de los Enamorados, el domingo, he despedido a mi amada.
Subió al ómnibus de la mano de su compañero,
Que en la otra mano llevaba una guitarra remendada.
Se sentaron sonrientes en el primer asiento: ella ocultaba su tristeza con un giro de sus bellos ojos,
Y él estaba ya proyectando aventuras, cacerías, veladas con música.
Los rodeaban nuevos amigos que aún ignoraban que lo eran:
Iban a empezar a conocerse en un largo viaje,
Cambiando de avión en Madrid, en Roma, hasta llegar a su destino,
Su destino de médicos durante dos años.
Fui a buscar una flor, o al menos una hoja de árbol,
Para dársela como hacía cuando ella regresaba cada domingo a su beca.
Pero el ómnibus empezó a ronronear, y tuve que regresar de prisa.
Mi amada había descendido y me esperaba en la calle.
Apenas nos abrazamos. No teníamos tiempo. Quizás tampoco teníamos fuerza.
Regresó a su asiento. Movimos nuestras manos en el aire del mediodía.
Sé que lleva en su maletín dos dólares y unos centavos y una novela alucinada.
Confío en que le duren los tres días del viaje.
Luego empezará su otra vida, su otra novela, de médica en África,
De médica en Zambia, adonde mi hija ha marchado,
En el Día de los Enamorados, de la mano de su gallardo compañero de barba roja.
–Sé útil. Sé feliz. Este triste está orgulloso de ti–.
Te espero siempre, amada.

La Habana, febrero de 1988

sábado, 12 de junio de 2010

CARTAS A UN JOVEN CUBANO. LAS LIBRERÍAS


 Querido x:
He visto con curiosidad el nacimiento de los nuevos blogs cubanos, que ya ofrecen una visión directa desde la Isla. Algunos me gustan mucho. Pero en este momento no me encuentro bien situado para abordar tanta polémica. ¿Sería posible que reposadamente renováramos por un tiempo de descanso el viejo género epistolar? Voy a intentarlo por hoy. Se trataría de contarte cómo veo las cosas yo, desde aquí, y que tú me respondieras diciendo cómo las ves tú o cómo quisieras verlas, desde allí.
 Cuando yo era joven las librerías en España eran un verdadero paraíso. En provincias, se disponía de un fondo con las obras de nuestros escritores renacentistas, barrocos, clásicos. Conseguir las obras de un autor de la Generación del 98 era tan solo cuestión de tener el dinero suficiente para encargarlas. Y aunque no se tuviera, siempre quedaba la esperanza de conseguirlas más adelante. Uno miraba el libro y sabía que el año siguiente estaría ahí la posibilidad.
Conocí a libreros que habían leído casi todo lo que ofrecían. Hablar con ellos era un placer. Llevaban una vida modesta, entre tertulias y amigos, vivos y muertos.
En nuestra democracia occidental, ahora, las librerías se montan para ganar dinero. Y sospecho que los libros se escriben para lo mismo. Ya no hay tal fondo y si ves un libro que te interesa, apresúrate. Dentro de tres meses estará hecho pasta de papel, si es que no lo has comprado. Como los trabajadores, los libros vienen al mundo mediante un contrato temporal. Te confesaré que tal urgencia compradora me deja indiferente. Las ediciones viejas que tengo me interesan más, así que por fin este sistema me ha dado el gusto de no desear ningún libro de los que se editan. La cultura se ha sustituido por la industria del entretenimiento, al parecer de algunos.
Hace años que no voy por Cuba, pero recuerdo con cariño "La moderna poesía" en la calle Obispo. (Te diré que también recuerdo Quitrín, tan denostado entonces por los cubanos y que a mí siempre me encantó). De los libros nuevos que pude conseguir entonces tal vez los que más aprecio son los de Fernando Ortiz. No compré muchos, y tal vez sea el Catauro el que más he manejado. En la Plaza de armas hice una relativa amistad con algunos libreros, siempre pidiéndoles que subieran el precio de las colecciones de Aguilar. Aclararé que mi petición se hacía desde la indiferencia, ya que eran ediciones que yo tenía en casa.
¿Cómo están de surtidas las librerías? ¿Qué se edita? Me parece que una de las glorias del pueblo cubano es su inmensa cultura, al menos lo que yo conocí. Era una cultura impregnada en la piel, que compartían los que habían leído -y algunos habían leído mucho- y los que no.
Una cosa me sorprende. En estos tiempos en que el papel está escaso ¿cómo no se puede acceder a Orígenes desde la red? Hasta hace unos años, la única alternativa eran los facsímiles. Pero hoy una colección que, sin duda, sería oneroso editar, podría ofrecerse para su descarga de modo que corriera de mano en mano, grabada en un cd o en un lápiz de memoria. Y como digo Orígenes, digo también Espuela de Plata, Verbum, Nadie Parecía, la Antología de la Poesía Cubana, etc. ¿Sabes alguna razón que lo haga imposible?
Bien, querido x, la idea está expresada y queda en tu mano aprovecharla o descartarla.
Un abrazo.




