domingo, 9 de octubre de 2011

SOMBRAS



En la muerte de Steve Jobs

Recluidos en la cueva de Montesinos, algunos contemplamos interminablemente el espectáculo de las sombras. Tanto nos apasiona, tanto nos subyuga, que olvidamos a veces regresar a la realidad. Sombras por sombras, la diferencia no es esencial. Imágenes por imágenes, pronto desaparecerán, las reales y las fingidas, convirtiéndose en la misma cosa: un sueño común.
Uno de los que agrandó  el orificio por donde miramos el espectáculo -previo pago en la taquilla-, Steve Jobs. Tal vez llegue un tiempo en que lo mejor sea condenar de nuevo ese orificio. Mientras tanto, no quisiera olvidar el sentido de los abrazos, "en el lado de acá", como decía Cortázar.
Recuerdo la letra de un chotis que escuché en la infancia:
Lo que antes te tardabas, de la Bombi
Al centro de Madrid en un Simón,
Te lleva a Nueva York un aeroplano.
¿Y qué haces tan temprano en Nueva York?"

2 comentarios:

Joselu dijo...

La muerte de Steve Jobs me ha supuesto una conmoción en el mismo hemisferio cerebral en que sentí la muerte de Cortázar, de Gil de Biedma, de Benedetti. de Fernán Gómez… No entiendo por qué, pero ha sido así. Quizás haya sido, como el engaño que percibimos a través de la literatura. Un autor nos sumerge en su universo y gozosamente nos zambullimos en él. Pienso en Cortázar, en sus cronopios, en los que siempre me sentí reconocido (aunque ignoro la razón porque soy un fama acabadoI), pienso en los poemas de Benedetti o Ángel González que leía en mañanas de verano absorbido por su magnetismo. Así, Jobs nos introdujo en su mundo de sombras (en el que pagamos a diferencia de todos los demás en que nadie quiere pagar)… y nos nos encontramos con un entorno que no puedo calificar sino de literario. ¿Es un engaño? ¿Es una manipulación? Puede ser, no lo niego. Pero por primera vez alguien ha sido capaz de engañarme en este mundo tecnológico y hacerme sentir como si estuviera dentro de una obra de ficción que amaba. Eso sí, entiendo a los disidentes y en cierta manera estoy con ellos, igual que estoy con el guardia que me detuvo un día por representar un happening basado en cortázar en plena calle como alguna vez he explicado.

¿Qué hago tan temprano en Nueva York? No lo sé pero es una ciudad que forma igualmente parte de mis sueños y de muchos que han estado allí. Creo que hay un tipo de personas que necesitan de los sueños, de los mitos, de la imaginación, de la literatura, de la impostura, de la simulación… Y yo soy uno de ellos. Bien por Steve Jobs, que logró engañarme y yo lo acepté con placer.

Un abrazo.

Animal de Fondo dijo...

Querido Joselu, no creo que Jobs nos haya engañado más que otros. Hace años que me pasé a Mac y de mis tres niños, dos usan OSX desde muy pequeños, en parte a su pesar porque va mucho peor que Windows a la hora de jugar. La tipografía, el diseño exterior, el sistema, son coherentes consigo mismos de un modo tal que se adivina la mano de un único director. Aquí se vuelve verdad la aplicación a Windows de la frase "Un dromedario es un caballo diseñado en comité", de la que no recuerdo el autor. Sin Jobs, me atrevo a pronosticar que Apple se convertirá en otra cosa muy distinta, necesariamente. Tuve la fortuna de probar en su día Next, el sistema operativo del Jobs independiente que es la base del actual OSX. Y lo recuerdo como algo verdaderamente deslumbrador, de una belleza sin igual.
Las sombras no son hijas de Jobs, sino que parecen estar en el destino que alguien nos ha trazado. "Canas tiene el divertir al pueblo para que no se ocupe de lo que le importa", decía nuestro Quevedo en el Marco Bruto. Lo que me gustaría haber visto la inteligencia superior de Jobs aplicada a otros fines. Pero inteligencia y superior, en mi opinión, vaya si lo eran.
Y en Nueva York no estaríamos tan temprano si hubiéramos resuelto antes lo elemental de nuestra convivencia humana. Llamamos progreso a todos estos efectos de la tecnología; sin embargo no son mas que la expresión material de la injusticia. Y esa triste realidad, con la que colaboro sin duda, me abruma. No. El progreso comienza el día en que podamos, sin limitación y sin remordimiento, compartir nuestro abrazo.
Vaya para ti, pues, mi abrazo, Joselu.