A Julio Roberto, esperando que sea voz de Guatemala y que me conteste, por lo menos, a la segunda. A Eduardo García, muerto en Cuba en 1961, sabiendo que no podrá contestarme.
De "Estética y ética estética":
CON PABLO DE LA TORRIENTE BRAU
Cada hombre, amigos cubanos y españoles, puede pensar, sentir y hacer de sí mismo, con relación a una paz acostumbrada, y sobre todo, a una mala guerra, lo que quiera o lo que pueda. Y todos merecerán, con la sola condición de que sean sinceros y honrados, o ¡ay! de que lo parezcan, nuestra consideración absoluta... o relativa.
Sí, sí. Pero ningún hombre, ni uno solo, sea del lado y de la cara que fuese, y sea el que fuere su acuse del destino, se atreverá a dudar ni a sonreír pública ni íntimamente de la fe, la esperanza, la caridad, el noble heroísmo de otro hombre palpitantemente joven y poeta, que deja una hirviente paz y su patria viva para morir con el corazón en la mano, por el mundo que sueña, en otra.
Esta vez, la otra patria ha sido España; el héroe, un cubano: Pablo de la Torriente. Yo, como español del mundo que él soñaba, me inclino ante el ejemplo jeneroso de su muerte.
¿TORRE DE MARFIL, ETC.?
Mi "apartamiento", mi "soledad sonora", mi "silencio de oro" (que tanto se me han echado en cara, y siempre del revés malévolo, y tanto me han metido conmigo en una supuesta "torre de marfil", que siempre vi en un rincón de mi casa y nunca usé) no los aprendí de ninguna falsa aristocracia, sino de la única aristocracia verdadera y posible.
Los aprendí desde niño, en mi Moguer, del hombre del campo, del carpintero, del albañil, del talabartero, del encalador, del alfarero, del herrero, que trabajaban solos casi siempre en lo suyo, con el cuerpo en el alma, y los domingos muchas veces como yo, los desiertos domingos interiores, por la verdad, la fe, la alegría de su lento y gustoso trabajo diario.
Yo era torrero de marfil, para ciertos algunos, porque no iba a los corros del café, de la revista, del casino, del teatro, de la casa de prostitución. No, no iba; no iba porque iba al campo y me paraba con el pastor, o la lavandera; al taller y hablaba con el impresor, el encuadernador, el grabador, el papelero; al hospital a ver al enfermo y la enfermera; a la plaza (mis queridas plazas de Moguer, de Sevilla, de Madrid, de donde fuera), en cuyos bancos conocí a tanta jente mejor, viejos, muchachas, niños, ociosos de tantos trabajos, y con tantas historias y tantos sueños.
De "El trabajo gustoso":
EL CARBONERILLO PALERMO
Era tosco y feote el chiquillo de Palos, con unos claros ojos de fija redondez. Guardaba el carbón en el monte, y lo traía al pueblo en una burra vieja, digo, entre una burra y él. No se montaba nunca en la burra cargada con los sacos, la ayudaba con cuidado de niño.
La burra era para él la compañera de lo más largo de su vida, burra madre, burra hermana, burra amiga. En el campo solo, la burra era su espejo y su eco, lo era todo para él. Le llenaba el monte de vida tibia. Y con ella no se sentía vacío de cuerpo ni de alma por los arenales perdidos.
Aquel invierno la burra cayó mala. El carbonerillo, concentrado su amor, hacía todo lo posible por comprenderla, por adivinar qué tenía, para sanarla. Horas largas, inmensas horas de angustia inesplicable en el monte. Viento en las copas de los pinos, pajarillos ajenos, horizontes más lejanos.
Cuando ya la burra se echó y él no podía moverla, ideó cuidarla, entretenerla a su manera. La rodeó de paja, le traía yerba fresca, le ofrecía su pan y aceite, su sardinilla, su naranja. Se pintaba la cara con almagra y cisco y le bailaba así unos raros simulacros, unas mojigangas estravagantes; le contaba, echado contra ella, unos largos cuentos, le cantaba sevillanas, peteneras, malagueñas con letra propia y alusiva.
Sintió frío y le encendió a la burra una buena candela y se la mantuvo, hora tras hora, hasta que la burra se murió.
"¡Pero la burra se murió contenta!", decía, con su lagrimón sucio temblándole. Contenta la burra comprendida y amada del niño contento; el triste, el humilde trabajadorcillo.
[...]