jueves, 6 de mayo de 2010

LA MEMORIA HISTÓRICA QUE NO SE QUIERE RECORDAR



Enlace: Campos de ¿concentración? en España (diario "Público)
Esa memoria histórica es muy sencilla: el modo fraternal en que tantos países de Centro y Sudamérica acogieron a los exiliados españoles de la guerra civil. No les pidieron hacer cola en la calle para obtener un visado inaccesible, no les solicitaron mostrar tantos cientos o miles de dólares a la policía de fronteras, no los desnudaron ni les quitaron los zapatos al pasar la aduana. Por el contrario, los acogieron entre abrazos solidarios, les facilitaron los bienes materiales imprescindibles para sobrevivir, les ofrecieron trabajos dignos junto con la digna amistad, la comprensión y el apoyo moral.
Hoy los hijos y los nietos de los acogidos rechazan a los hijos y los nietos de los que acogieron con la torpe acusación de que éstos no tienen suficiente dinero. Si no tuviera proscrito en este blog decir palabras malsonantes, ahora haría una excepción y escribiría una.

miércoles, 24 de marzo de 2010

STENDHAL, OTRA VEZ


Leer y viajar son dos actividades que responden a una misma afición; en los dos casos, los libros y las ciudades son paisajes donde podemos dar cauce a nuestras emociones. Creo que no es relevante que tales paisajes pertenezcan a dos ámbitos distintos: para el verdadero viajero, así como para elverdadero lector, no hay más recorridos que los que puedan ser hollados por el espíritu. Y siendo el espíritu quien transita por las páginas y los campos, poco importa que se le exija  un esfuerzo físico mayor o menor. Quede para otro momento la discusión de si la pintura y, sobre todo, la música, pueden incorporarse a esta forma de interpretar el arte.
Ciñámonos a la lectura y a los viajes. En ambos mundos es preciso dedicar muchos años de gozos y de contrariedades para poder llegar a gustarlos del modo en que son más placenteros. Este modo, o esta manera, es la que consiste no en leer, sino en releer y no en viajar para descubrir algo nuevo, sino en viajar para recobrar algo ya visto.
¡Qué encanto tienen las ciudades que, siendo extrañas, hemos visitado muchas veces! En ellas podemos vivir -por no ser la nuestra- una vida paralela, entre paréntesis, de modo que, en cada visita, asociamos unos paréntesis con otros y damos cauce a una nueva vida. Esa nueva vida nos pertenece tanto como la que sentimos de ordinario, pero qué emocinante es, qué bella. En esa vida se impone casi siempre la fugacidad. Y lo que no vemos en nuestro lugar de residencia habitual, la ciudad extraña que amamos nos lo muestra con lucidez y a saltos: nos muestra que nos estamos deshaciendo en el tiempo. Habíamos conseguido engañarnos, ayudados por la continuidad diaria de nuestra experiencias, y ahora lo vemos claramente. Cerramos el paréntesis.
Del mismo modo que los lugares una y otra vez visitados, las relecturas nos entregan un aroma a veces un poco alcanforado; alcanfor que trata de salvar de la polilla  a nuestro propio corazón. Para llegar a la relectura ha sido preciso transitar por muchas páginas absurdas o ligeras, caminos intelectuales de los que nos despedimos para siempre en la primera visita. Pero, después de la selección que impone ese recorrido, al llegar a las relecturas, qué nostalgias tan consoladoras descubrimos, qué compañías tan queridas recuperamos, qué amistades tan relevantes tratamos otra vez.
Releamos a Stendhal. Abrimos los Paseos por Roma. ¡Qué amigo tan ingenioso y tan sincero es Stendhal! ¡Qué acompañada se siente con él el alma, acostumbrada a luchar cada día contra las rigideces y los prejuicios! A luchar, no porque nos moleste que nuestros compañeros los tengan, sino porque tememos ser devorados por ellos al avanzar en la edad. Stendhal: qué ligero, qué fresco, qué desenfadado, qué natural, qué alegre, qué buen amigo.
Releemos a Stendhal e inmediatamente nos sentimos llenos de compañía y de libertad. Y no podemos por menos que asombrarnos al ver cómo en él van intrínsecamente unidas estas dos palabras: compañía y libertad. Mirad: Stendhal comienza ahora a pasear por Roma. Van con él otras siete personas que tienen las mismas intenciones. Ante todo, Stendhal nos previene por si nos ponemos en disposición de imitarlo. Dice así: "Imaginad dos viajeros bien educados corriendo el mundo juntos; cada uno de ellos se complace en sacrificar al otro sus pequeños planes de cada día y al final del viaje resulta que se han importunado constantemente". Estamos releyendo a Stendhal. Y lo que habíamos pensado que se refería al modo de hacer turismo, lo interpretamos ahora como un consejo que se da al matrimonio convencional. Las palabras son las mismas que las de hace diez años, veinte años. Sin embargo, en la relectura, nosotros las hemos sentido de un modo muy diferente. Pero veamos cómo sigue escribiendo Stendhal. Dice así:
"Cuando los viajeros son varios, si quieren ver una ciudad, pueden convenir la una de la mañana para salir juntos. No se espera a nadie; se supone que los ausentes tienen razones para salir esa mañana solos.
"En el camino se conviene que el que pone un alfiler en el cuello de su levita se hace invisible, y ya no se le habla. En fin, cada uno de nosotros podrá, sin faltar a la cortesía, pasear solo por Italia e incluso volverse a Francia: esta es nuestra constitución [...]. Por medio de esta constitución esperamos que nos querremos al volver de Italia lo mismo que al ir."
Qué agradable y qué sagaz nos resulta la voz de Stendhal. Parece que estas recomendaciones escritas el 15 de agosto de 1827 son difíciles de aceptar hoy en día. Me aventuro a pensar que si se las sugiriéramos a un grupo de compañeros de nuestro tiempo, tal vez pocos creerían que la intención es esa: "Que nos queramos al volver de Italia...". Italia puede ser una pequeña salida, pero también una vida entera. Y es que, ayer como hoy, es difícil resignarse a la falta de libertad propia y tal vez también difícil respetar la libertad ajena.
Terminamos con otras dos breves citas. Mirad cómo se describe a una mujer con unas pocas palabras: "Hay otros dos viajeros de una clase de inteligencia bastante seria, y tres mujeres, una de las cuales comprende la música de Mozart". ¿No quisiérais conocer a esa mujer que "comprende la música de Mozart"? En cinco palabras, Stendhal ha conseguido despertar en nosotros el deseo de poder hablar con esa mujer, mirando previamente, eso sí, si lleva puesto un alfiler en el cuello de su levita.
Finalizamos. "Yo diría a los viajeros: -sigue hablando Stendhal- Al llegar a Roma, no os dejéis envenenar por ninguna opinión; no compréis ningún libro: demasiado pronto la época de la curiosidad y la ciencia reemplazará a la de las emociones."
Supongo que seguir hoy en día este último consejo de Stendhal será ya para casi todos imposible. La época de las emociones pasó hace mucho; Recordemos el párrafo de Kandinski que ya citamos una vez, en el que describe el absurdo de tantos visitantes de museos: "Libro en mano, la gente se pasea de pared en pared volviendo páginas, leyendo nombres. Y luego marchan, ni más ricos ni más pobres, y vuelven a sus quehaceres, que no tienen nada que ver con el arte. ¿A qué vinieron?".  
Adiós, Stendhal. Esperamos seguir compartiendo tus palabras algún día.
(Publicado en la revista Pasos, 1994)