Se oye mucho que la poesía sensitiva, que es la poesía esencial, debilita, y que es propia de soñador; que no es un empleo poderoso de la vida. [...] El que, como yo, ha vivido mucho tiempo en el campo, sabe que el hombre del campo, rudo en apariencia, suele estar lleno de finura para todo lo sutil que le rodea: nubes, flores, pájaros, aires, luces, agua. Tales hombres ciudadanos, comerciantes, escritores, oficinistas, casineros son quienes creen que es menos varonil espresar estos sentimientos. [...]
No, la poesía delicada no debilita. No se es débil por ser fino, sino por ser esterior; no por sentimiento profundo, sino por postizo injenio. Hombre y mujer son igualmente fuertes, y si por "afeminado", esa palabra tan pobre, tan despectiva para la mujer, se quiere decir débil, "afeminados" pueden ser el hombre y la mujer.
Lo "afeminado", que debe querer decir lo lijero de la mujer y del hombre, es lo redicho, lo refitolero, lo superficial, y esto, por desgracia, es común a mujer y hombre también. Ni la mujer es más débil, ni el hombre es más fuerte, tampoco, en su relación mutua; pero si se trata de exaltar lo que cada uno sintiese como opuesto deseado, el hombre debía exaltar lo delicado y la mujer lo fuerte. Se es débil por constitución orgánica, por enfermedad, por pereza; no por sutileza, por espiritualidad, por sentimiento. Todos seremos débiles si nos falta el sentimiento poético. Y no es tampoco poesía fuerte, como opinan ciertos tambores y clarines, esa que grita la espresión altisonante y retórica: "¡Hurra, cosacos del desierto!, etc." Cualquier coplilla popular es más fuerte que eso.[...] Escribir de propósito "poesía fuerte" es como cojer una estaca. Cuando el hombre o la mujer cojen una estaca, ya no son hombre ni mujer, son estacas. No dudemos nunca de nuestro poder natural, nuestro sentimiento desnudo.
De Sonetos Espirituales (1914-1915)
OCTUBRE
Estaba sentado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.
Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,
a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
De Romances de Coral Gables (circa 1940) :
MÁS ALLÁ QUE YO
ESE ocaso que se apaga
¿qué es lo que tiene detrás?
¿lo que yo perdí en el cielo,
lo que yo perdí en el mar,
lo que yo perdí en la tierra?
¿Más allá, más, más allá,
allá que toda la tierra,
todo el cielo y todo el mar?
¿Más allá que lo pasado
y más que lo que vendrá,
más que el principio y el fin
y más que la eternidad?
¿Más allá que yo, que acabo
todo con mi imajinar,
que estoy antes y después
de todo, más allá, más?
¿Más allá que yo en la nada,
más que yo en mi nada, más
que la nada y más que el todo
ya sin mí, más, más allá?
CALLE DE SOLISOMBRA
CUANDO la calle termina
en las dos esquinas otras,
sigue una calle de luz,
dos paredones de sombra.
Esta calle tiene todo
el arroyo de la otra;
lo que las casas tenían
lo tienen dentro sus sombras.
Y hay un hombre que prefiere
la calle de solisombra
y pierde por ella todo
lo que no encuentra en la otra.
6
PREGUNTAS AL RESIDENTE
Primera:¿TÚ que pasas por las piedras,
tienes también raíz dentro?
¿Tu suelo y tú estáis fundidos
como yo con otro suelo?
¿Tienes también raíz fuera,
tú que pasas con el viento?
¿El sueño que vas rumiando,
vuelve a ti como a su centro?
Segunda:
¿NUBE parda que me aplasta,
te aplasta también a ti?
¿Los tizos que apagó el sol
cayeron en tu jardín?
¿El vano de este más alto
te es igual que me es a mí?
Tercera
(a los pinos hombres):
¿ESTÁIS aquí como allí,
decís al hombre lo mismo?
¿De igual manera os imanta
vuestra copa el infinito?
¿Vuestro rumor en el viento
es tranquilo y es tranquilo?
¿No hay más que un pinar, y es uno,
y es aquél y es éste, pinos?
Cuarta:CONTRA el cielo sordo y plomo
¿tú te quedas en tu casa?
¿Esperas a gusto aquí
la muerte de tu mañana?
¿Desde aquí se va también
a la eternidad sin patria?
y Quinta:
ESOS cirros de carmín
¿qué paraísos reponen?
Tú que los ves desde aquí,
¿con qué fin te corresponden?
¿Qué mares llevan tu pie,
tus ojos, qué montes rompen?
¡Trastorno de aires y fe,
descomposición de soles!